diciembre 24, 2018

Línea deportiva: Boxeo rico, boxeadores pobres

Carlos Hernández

El boxeo mexicano es una historia sin fin sobre pugilistas que ganaron mucho dinero, pero lo desperdiciaron en fiestas, amigos, alcohol, drogas y malos negocios y al final de sus vidas terminaron tal como habían empezado.

No se trata de algo reciente, fue algo que empezó desde los inicios del boxeo en su etapa profesional.

Desde la década de 1930, la historia sólo se ha repetido. Cambian los nombres, pero las situaciones son similares: los grandes campeones, los ídolos del pugilismo nacional terminan su vida donde habían empezado.

Se considera a Rodolfo Chango Casanova como el primer ídolo mexicano. El popular Nevero de La Lagunilla terminó sus días en el manicomio de La Candelaria, después de haber impresionado con su calidad en los cuadriláteros de la década de los 30.

Le siguió Luis Villanueva, quien perfeccionó el gancho al hígado, ese golpe que años después sería una de las características de los púgiles mexicanos. El Kid Azteca falleció solo, en una vecindad cercana a la Plaza Garibaldi.

Otro ídolo fue José López. Le decían el Toluco y fue seguido por miles de aficionados en esos años en que el pugilismo era el deporte favorito del país. El Toluco falleció de cirrosis, sin un peso en el bolsillo, en la cruz roja.

Muchos todavía recuerdan a Rubén Olivares. Al Púas le tocaron tiempos en que los campeones ya ganaban en dólares. Se calcula que en su carrera ganó alrededor de un millón de billetes verdes.

Era una auténtica fortuna, pero Olivares la desperdició y actualmente vende fotos, guantes, cinturones, cuadros y todo lo que puede en el famoso tianguis de antigüedades de La Lagunilla.

El último ídolo, Julio César Chávez, vivió una situación similar. De acuerdo con reportes periodísticos, su fortuna ascendió a 100 millones de dólares. Sin embargo, el llamado César del boxeo realizó las últimas peleas de su carrera para pagar impuestos atrasados.

Chávez fue presa del alcoholismo y la drogadicción, como lo reconoció años después de su retiro. Pero también tiró su dinero en malos negocios, fiestas, amigos y una lista interminable.

En la actualidad, el pugilista más popular es Saúl Álvarez. Al principio de su carrera, al Canelo se le acusó de ser un producto de Televisa, ya que era muy limitado en su técnica y sus rivales eran de bajo nivel. Molesto por las críticas, se cambió a TV Azteca, aunque ahora las dos televisoras transmiten sus contiendas.

Poco a poco, Álvarez ha ido convenciendo a los críticos. No hay duda de que ha mejorado en su técnica, ya que era un auténtico boxeador de los llamados “tira piedras”, que basan todo en el poder de su pegada. No les importa mucho recibir, porque saben que su golpeo los sacará adelante.

Sin embargo, los dos duelos ante Gennady Golovkin cambiaron su imagen.

En la primera contienda ante el kazajo, hubo una notoria evolución en su boxeo. Golovkin era el favorito de los expertos y en las apuestas; muchos lo consideraban el mejor pugilista del momento, con recursos boxísticos y tremenda pegada.

Pero el Canelo le dio pelea y el resultado fue un empate, aunque  muchos vimos ganar a GGG por diferencia de dos o tres puntos. La segunda contienda también fue nivelada, pero los jueces favorecieron al tapatío, al que muchos consideran la nueva figura de este deporte.

El deportista mejor pagado

La semana anterior, Álvarez realizó la primera de once contiendas del multimillonario contrato que firmó con la plataforma DAZN.

Con una firma, el Canelo se convirtió en el deportista mejor pagado en la actualidad, superando a astros como el basquetbolista Stephen Curry y el mariscal Aaron Rodgers.

En un contrato de ensueño, el tapatío firmó por una increíble bolsa de 365 millones de dólares por cinco años.

Una cifra que supera el entendimiento de cualquier mortal y, por supuesto, también de aquel niño pelirrojo que vendía paletas para ayudar en el gasto a su mamá.

Pero al Canelo le llovió sobre mojado (en el buen sentido). Antes de este contrato, el púgil ya tenía una vida de lujos exorbitantes, ilógicos…

En 2015, ya presumía una colección de autos de lujo. El campeón mostró con orgullo 10 autos deportivos: Lamborghini, Ferrari, Porsche y Mercedes Benz, entre otros.

También tenía casas, terrenos, joyas y le gustaba mostrar otra de sus pasiones: los caballos de pura sangre.

Después de firmar el contrato con DAZN, admitió otro de sus gustos: los relojes de lujo. Dijo tener una colección de 50 relojes Rolex, Piguet, Richard Mille, Audemars, además de admitir su fascinación por los zapatos.

¿Qué hacer con más de 450 millones de dólares que se calcula ha ganado hasta ahora?

Además de satisfacer sus costosos gustos, pues invertir. Por el momento, en bienes raíces, hoteles y edificios, con el objetivo de ser un hombre de negocios después de su carrera como boxeador.

El otrora humilde Saúl dice recibir consejos de empresarios como Carlos Slim, Olegario Vázquez Raña y Carlos Bremen, el dueño de la casa de bolsa Value que anuncia en los calzoncillos cuando pelea.

El Canelo ha hecho una marca de sí mismo. Su nombre vale, su nombre vende en México y Estados Unidos.

Y vale tanto, que a partir de este contrato sus rivales serán elegidos con cautela: Álvarez no puede perder, no debe perder.

Por eso el rival que tuvo el sábado 15 de diciembre en Nueva York: Rocky Fielding, quien era campeón supermedio de la AMB, pero uno no imagina cómo fue que un boxeador tan malo llegó a ganar el título.

El mal llamado Rocky cayó cuatro veces en apenas tres rounds. Un bulto, un costal de gimnasio para convertir al Canelo en campeón en tres divisiones diferentes.

Ya anuncian su próxima contienda, el 4 de mayo. Algunos dicen que Floyd Mayweather, ya en el retiro, estaría dispuesto a regresar para darle la revancha. Sería la gran oportunidad del mexicano para hacer lo que no hizo en la batalla previa entre ambos: darle un golpe.

Y mientras el tapatío se embolsa tanto dinero, no estaría mal que diera un vistazo a tantos peleadores mexicanos que tuvieron mucho y acabaron sin nada.

¿Puede alguien despilfarrar tanto dinero?

Pregúntenle, por ejemplo, a Mike Tyson.

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