julio 2, 2020

Mi Infierno

Por David Vargas Araujo/Ciudad de México.- El 17 de mayo del 2013, fui detenido y encarcelado injustamente en el Penal de Máxima Seguridad de Puente Grande, Jalisco. El delito, tener un pensamiento de izquierda. El delito para los autoritarios neoliberales, delincuencia organizada y secuestro, delitos que se le fabrican al Preso Político para mantenerlo muchos años en prisión.

Esa tarde de la aprehensión, se aplicó la metodología de un régimen fascista. Nunca hubo orden de aprehensión ni presentación, solo escuche “ya te llevo la chingada hijo de tu puta madre”, el clásico levantón de la Policía Federal. Me subieron a una camioneta y empezó el calvario: golpes, patadas, me desnudaron, me taparon la cara con un trapo, me metieron varias veces el cañón del fusil por el ano, amenazaron con matar a mi familia, me llevaron clandestinamente a las oficinas de la Policía Federal de la Ciudad de Oaxaca, donde arreció la tortura: trapo mojado en la cara y encima una bolsa de plástico para asfixiarme, toques eléctricos en los testículos y golpes por todos lados. Vinieron los desmayos por la tortura y las inyecciones conocidas como “la levanta muertos”. Revivir es el objetivo de la tortura. No morirse. Mantenernos vivos hasta que el cuerpo aguante.

En el traslado en el avión de la PF hacia la Ciudad de México, las amenazas continuaron, con tirarme del avión sino me hacía responsable del supuesto delito. “Los Vuelos de la Muerte” como si estuviéramos en los tiempos de la guerra sucia.

En la SEIDO, la tortura siguió, los golpes, las patadas, pero ahora era de los Ministerios Públicos. Ahí en las oficinas, estaba hincado, a veces tirado en el suelo, esposado y encadenado de pies y manos. Mientras me fabricaban delitos con una declaración falsa, para concluir con la Fabricación del Culpable. Viví el terror, el horror y encontré a la muerte cada rato.

Desgraciadamente, faltaba la tortura en el Penal de Puente Grande, la Famosa Bienvenida. El Recibimiento de la PF: me desnudaron, me vendaron los ojos, golpes y patadas por todo el cuerpo, toques eléctricos en el estómago, acercaron un perro embravecido cerca de mi cara, gritos para aprender a decir: ¡¡sí señor, no señor!! Me gritaban ¡¡De qué color es el Diablo!! Contestaba rojo, y los golpes arreciaban, me decían, es azul pendejo. Otra vez me gritaban ¡¡De qué color es el Diablo!! Contestaba azul, me decían no, es rojo pendejo, y la golpiza no paraba. Me gritaron ¡¡Aquí el Diablo es azul!! ¡¡Aquí es el Infierno y el Diablo somos nosotros!! Ya no escuché más, me desmayé. Me llevaron al hospital del Penal, desperté con una mascarilla de oxígeno, con suero en el brazo, un doctor y dos enfermeras. Me estaba muriendo. Padezco una enfermedad cardiaca y el corazón ya no aguantaba.

Al estabilizarme me llevaron a una celda del Centro de Observación y Clasificación (C.O.C), un espacio de 4 metros de largo y 1 metro y medio de ancho. Entré a la celda y ahí estaban 6 internos y conmigo 7. Empezó el Infierno y con el Diablo hiperactivo. Si, conocí el Infierno por casi 6 años. Estuve muriéndome en vida. Se me acabó la vida en ese Infierno Grande.

El Autor es: Luchador social de toda la vida. Ex-preso político, encarcelado injustamente en el Penal de Máxima Seguridad de Puente Grande, Jalisco. Actualmente, asesor en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Afortunadamente, fue  uno de los primeros presos liberados por el Presidente Andrés Manuel López Obrador.

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