Agencia / Ciudad de México.- ¿Qué pasaría si Donald Trump cumple su amenaza de fijar aranceles a importaciones chinas por valor de 300.000 millones de dólares que todavía no han sido afectadas por un tarifazo del 25%?
Una fabricante de fuegos artificiales de New Hampshire dice que tendría que subir sus precios, bajarían las ventas y que algunas localidades pobres probablemente tengan que suspender sus espectáculos del 4 de julio, Día de la independencia.
Un fabricante de motocicletas de Minnesota, por su parte, afirma que bajarán sus ventas ya que perderá clientes, que se irán con rivales extranjeros que no tienen que pagar aranceles por las partes importadas de China.
Un diseñador y distribuidor de artículos para el hogar de Los Ángeles dice que no podrá contratar personal y deberá demorar sus planes de mudarse a un depósito más grande.
El gobierno, en medio de su guerra comercial con Beijing, pidió al empresariado que opine sobre su plan de aplicar aranceles del 25% a todo producto importado de China.
Y las respuestas no se están haciendo esperar.
Cientos de empresarios, organizaciones empresariales e individuos han escrito para quejarse de que los aranceles sobre las importaciones los obligarán a subir los precios, reducirán los márgenes de ganancias y mermarán la competitividad de las compañías estadounidenses respecto a rivales extranjeros que no tienen que pagar impuestos para adquirir repuestos vitales en China.
Les imploran al gobierno que reconsidere los aranceles o que por lo menos eximan a ciertas importaciones.
Un argumento común es que los aranceles los pagan las empresas estadounidenses, no China, como dice siempre Trump. Y que al final de cuentas, muchas de estas firmas deberán subir sus precios al consumidor.
Trump ya fijó aranceles del 25% a bienes chinos por valor de 250.000 millones de dólares. El objetivo es presionar a Beijing para que deje de robarse tecnología estadounidense, obligando a empresas de Estados Unidos a entregar secretos comerciales y subsidiando a firmas tecnológicas chinas.
Once rondas de negociaciones no pudieron resolver esta disputa.
“La mayoría de las empresas rezan para que esto se resuelva”, manifestó Patrick Berglund, director general de Xeneta, una firma de Oslo, Noruega, que suministra información sobre la industria del transporte de cargas. “Estas cosas tendrá graves consecuencias”.
Los primeros aranceles que impuso Trump no se sintieron tanto en Estados Unidos porque abarcaron más que nada bienes que no van directo al consumidor. Pero la segunda tanda sí la sentirían los hogares pues afectará bienes para el consumidor, desde teléfonos celulares y computadoras hasta zapatos y bufandas de seda.
“Las cosas que usted y yo compramos en una tienda, que afectarán directamente al consumidor”, expresó Neil Bradley, de la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Las empresas que sirven al mercado minorista, indicó, tienen “mucho menor margen para absorber un aumento en las tarifas”.
Junto con los aumentos de precios, los economistas dicen que los aranceles debilitarán una economía estadounidense que parece tambalearse un poco. Mark Zandi, de Moody’s Analytics, dijo que de imponerse los aranceles Estados Unidos tendrá 900.000 puestos de trabajo menos de los que hubiera podido tener.
“La economía estará al borde de una recesión a fines de este año o a comienzos del año que viene”, pronosticó Zandi.
Atlas PyroVision Entertainment, fábrica de fuegos artificiales de Jaffery, New Hampshire, compra el 90% de sus componentes a China.
“Un arancel del 25% causaría grandes perjuicios a este negocio de familia”, declaró el CEO de la empresa Stephen Pelkey en una carta enviada al representante comercial de Estados Unidos. “Nos veríamos obligados a pasar ese aumento a nuestros clientes”.
“Un aumento del 25% haría que en muchos sitios los cielos permanezcan oscuros el 4 de julio”, agregó, aludiendo a que ese día las comunidades conmemoran la independencia con espectáculos de fuegos artificiales.
Anticipándose a un posible tarifazo, Yedi Houseware, empresa de una familia de Los Ángeles, dejó en suspenso una serie de contrataciones que pensaba hacer y el traslado a un depósito más grande. Bobby Djaveheri, ejecutivo de la firma, expresó la misma queja de tantos: El gobierno le apunta a productos que no son fabricados por firmas estadounidenses. Deben ser importados. Ningún fabricante de Estados Unidos se beneficia con los aranceles. Los importadores de Estados Unidos son los afectados.
“Es algo asombroso”, señaló.
Indian Motorcycle Co., de Medina, Minnesota, dijo que sus competidores extranjeros no tendrán que pagar esos aranceles por partes chinas y “podrán exportar motocicletas terminadas a Estados Unidos sin costos adicionales”.
Carltons Men’s and Women’s Apparel, tienda de ropa del balneario de Rehoboth, en Delaware, afirmó que las tarifas obligarían a subir los precios y a reducir personal.
“Si los ingresos merman, también tiene que mermar el personal”, expresó su propietario Trey Kraus.
Las objeciones a los aranceles, no obstante, no son unánimes. Bohning Co., fabricante de equipo de arquería de Lake City, Michigan, dijo que las firmas chinas copian sus productos y les es más fácil vender en Estados Unidos de lo que es para ellos vender en China.
“Hay que imponer aranceles del 25%”, declaró el CEO de la firma Larry Griffith.
Pero la gran mayoría de todas las personas consultadas se opone a los aranceles.
“Rogamos, rezamos por que prime el sentido común y se tome en cuenta a la gente común”, escribió Alan Chadwick, quien importa bufandas de seda chinas y las vende en Wyoming. “Somos como hormigas pisoteadas por un búfalo”.