Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Posiblemente sea a causa del nombre elegido para bautizarla, pero mucha gente tiende a imaginarse “la nube” como una suerte de lugar etéreo donde van a vivir nuestros archivos, flotando por encima de nuestras cabezas y cables de Internet.

Por esta misma razón, solemos tener una especie de confianza ciega en la seguridad que ofrece respaldar nuestros archivos en “la nube”; esto, hasta que nos sucede lo que a Dennis Cooper, un artista experimental cuyo blog, conteniendo el resultado de 14 años de trabajo, “desapareció” al ser dado de baja su blog y al hacerse inaccesible su cuenta de Blogger, a finales del pasado mes de junio, por una decisión de Google.

En el blog de Cooper, que mantenía desde 2002, se encontraba colgada la mayor parte de su trabajo de ficción, arte visual e investigación, incluyendo una novela creada a partir de GIFs animados, sin contar con la comunidad de seguidores que había construido a lo largo de estos años y con quienes interactuaba a través de la plataforma. Sumado a ello, Google también dio de baja su correo electrónico, a través del cual Cooper sostenía la mayor parte de su correspondencia.

Las razones detrás de la decisión siguen sin ser claras: si bien se ha especulado que posiblemente el blog fuera reportado debido a material con contenido sexual, el blog se encontraba detrás de una advertencia para mayores de edad, y había contenido material similar por muchos años. Cooper no tenía respaldo del blog, y los fragmentos que aún subsisten son sólo los que pueden encontrarse a través de la Wayback Machine, ya que incluso ha desaparecido del caché de Google.

En la tecnología actual, la nube es tan omnipresente en nuestras vidas que simplemente se ha convertido en una de esas cosas que damos por sentado. Todas las aplicaciones en tu smartphone están basadas en la nube, pero no nos detenemos a pensar ni por un momento en la seguridad de la información que almacenamos en ellas. Aunado a ello, como usuarios estamos sujetos a unos términos de servicio que prácticamente nunca leemos, pero que por lo general liberan a las compañías de toda responsabilidad con respecto a la pérdida de estos datos, y además les otorgan poderes para dar por terminado el servicio que nos prestan en cualquier momento, incluso sin justificación.

Por supuesto, no es lo mismo confiar en Google (que presta un servicio por lo general gratuito y en sus propios términos) a confiar en un proveedor de servicio que estemos contratando para un determinado propósito, y cuyas condiciones probablemente podremos negociar un poco más. En principio, contratar un servicio de almacenamiento en la nube es teóricamente más seguro que un respaldo físico, puesto que quienes prestan estos servicios garantizan cierta redundancia, lo que significa que si se pierde, daña o corrompe una de las copias, debería haber varias más en otros lugares. Pero nada de esto nos protegerá si lo que sucede es que la propia compañía decide desaparecer nuestros datos, como hizo Google en este caso.

El caso es que, en efecto, la nube es simplemente el disco duro de otra persona, por lo general de una compañía que te presta un servicio de almacenamiento. Si bien es cierto que tener respaldos en la nube no sólo nos concede ciertas ventajas -en particular, poder acceder a nuestra información desde ubicaciones remotas- sino que además, hoy en día, es prácticamente inevitable, no hay absolutamente ninguna duda de que es mucho más seguro mantener un respaldo adicional en un dispositivo al cual podamos acceder físicamente. Confiar en la Internet como tu único archivo es, simplemente, peligroso.

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