Agencias/Ciudad de México.- Es un hábito que llevamos a cabo sin darnos cuenta. Abrir un email y leerlo es un gesto tan cotidiano que no se le da importancia. Pero… ¿y si te dijéramos que buena parte de ellos llega con un ‘espía’ oculto que registra nuestra actividad?
La buena noticia es que, en realidad, no se trata de una brecha en nuestra seguridad, sino de una herramienta al servicio del marketing; la mala es que esta práctica está más extendida de lo que crees. Seguro que en tu bandeja de entrada hay uno o más emails con algún tipo de rastreador.
¿De qué estamos hablando exactamente? Cuando abres un correo electrónico, principalmente proveniente de alguna empresa, es muy probable que cargue imágenes e hipervínculos para enriquecer el contenido.
Esta es la parte que se ve, pero una gran cantidad de estos emails llegan con pequeños píxeles, invisibles al ojo humano, que tienen un cometido muy especial: registrar tu actividad en torno a ese correo electrónico en cuestión.
¿Cuántas veces se ha abierto el email? ¿A qué hora? ¿Se ha vuelto a leer transcurridos unos días? Esta información es fácilmente accesible mediante herramientas que integran un pixel ‘espía’ en el cuerpo del mensaje.
Como hemos avanzado antes, esta posibilidad es explotada fundamentalmente por empresas al servicio del marketing para comprobar la efectividad de sus campañas. Pero también está al alcance de cualquier particular con extensiones para Gmail como Mailtrack o Hunter.
Vaya por delante que estas herramientas no roban información del usuario ni acceden al contenido de su ordenador; su misión es tan clara como limitada: registrar el número de veces (y el momento concreto) en el que el pixel en concreto demanda información al servidor, y por ende, ha sido leído.
En este sentido, quienes quieran salvaguardar la privacidad de sus datos pueden estar tranquilos, pero no tanto quienes deseen una relación por mail totalmente estanca. Este pixel se ‘chivará’ mediante una notificación push del momento exacto en el que estamos leyendo el correo.
Como comprenderás, este dato puede resultar un filón para el remitente, que puede aprovechar para descolgar el teléfono y preguntarnos por el contenido del mensaje. En este caso, la repuestas vagas y ambiguas no nos servirán como excusa ya que hay constancia de que hemos leído ese mensaje y el momento concreto en el que lo hemos leído.
Por fortuna, evitar que este pixel envíe información al remitente es tan sencillo como configurar la aplicación o servicio para que no abra automáticamente las imágenes. De esta forma, el aspecto del correo electrónico puede resultar mucho más pobre y un tanto críptico, pero al menos el destinatario tendrá la oportunidad de decidir si descarga las imágenes o no en cada email.
Para evitar que las imágenes sean abiertas por defecto en Gmail, basta con ir a Ajustes/Imágenes y desactivar las imágenes externas; el sistema te avisa que esta acción desactivará parte de la experiencia de uso, eso sí. También podrás cambiar de la misma manera la descarga de imágenes de forma automática en Outlook y Mail (macOS), siguiendo los mismos pasos. ¿Merece la pena?
Dependerá del uso que dé cada uno al email, pero si lo empleas fundamentalmente por motivos laborales y quieres ganar algo de tiempo antes de tomar una acción sobre un correo en concreto, lo mejor es que desactives la descarga de imágenes. Es una medida con la que recuperarás el control sobre lo que sucede y evitarás una llamada intempestiva preguntando precisamente por ese email en cuestión.