Texto Periódico El Mundo/La Habana.- «Ni un paso atrás. Ni para tomar impulso». Esto dicen que dijo Fidel Castro en algún momento. Verdad o mentira que alimenta la leyenda sobre su persona, así lo creía el Fidel que entró triunfante en La Habana con el fusil en alto el 8 de enero de 1959 y también el que se ha visto obligado a delegar en su hermano Raúl después de una intervención quirúrgica. Antes de entrar en el quirófano, el único dirigente vivo que le aventajaba en número de años en el poder era el rey Bhumibol de Tailandia. Ha visto derrumbarse el Muro de Berlín, extinguirse a la Unión Soviética y pasar a 10 inquilinos por la Casa Blanca. Hasta que una hemorragia intestinal le ha apartado por vez primera del poder. Pero, ¿quién es Fidel? O, más bien, ¿qué es Fidel? Convertido en personaje de enciclopedia, ningún retrato puede ser aséptico.

Sus enemigos le han dado varias veces por muerto. Sin embargo, también hay quien asegura que se ha cuidado con esmero, a pesar de su última recaída. Que pocas veces se desvía de una espartana dieta de verduras y pescado hervido. Hace tiempo que no fuma los legendarios habanos. En 1985, para dar ejemplo durante una campaña contra el tabaquismo, dijo adiós a los cigarros. Y hace 10 años confesó esto a un grupo de maduras mulatas de La Habana Vieja, que le asaltó en la calle para felicitarle su cumpleaños: «Jamás imaginé que iba a vivir 70 años. Ahora, de repente, uno descubre que casi todo quedó por detrás y que la vida tiene sus límites».

Aunque energía a raudales nadie le ha negado nunca. Pero ante sus íntimos muestra su faceta humana. Hace ya más de dos décadas que su amigo Gabriel García Márquez le preguntó qué es lo que más anhelaba. «Pararme en una esquina», fue su respuesta.

La familia

Quizá gran parte de lo que representa Fidel se deba a su educación con los jesuitas. Nació el 13 de agosto de 1926 en Mayarí, provincia de Holguin. Su padre, el gallego Ángel Castro Argiz, se labró una fama de latifundista cruel. Nacido en la aldea gallega de Láncara, llegó a la isla para no dejarla poco antes de la independencia, en 1898. Tuvo dos hijos con su mujer, María Argota, antes de enamorarse de una joven que trabajaba en su casa, Lina Ruz.

Con Lina, Ángel Castro tuvo siete hijos, entre ellos Fidel. Ramón ha trabajado como ganadero en Cuba; Raúl es ministro de las Fuerzas Armadas y segundo del régimen; las hermanas, Ángela, Agustina, Juana y Enma, no se dedicaron a la política, aunque Juanita se convirtió en una de sus más feroces enemigas. «No es el mismo Fidel. El poder le matará», decía Juanita en Miami. Allí mantienen que las relaciones de Fidel con su padre fueron pésimas, que tuvo una infancia de niño pobre en una familia rica que le marcó para toda la vida. Lo indudable es que Ángel Castro le proporcionó una educación espartana y exigente con los jesuitas en los mejores colegios del país. Y también que uno de los acontecimientos más amargos en la vida de Fidel fue que no pudo despedirse de él. Murió en 1956, cuando preparaba desde México el desembarco en Cuba. Estuvieron juntos por última vez tres años antes. Su madre sí tuvo tiempo de verle triunfar, antes de morir en 1963.

Sobre la vida privada de Fidel se han escrito miles de páginas, aunque nadie sabe cuántas se ajustan a la realidad. «Es tal el pudor con que protege su intimidad, que su vida privada ha terminado por ser el enigma más hermético de su leyenda», ha dicho García Márquez. Sólo se ha casado una vez. Fue en 1948, con Mirta Díaz Balart, hermana de un compañero de universidad, una chica rica, de buena familia. Tenía 22 años. Once meses después de la ceremonia nació el único hijo reconocido, Fidelito. Aseguran en Miami que la pareja recibió un cheque del dictador Batista, al que derrocó Fidel, para gastar en el viaje de novios a EUA. Allí, en la patria del imperialismo, la tierra del enemigo histórico de Cuba, compró su primer libro de Lenin. Parece que la excesiva cercanía al dictador de la familia de su esposa precipitó el divorcio, en 1954.
Otras tres mujeres, además de su esposa, han ocupado un lugar privilegiado en su vida. Natividad Revuelta, Naty, casada con un cardiólogo, le ayudaría en su época de guerrillero, ocultándolo en su casa. Le salvó la vida. Tuvieron una hija, Alina Fernández Revuelta, que Fidel nunca ha reconocido. Una de las ‘traidoras’ más ilustres de Fidel, y más explotadas por el exilio. «Todos los males de Cuba tienen un nombre: Fidel Castro», repite en las entrevistas. Alina trabajó como modelo en la isla, y nunca ocultó sus diferencias con su padre y con el régimen. Abandonó Cuba en diciembre de 1994.

La mujer más importante de su vida fue Celia Sánchez, que permaneció 23 años a su lado. Amiga, confidente, secretaria, su relación nunca fue clara. Dicen que en su casa del barrio habanero del Vedado, el comandante en jefe descansaba de sus fatigas. En 1980, el cáncer le arrebató a su compañera.
En los últimos años salió a la luz una de sus relaciones más importantes, la que mantuvo con Dalia Soto del Valle. Maestra, se conocieron durante una de las famosas campañas de alfabetización de los años 60. Parece ser que con ella ha tenido cinco hijos varones. Sus nombres empiezan por ‘a’: Alexis, Álex, Alejandro, Antonio y Ángel.

La lucha. Luces y sombras

Hijo al fin y al cabo de la burguesía cubana, se benefició de la fortuna paterna accediendo a una educación elitista. Ya en la universidad destacó por su activa militancia política. Y fue en las aulas de la Universidad de La Habana donde nació su sueño de derrocar la dictadura de Batista con las armas. La primera de sus gestas coincidió con el centenario del héroe cubano de la independencia, el poeta José Martí. El 26 de julio de 1953, Fidel dirigió el histórico asalto al cuartel Moncada, en Santiago. Más de 60 de los 135 asaltantes perdieron la vida, en combate o ajusticiados. El joven líder fue encarcelado después de su célebre alegato ante el tribunal, que tituló ‘La Historia me absolverá’.

Después de beneficiarse de una amnistía, se exilió en México, donde preparó concienzudamente el regreso. Allí conoció al Che. Juntos se embarcaron el 25 de noviembre de 1956 en el puerto mexicano de Tuxpan en el yate ‘Granma’, junto a otros 79 combatientes. Sólo 16 llegaron sanos y salvos a las estribaciones de Sierra Maestra, donde comenzaron la guerra de guerrillas que les llevaría a La Habana tres años después. Batista huyó de Cuba el 31 de diciembre de 1958, y Castro llegó a la capital el 8 de enero de 1959.

En plena Guerra Fría, la enemistad de Washington arrojó a Fidel en brazos de Moscú. De nada sirvió que el 15 de abril de 1959 visitara EEUU durante 12 días. En febrero de 1961, un grupo de anticastristas desembarcó en Playa Girón (Bahía de Cochinos). La revuelta fracasó, pero poco después, el 3 de febrero de 1962, el presidente Kennedy ordenaba el bloqueo total de la isla.

La ‘crisis de los misiles’ contribuyó aún más a la ‘sovietización’ del comandante en jefe. En octubre de 1962, el espionaje estadounidense descubrió que la URSS preparaba en la isla la instalación de rampas de misiles. La crisis se resolvió, pero Cuba cayó en la órbita de Moscú hasta que desapareció su imperio en 1991. La Constitución de 1976 estableció que el partido comunista es «la vanguardia organizada de la nación cubana y la fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado». ¿Y Castro?: jefe del partido, jefe del Ejército, jefe del Gobierno, jefe del Estado… Y detrás de él, su hermano Raúl. Hasta hoy.

Al lado de los grandes desafíos del régimen cubano, siempre estaba Fidel. En 1969 embarcó a todo el país en la gran zafra (recogida de la caña de azúcar). Quiso que se produjeran 10 millones de toneladas de azúcar. Fracasó, sólo se obtuvieron 8,5 millones de toneladas, pero fue un récord absoluto. Envió a miles de soldados y técnicos a las grandes ‘causas internacionalistas’: las guerras de Angola y Etiopía, intentonas revolucionarias de América Latina, colaboración con el Chile de Allende, como ahora con la Venezuela de Chávez… En 1980, azuzó la crisis de los ‘marielitos’. Desde el puerto cubano de Mariel salieron en dirección a EUA decenas de miles de cubanos, muchos de ellos delincuentes comunes. Washington se vio obligado a aceptarlos. La caída del Muro de Berlín en 1989 inauguró lo que llamó «periodo especial en tiempos de paz», una serie de medidas draconianas que no han impedido una crónica crisis económica.
Y así hasta hoy. La leyenda de Castro el inflexible quedó evidenciada el 13 de julio de 1989. El general Arnaldo Ochoa, veterano de Sierra Maestra y el militar más condecorado en África, fue fusilado en un turbio caso de narcotráfico. Los líderes opositores encarcelados, desde Elizardo Sánchez a Oswaldo Payá, le restaron apoyo incluso entre la izquierda de muchos países, a la que creía incondicional. Mientras EUA endurecía el bloqueo, la ‘crisis de los balseros’ de 1994 constituyó otro duro golpe. Pero Fidel siempre aparecía de nuevo para contrarrestarlo. Por ejemplo, en 2000, de la mano del niño balsero Elián González. Su madre se lo había llevado a EUA, y su padre lo reclamaba en Cuba. Venció el padre. Venció el comandante en jefe. Ni un paso atrás…

Si en su 70 cumpleaños ya echaba la vista atrás, con más motivo lo hará ahora. ¿Qué verá Fidel? «Fidel ha conseguido todo lo que quería, y cuando esto ocurre se produce un enorme vacío». Son palabras del escritor Norberto Fuentes, un hombre del régimen que se hartó. Tanto que se embarcó junto a su esposa en una balsa. La barca naufragó, pero Fuentes consiguió salir por otros medios. Al margen de amigos y enemigos, de la Revolución y de Fidel, Manuel Vázquez Montalbán escribió lo que puede rondarle por la cabeza al líder cubano: «Tampoco es fácil llegar a la conclusión de que Fidel Castro no se haya dado cuenta de que la revolución ya no es lo que era y que, como en los boleros, representa lo que pudo haber sido y no fue o que, como en los tangos, se haya ido con otro». Sea como sea, la idea que ha estado en la mente de la mayoría durante décadas («Morirá en la cama, nadie le sacará del poder»), se desvaneció el día 19 de febrero de 2008, cuando Castro dijo adiós.

PorJosé Manuel Bustamante/Periódico El Mundo-España.

Comentarios desactivados en El Hombre y el revolucionario