Agencias/ Ciudad de México.- Hace muchos años, miles conocieron el encabezado de un periódico dominical que señalaba: “Pedro Infante no ha muerto”.

Sin embargo, el pase a los interiores de la nota del rotativo sentenciaba: “vive en el corazón de todos los mexicanos…”

Así, a más de seis décadas del accidente en Mérida, Yucatán, en el que murió el cantante cuando se desplomó el avión que él piloteaba, el mito de Infante cobró vida una vez más en el panteón Jardín, donde están sus restos.

Ayer, puestos con venta de todo tipo de parafernalia pedrística instalados en una zona de las poco más de 47 hectáreas que ocupa el cementerio de San Ángel sirvieron para que los fans del llamado Ídolo de Guamúchil dieran rienda suelta a sus recuerdos, los cuales en algunos que lo llegaron a conocer están frescos, afirmó Quiquet Pastor, ingeniero de Espinal, Oaxaca, que rememora aquel 15 de abril –cuando tenía 17 años–, en que acompañó a pie el cortejo fúnebre de Infante, escoltado por una avanzada de motociclistas por Insurgentes.

“Él sí es un ídolo que se formó solo, no como ahora en que los medios, la televisión, principalmente, inflan a los cantantes y artistas”, señala el hombre casi octogenario, de gorra de beisbolista y camiseta negra en la que se lee que Pepe el Toro es inocente. “Soy pariente del Chito Ríos, el pitcher de tremendo brazo”, afirma.

En su apogeo estaba la exhibición de fotos, carteles cinematográficos, playeras, tazas, programas de cine, émulos del actor-cantante que, guitarra en mano, entonaban los éxitos que desde hace más de seis décadas forman parte de todo buen repertorio.

Chorreadas de todas las edades se guarecieron bajo la gran lona instalada sobre una de las calzadas que se corta ante el mausoleo del tristemente célebre policía Jorge Obregón Lima, y que cobijó del calcinante sol también al escenario, que primero sirvió para que un sacerdote oficiara una misa y luego fue el tablado por donde desfilaron cantantes, mayormente de poca monta, pero que le echan enjundia a los temas que popularizó el sinaloense.

“Nada más se les permite un pieza, aunque el nieto de (Jorge) Negrete, por ser quien es, se aventó tres”, se apresuró en aclarar Mario Tinoco Cabrera, voluntario de la comisión familiar que organiza el festejo anual en el que ninguno de los intérpretes, ya mariachi, ya cantante, cobra por su participación.

A unos metros, en la fila Uno-A, frente a la fosa 52, de la sección capillas, coronada por un busto del actor, se sucedían las fotos con celular o por los peseteros. Prácticamente todos los presentes se imprimían el físico frente a la tumba de Pedrito Corazón, como la funeraria García López, aprovechando el momento, lo bautizó.

Como cada año, no faltaron los miembros de la Hermandad de Motociclistas de Tránsito, de riguroso uniforme y montados en su relucientes Harley. No es para menos, pues están agradecidos con Pedro por haberlos hecho de fama en A toda máquina y que como recuerda uno de ellos, Bernardo Gasca, el tema de Qué te ha dado esa mujer, es de hecho el himno de los motociclistas y a esa tonada Guadalupe Infante Torrentera, la hija mayor, era asediada por propios y extraños. No cesaba en repetir: “emocionada de todo corazón. ¡Gracias, gracias, a todos!”

Luego posó para la instantánea Daniel, el hijo del hermano Cruz, acompañado de su madre. Ya de retirada señaló que todo lo que tenga que ver con su tío debe de difundirse, en clara alusión a la serie de Netflix mientras que Lupita, la nieta de Pedro, duda en apuntarse en la lista de intérpretes ante el azoro por el espectáculo de su marido Sonny Kennelly, un productor de música en California.

Ya en el avance de la tarde la dotación de chelas empezó a disminuir, pero la demanda creció ante la angustia de quienes se aficionan por la beberecua. De forma salvadora apareció la blanca camioneta de don Chava, con la caja rebosante de latas del ambarino y refrescante líquido. El mariachi se aventó entonces Copa tras copa.

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