Agencias/Ciudad de México.- Uno de los políticos más influyentes de Venezuela dijo una vez que las imágenes de sus compatriotas abandonando el país eran obra de una “superproducción tipo Hollywood”.

Diosdado Cabello afirmó que la migración era un tema inventado por un “aparataje mediático”. De forma similar, su jefe, el presidente Nicolás Maduro, negó durante años, al menos en público, que millones de personas estuvieran marchándose de Venezuela.

Sin embargo, nada podría haberles hecho abandonar esa negación y aceptar la situación más rápido que el hecho de que la existencia del gobierno que describen como socialista está en riesgo por primera vez en años.

Mientras Maduro busca la reelección ante una base dividida, reducida y decepcionada, se ha convertido poco a poco en un defensor de los migrantes que cuestiona los reportes que vinculan a algunos con actividades criminales y acusa a las autoridades migratorias de otros países de maltratar a los venezolanos.

Maduro, al igual que la principal coalición opositora, promete oportunidades de empleo para persuadir a la gente de que regrese o no se marche. Pero a diferencia de las propuestas de la oposición, las suyas ya no suenan creíbles para muchos votantes, y puede que ya hayan tomado una decisión: si Maduro gana el 28 de julio, se convertirán en migrantes.

“Yo amo Venezuela. Yo quisiera formar mi carrera de médico aquí en Venezuela, pero uno tiene que pensar a futuro”, dijo Arnaldo Benítez, de 18 años. “Yo quiero que mi familia tenga una vida digna y no estar pensando ‘Ay, no me va alcanzar para esto o aquello’. Entonces yo tengo que ver por un buen futuro así sea lamentablemente saliendo de Venezuela”.

Benítez, que terminó la secundaria el año pasado, tiene previsto trasladarse a Colombia, que ha recibido la porción más grande de los más de 7,7 millones de venezolanos que han emigrado ante el colapso de su país sen la última década. Otras personas de su población rural en Torococo están esperando también al resultado de los comicios para decidir cuándo se marchan, señaló, aunque un grupo de 20 personas pensó que sería mejor no esperar y se fue a principios de mayo.

Un sondeo nacional realizado el mes pasado por la firma de investigación Delphos, con sede en Venezuela, mostró que en torno a un cuarto de la población piensa en emigrar, principalmente por motivos económicos. De los que piensan en marcharse de Venezuela, en torno al 47% dijeron que una victoria electoral de la oposición les haría quedarse, y en torno a los mismos indicaron que una mejora en la economía les mantendría en su país natal.

Las decisiones sobre emigrar dominan las conversaciones en centros comerciales, escuelas secundarias y marchas políticas. Algunas personas ahorran todo el dinero que pueden de diversos empleos, mientras otros venden sus pertenencias.

En los 11 años desde que los venezolanos supieron que el presidente, Hugo Chávez, había muerto, y el sucesor que había elegido, Maduro, tomaría el relevo, la caída en los precios del petróleo, la corrupción y la mala gestión del gobierno han sumido al país en una crisis compleja, y ha hundido a la gente en la pobreza, el hambre, la mala salud, la delincuencia, la desesperación y la emigración. Las sanciones económicas impuestas en la última década no han logrado derrocar a Maduro, como pretendían Estados Unidos y otros gobiernos, pero contribuyeron a la crisis.

En los últimos meses, el mandatario ha acusado a medios de comunicación, incluida The Associated Press, de librar una campaña contra los migrantes venezolanos “diciendo que todos los crímenes del mundo hoy los comenten venezolanos”.

“A los migrantes venezolanos, los amamos y nuestro amor nos hace decirles, ‘¡Vuelvan!’ Aquí los esperamos, esta es su tierra. Basta de xenofobia y persecución”, afirmó.

Maduro quiere prolongar su mandato otros seis años. El año pasado llegó a un acuerdo con la coalición opositora Plataforma Unitaria Democrática, que cuenta con el apoyo de Estados Unidos, para trabajar en mejorar las condiciones para unas elecciones justas y libres. Pero ha cambiado de rumbo desde que el ascenso meteórico de la líder opositora María Corina Machado la convirtió en una auténtica amenaza para sus opciones de reelección, y ha empleado el control de su partido sobre todas las instituciones del gobierno para inclinar el terreno de juego a su favor.

El máximo tribunal del país respaldó en enero una decisión administrativa que bloqueaba la candidatura de Machado. Su sucesora también fue inhabilitada. Ella y la coalición respaldan ahora al exdiplomático Edmudo González Urrutia. En comparación con Machado, que ha hecho campaña durante más de un año, pocos votantes conocen el nombre de González o su trasfondo, pero el apoyo de Machado basta para que muchos quieran votarle.

En su primer mitin a mediados de mayo, González pidió a los votantes que imaginaran “un país en el que nuestros aeropuertos y fronteras se llenaran de nuestros hijos volviendo a casa” si él ganaba.

Miguel Montilla, de 53 años y con tres hijos, se retiró de las fuerzas armadas tras 27 años de servicio, pero su familia y él no pueden vivir de su pensión de unos 20 dólares al mes. Dijo que votaría a González porque tenía la esperanza de que el candidato hiciera cambios que fomentaran el desarrollo económico y convenciera a dos de sus hijos de que volvieran a Venezuela, justo como prometió Machado con frecuencia durante la campaña.

“He perdido a mis hijos porque se tuvieron que retirar de la universidad y migraron. Quiero que vengan y que tengan vida en familia y un futuro mejor.”, dijo Montilla, que tiene una pequeña tienda de alimentación en Sabana de Mendoza. Sus ojos se llenaron de lágrimas al pensar en que la familia se reuniera, pero tras unos pocos segundos de esperanza, consideró la otra posibilidad tras las elecciones.

Sobre su otro hijo, señaló, “mejor lo incentivo a que vaya si Maduro llega a ganar otra vez. Tiene que irse. Hasta uno va a tener que irse”.

La encuesta de Delphos mostraba que las personas entre 18 y 34 años eran más propensas a considerar marcharse del país. El sondeo tenía un margen de error de 2 puntos porcentuales.

El responsable de inmigración en Colombia, Fernando García, dijo este mes al Congreso que “debemos esperar una gran afluencia de migrantes venezolanos” si gana Maduro. El director de la agencia Migración Colombia dijo que la reelección del mandatario, junto con decisiones recientes del gobierno estadounidense de reactivar algunas sanciones sobre Venezuela, crean las condiciones que pueden llevar a la migración.

La mayoría de los funcionarios venezolanos ganan un salario mínimo mensual de 3.60 dólares además de 130 dólares en primas, mientras que los trabajadores del sector privado ganan una media de 210 dólares al mes. Ninguno de esos salarios basta para que una familia compre una cesta de productos básicos, que cuesta unos 380 dólares.

En un mitin organizado este mes por el gobierno en la capital, Caracas, los bajos salarios eran el único motivo mencionado por algunos estudiantes de secundaria que reconocieron que estudiaban emigrar este año. Sueñan con convertirse en ingenieros, poseer negocios y atender a enfermos, pero todos están dispuestos a posponer o a olvidar esas metas.

Muchos estudiantes vestían sus uniformes y algunos llevaban camisetas en apoyo al presidente, aunque cuando se les preguntó no quisieron hablar en su favor. Jaxael Rivera, alumno de último curso de secundaria, y otros estudiantes de escuelas públicas de toda Caracas fueron trasladados en autobuses al mitin, en el que más tarde intervino Maduro.

“Necesitaría una buena entrada de dinero para quedarme”, dijo Rivera, que tiene pensado reunirse con su hermana en España, donde vive desde hace dos años.

Si bien ha habido personas venezolanas que han retornado a su país de origen, persiste la salida de refugiados y migrantes de Venezuela a países vecinos y al resto del mundo; de hecho, de acuerdo con datos proporcionados por los gobiernos, la cifra ya superó los 7,7 millones a nivel mundial. Por tanto, un número considerable de personas requiere protección internacional y asistencia humanitaria.

Aunque los países y las comunidades de acogida en la región tienen el compromiso de ayudar a las personas de Venezuela y les han dado generosa acogida, la presión para ellos incrementa. Algunos países están implementando procesos de regularización a gran escala para garantizar la documentación y el acceso a derechos y servicios de las personas refugiadas y migrantes. Sin embargo, el éxito de estos esfuerzos y gestos de solidaridad requiere apoyo financiero, con el que también es posible garantizar que no se deje a nadie atrás.

La mayoría de las personas refugiadas y migrantes de Venezuela que llegan a países vecinos son familias con hijas e hijos, mujeres embarazadas, personas mayores y personas con discapacidad. Además, según una evaluación de necesidades que ACNUR y sus socios de la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V) llevaron a cabo recientemente, muchas de estas personas han caído en la pobreza y luchan por sobrevivir.

El creciente costo de vida, los estragos de la emergencia provocada por la COVID-19 y las tasas de desempleo, que van en aumento, han agravado la vulnerabilidad de las personas refugiadas y migrantes de Venezuela y les ha imposibilitado la reconstrucción de sus vidas y su integración en las sociedades de acogida en toda la región. La mitad de las personas refugiadas y migrantes de América Latina y el Caribe no pueden costear tres comidas al día; además, no tienen acceso a una vivienda digna y segura. Para conseguir alimentos o para evitar caer en situación de calle, muchas de estas personas recurren al sexo por supervivencia, la mendicidad o el endeudamiento.

Por otra parte, los efectos de la pandemia de COVID-19 aún obstaculizan la integración socioeconómica, lo que lleva a las personas de Venezuela a una situación de marcada pobreza. Muchas familias se han visto obligadas a reducir su consumo de alimentos y han adquirido deudas para poder subsistir; además, corren el riesgo de ser desalojadas o explotadas, y se enfrentan a riesgos de protección. Aunado a ello, las dificultades económicas y la inestabilidad política en algunos países, así como la creciente competencia por los empleos y el limitado acceso a los servicios públicos, han contribuido a la xenofobia y la discriminación. Del mismo modo, los salarios extremadamente bajos obstaculizan la manutención de las personas refugiadas y migrantes de Venezuela.

Con respecto a las infancias, son muchos los obstáculos que niñas y niños refugiados y migrantes deben superar para tener acceso a la educación en los países de acogida, sobre todo debido a la falta de cupos suficientes en las escuelas. En este contexto, las personas que no cuentan con documentación, medios de vida ni oportunidades de integración local recurren a los movimientos sucesivos en busca de un futuro seguro y sostenible. De hecho, muchas de ellas ponen sus vidas en riesgo recorriendo rutas irregulares que son sumamente peligrosas.

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