Texto Periódico Marca/Vigo.- Vigo volvió a ser territorio hostil para el Barcelona de Luis Enrique. La pasada temporada sufrió la peor derrota liguera desde que el asturiano habita el banquillo azulgrana y en esta ocasión volvió a morder el polvo. En once minutos fatídicos el Celta agitó al Barça hasta que se derrumbó como un castillo de naipes. Uno jugó sus mejores cartas mientras que los azulgrana no supieron leer las jugadas y perdieron, con justicia, la partida.

La casa de Luis Enrique, la que le acogió hace tres temporadas, se ha convertido en la casa del terror para el asturiano. Sus dos últimas visitas han sido una auténtica pesadilla. Como ocurriera hace un año, el Celta penalizó, y de que manera, los errores individuales del Barça. Sobre ellos sustentó su victoria y la reafirmó con intensidad defensiva y verticalidad tras recuperación. Hizo todo lo necesario para ser superior a su rival. Y eso no es nada sencillo.

Como es habitual en días como este, las rotaciones fueron más problema que solución para el Barça. La presión adelantada celeste maniató a un Barça que se ahogó en sus pérdidas de balón. La primera grave, a los 22 minutos, inició el desastre. Ter Stegen quiso conectar con Busquets, que estuvo lento y desacertado en la recepción. El Celta olió la sangre y pegó el primer bocado a la moral azulgrana. Aspas vio la llegada de Sisto y el rápido extremo cruzó ante Ter Stegen.

Lejos de reaccionar, el Barça entró en un estado de histeria general que el Celta aprovechó para mandarlo directamente al manicomio. Primero fue Aspas, que recogió otro balón perdido por Busquets para encara a Piqué y cruzar un balón al que Ter Stegen fue incapaz de llegar. Más tarde, únicamente dos minutos más tarde, otro error en la salida sentenció a los de Luis Enrique. Wass metió un balón entre los centrales y el portero y eso obligó a Mathieu a ir al suelo. Su despeje llegó antes que Ter Stegen y el resultado fue dramático. Tanto como suelen ser sus actuaciones cuando entra en el once.

La osadía de Ter Stegen

La respuesta fue dar entrada a Iniesta tras el descanso. El que despertó al Barça, sin embargo, fue Piqué. El central hizo suyo un balón desde la esquina y Balaídos quedó en silencio. Fue toda una premonición. El Celta, sencillamente, se vino abajo. Pudo ser algo físico o quizá mental, pero a los de Berizzo se le fundieron los plomos. Ya se sabe, unos bajan… y otros suben.

Escaló el Barça otro peldaño hacia la remontada con un balón filtrado de Don Andrés -porque merece ser llamado así- que André Gomes aprovechó para forzar el penalti. Neymar hizo los deberes y el brasileño pudo verse poco después en la misma situación, pero Vicandi Garrido no vio un claro agarrón de Hugo Mallo sobre el brasileño.

Iba el Barça subiendo escalones hasta que Ter Stegen tiró todo el trabajo realizado por las escaleras. Alguien debería sugerir al alemán que no es un organizador ni está en el mediocampo para ponerle pausa al juego. Tuvo todo el tiempo del mundo para quitarse el balón de encima, pero se dio un lujo fatal para el Barça. Picó el balón justo por donde llegaba Pablo Hernández, que metió la cabeza para dejar en evidencia al meta azulgrana.

Piqué… y diez más

Borró, de un plumazo, todas las opciones del Barça de salir vivo de Balaídos. O eso pensaban todos menos Piqué. El central, imperial, metió de nuevo al Barça en el partido. Culminó un jugadó de Denis, que fabricó tres cuartas partes del gol. Y el Celta volvió a sufrir. Un cabezazo de Neymar y otro de Piqué rozaron un remontada que hubiese sido histórica. Lo del central, sencillamente, es para echarle de comer aparte.

Pero ni con Piqué vestido de delantero fue suficiente. Los errores pesaron demasiado y el Celta supo rentabilizarlos. Por desgracia para Luis Enrique o por fortuna para los gallegos, el Barça llegó tarde a Balaídos.

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