Miradas de Reportero/Por Rogelio Hernández López/Ciudad de México.- Por ahora no llegó a mayores. Andrés Manuel no dará, hasta que él quiera, la entrevista que le pide el director del Semanario, hasta otro “topón”, como dicen en los barrios a las peleas. Ambos seguirán como son.
Pero la significancia mayor de esa confrontación confirma que, desde el 1 de diciembre, la relación del Ejecutivo Federal con la prensa será con menos formalismos y fingimientos: serán más francos en sus perfiles públicos, como los que exhiben la revista y el presidente electo.
¿Tenemos que preocuparnos el resto de los periodistas?
No. Esta fue una escena de los cambios que empezaron desde los comicios de julio.
Pero sí tenemos que prepararnos.
El viejo estilo Proceso
Desde la madrugada del domingo 4 de noviembre circuló la versión PDF del semanario Proceso entre periodistas y círculos políticos. Impactaba el título (AMLO se aísla. El fantasma del fracaso) pero más la foto (un anciano, cansado y mirada hacia ningún lado). El estilo Proceso.
Beatriz Gutiérrez y Andrés Manuel replicaron abiertamente, casi en el mismo tono e intención que la portada del semanario: “sensacionalismo, amarillismo”. Los ecos de esta escaramuza difícilmente se olvidarán porque fue entre un medio de referencia y el presidente electo y su esposa.
Seguramente, con ese manejo de la revista se vendieron muchos ejemplares, casi equiparables a la repercusión que tuvo en internet. Sí levantó una polvareda mediática, pero de esas que se apaciguan en días.
A varios colegas nos pareció que la de Álvaro Delgado fue una buena entrevista con alguien que sabe de leyes; pero un personaje de refulgencia en declive no merecía ni la portada ni el enfoque de su cabeza principal. Pero así es Proceso. Lo sabemos quiénes conocemos al periodismo mexicano, sus corrientes y sus muy distintas prácticas. En un universo plural y abigarrado la revista ocupa un lugar destacado y con un perfil harto conocido.
Eso lo exhibieron tres notables en los medios que lo conocen por dentro. Jorge Castañeda, Rafael Cardona y Carlos Ramírez. No se extrañaron:
Jorge Castañeda escribió el lunes 5:
“Proceso ha sido estridente, incontrolable, desprovisto de cualquier lealtad política o personal desde que existe. Julio Scherer criticaba despiadadamente a todos los funcionarios, incluso quienes habían sido, y fueron de nuevo, sus amigos más allegados, de grande o desde la juventud. Es el sello de la casa. Proceso editorializa, manipula, tergiversa y distorsiona desde 1976, cuando fue creada, bajo Scherer, y en los últimos años, con Rafael Rodríguez Castañeda. A pesar de estas evidentes características, algunos preferimos seguir escribiendo allí durante mucho tiempo: en mi caso, casi quince años… Pero creo que nadie podía llamarse a engaño sobre lo que era la revista”.
Rafael Cardona:
“Indudablemente lo noticioso de la actual circunstancia se deriva de la batalla emprendida por Beatriz Gutiérrez (esposa del Presidente Electo) y Rafael Rodríguez Castañeda (director de Proceso).
“Todo provino de una perversa portada y una fotografía deliberadamente desfavorable del Presidente Electo en la cual –él mismo lo dijo–, se veía decrépito. Turbado, extraviado, confundido, diría yo. ¿Y todo para qué? Para aprovechar con plena manipulación amarilla, una fumarola de Diego Valadez quien se anticipa en sus análisis jurídicos políticos a la legalización de la mariguana.
“Como análisis político, la lucubración de Diego no tiene valor alguno, excepto su invitación a reflexionar frente al espejo de su casa. Su inexactitud y su distancia con la realidad son notables. Así, al buen cazador se le fue la liebre. La imaginada soledad de López Obrador y el riesgo de fracaso de ella derivado, no existen sino en su imaginación”.
Carlos Ramírez:
“La presencia de Julio Scherer Ibarra en la consejería jurídica de la presidencia de la república de López Obrador le dio otro tono a la confrontación por la portada de la revista Proceso esta semana: El hijo del fundador del semanario es miembro del consejo de administración y posee la parte más importante de las acciones de la revista.
Por tanto, los enojos del presidente electo y de su esposa debieron dirigirse a Scherer Ibarra, quien hasta ahora se encuentra metido en un conflicto de intereses: Proceso es la revista semanal más importante y su tarea ya fue fijada como de denuncia de abusos del poder de Morena, como antes los hizo contra los abusos del PRI”.
Viene el replicador
El presidente electo, como tal, ha seguido con su práctica acostumbrada de soltar en voz alta lo que piensa de los medios: lo ha hecho contra Reforma (prensa fifi) contra Carlos Loret de Mola (cuatro veces le ha llamado mentiroso). Ahora con, más estruendo contra Proceso.
Y aún más, al responder una pregunta sobre las muchas críticas al boato de José Ramón López Beltrán en un hotel de Grand Turismo en España, el inminente Presidente de la Republica pintó el escenario que perfila cómo será su gestión ante la función esencial de la prensa, que es la crítica. Escenario al que tenemos que prepararnos para hacer periodismo. AMLO dijo:
“Pues es normal. Es normal. Todo mundo tiene derecho a cuestionar a criticar, nosotros somos respetuosos. Repito, al derecho a disentir y, pues… ya llevo muchos años recibiendo cuestionamientos. Siempre he enfrentado a la prensa oficial y oficiosa.
“Ahora es distinto porque ya no hay prensa oficial ni prensa oficiosa. Ahora los medios son libres, hay más pluralidad, hay más profesionalismo. Ya no hay boletines de prensa, ya no hay chayote… además, existen las benditas redes sociales. Antes era muy difícil, nada más existían los medios convencionales, entonces rodeaban a uno, nos cercaban, golpeaban hasta saciarse con un opositor… Voy a replicar cuando sea necesario.”
Así se anuncia el cambio en nuestro territorio profesional.
Los medios y los periodistas que creemos en la ética profesional (así resulten tantas como medios, aunque sean como la de Proceso) insistiremos en nuestro derecho a informar, defenderemos los territorios de libertad que hemos ganado en décadas. Muchos sucumbirán.
En el lado adverso, el nuevo modelo de gestión (que no significa un nuevo régimen) estará un Presidente federal y su equipo operativo haciendo replicas públicas constantemente, quizá sin medir el poder que tiene la palabra presidencial o sobrevalorando que el cargo es omnipotente.