Agencia/InsurgentePress – Brasil.- Los estadios están listos. El parque olímpico luce espectacular y la ciudad de Río de Janeiro ya terminó de engalanarse para los Juegos Olímpicos que arrancan el 5 de agosto.
Sin embargo, la “Ciudad Maravillosa” esconde una realidad paralela: universidades clausuradas por falta de recursos, comedores sociales al borde del cierre, hospitales al límite de su capacidad y policías que ni siquiera reciben su salario al día.
Son las consecuencias de la bancarrota del estado de Río de Janeiro, una crisis sin precedentes para los cariocas.
Lúcia, de 65 años, es una de las miles de personas que va a comer al “restaurante popular” de la estación Central do Brasil.
“Vengo cada día porque es muy barato y así puedo ahorrar, pero con la crisis la calidad de la comida ha bajado bastante, y la cantidad también. Ya no nos dan ni sopa ni café”, contó a REFORMA.
Aquí se sirven cada día mil 800 desayunos y 3 mil 700 comidas a precios asequibles para los más desfavorecidos: 50 céntimos de real (15 centavos de dólar) cuesta la primera comida del día y 2 reales el almuerzo (60 centavos de dólar), la mitad de lo que vale un boleto de autobús.
Es la salvación para cientos de mendigos, drogadictos y otras personas en situación vulnerable que viven o trabajan en la calle, aunque el gerente del centro, Carlos da Silva, reconoce que el perfil está cambiando y cada vez se ven más ancianos y personas de clase media.
A pesar de su función social este tipo de comedores podría tener los días contados. El Gobierno estatal anunció recientemente que no podría asumir la deuda de 30 millones de reales (9 millones de dólares) que acumula con las empresas proveedoras.
Y los que ya no puedan ir al comedor social también lo tendrán difícil para ir a comprar al mercado. En junio el Gobernador Francisco Dornelles anunció el fin del programa “Renta Mejor”, que ayudaba a 120 mil familias en situación de extrema pobreza.
“No sirve de nada tener un programa que no podemos pagar. No vamos a engañar a nadie. Lo elimino con el mayor dolor del mundo, pero son 200 millones de reales al año”, se justificó.
El propio Gobernador decretó hace poco el estado de calamidad pública de Río de Janeiro, una llamada desesperada de socorro al gobierno central, bajo la advertencia de que sin esa ayuda los Juegos Olímpicos corrían peligro y los servicios públicos iban directos al colapso.
Ante las dificultades, algunos tienen que ingeniárselas para recurrir a los servicios más básicos.
“Vivo en un suburbio de la zona norte, pero vengo al consultorio del médico aquí en Copacabana porque en mi barrio cada vez hay menos personal, hay unas colas terribles. En los lugares pobres la crisis siempre llega antes”, explicó Polyana, de 50 años.
Centros de referencia, como el Hospital Pedro Ernesto, han estado al borde del cierre, y el Instituto Médico Legal, donde se realizan las autopsias a los cadáveres, interrumpió los servicios hace unos días por falta de limpieza.
La seguridad, que debería ser prioritaria en una ciudad tan violenta como Río, también se está viendo afectada por los recortes.
“Tenemos graves dificultades operacionales, no podemos atender a la población sin papel, sin tinta para las impresoras. Los baños tampoco tienen la menor condición de higiene porque el personal de limpieza no cobra (…) Estamos al borde de la catástrofe”, contó a REFORMA Hidelbrando Saraiva, portavoz de la Coligación de la Policía Civil.
Los policías militares, que patrullan por las calles, están en una situación similar. Por eso la pancarta con la frase “Welcome to hell”, con la que policías civiles, militares y bomberos recibían cada lunes a los turistas en el Aeropuerto Internacional de Río de Janeiro hace unas semanas.
“Los gobiernos quieren crear un clima de normalidad y de fiesta, pero estamos aquí para decir que lo que vemos es una calamidad olímpica. Por mucho que digan, Río está como está por culpa de los Juegos”, declaró Vitor Guimarães, portavoz del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo.
Pero Salud, como apoyos a los más vulnerables y un sueldo pagado adecuadamente a la Policía, no son los únicos problemas a los que se enfrenta la población en Río.
“No hay dinero para pagar a los profesores de las escuelas públicas, ¿pero hay dinero para hacer una Olimpiada? Lamentablemente hay una división cada vez más grande entre los que ganan y los que pierden”, dijo Mariana Werneck, miembro del Comité Popular de la Copa y las Olimpiadas.
Con información de Reforma