octubre 10, 2020

Isabel Miranda de Wallace: La Torturadora

‘Hay que torturarlas y torturarlos, no tenemos a quien echarle la culpa. Estos y estas, que paguen por mi hijo’.

El Silencio.
Por David Vargas Araujo/Ciudad de México.- Doña Wallace, iba y venía rápidamente por los pasillos de la SIEDO (hoy SEIDO), con documentos en mano y señalando a las personas esposadas de pies y manos. Gritando: ¡hay que darles sus chingadazos para que digan, que ellos fueron quienes secuestraron a mi hijo! Con ese grito bastaba para que en los cubículos de la SIEDO, los Ministerios Públicos y Policía Federal iniciaran con la tortura, pero no nada más de golpes y patadas. La tortura era de bolsas de plástico en la cara para asfixiarlos y toque eléctricos por todo el cuerpo. Ahí quedaban inmóvil y casi muertos los cuerpos de Cesar Freyre, Jacobo Tagle y Tony Castillo.

Doña Wallace dirigiendo la tortura, en su oficina de la SIEDO, Calderón y García Luna le habían dado una oficina amplia en la Unidad Antisecuestro. Ahí continuaba la tortura de los cuerpos desmayados, casi sin vida, ahí tirados y encadenados moviéndose por momentos como queriendo revivirse ellos mismos. Ahí Doña Wallace haciendo de la tortura su principal método para que se incriminaran a gente inocente. Y ella enriqueciéndose con su organización Alto al Secuestro. Calderón le dio un Fideicomiso por su sexenio de tres mil millones pesos.

En la PGR tenía otra oficina, se sentía como si fuera la procuradora. Su vida de ella ahí estaba. Era una policía que torturaba. Una MP que torturaba. Era una titular de la SIEDO que torturaba. Era una titular de la unidad de Antisecuestro que torturaba. Era la Reyna de la tortura y muy respetada en la PGR, en los pinos y en la SPP de García Luna.

Se llevaban a los presuntos culpables a los penales de máxima seguridad, casi muriéndose. Y Doña Wallace cargando las averiguaciones previas de los Incriminados. Llevaba los partes médicos falsos, donde no se decía que no había golpes ni rastros de tortura. Llevaba los documentos de peritajes de la CNDH que también decían que no había tortura. La PGR. La SPP. SIEDO y CNDH, todas en complicidad con la tortura y con Doña Wallace.

Pero la Señora Wallace no se conformaba con torturar a estas personas inocentes. Su odio hacia el ser humano y de tener una “credibilidad” en lo que hacía continuaba con su caso, para que el dinero del Fideicomiso que le dio Calderón siguiera fluyendo.

No se bastaba con torturar en la SIEDO. Junto a Cárdenas Palomino y García Luna iban al Penal de Puente Grande, Jalisco, para que los “presos por su hijo”, siguieran sufriendo de algo que no habían hecho. Es tan grande la patología de Doña Wallace, que entraban al penal a las celdas de castigo. Ahí de nuevo empezaba la tortura de la Policía Federal, dirigidos por Doña Wallace, estando presentes Palomino y García. Ahí en el patio le soltaban chorros de agua con mucha presión, hasta tirarlos y sentirse ahogados. Los cuerpos desmayados eran levantados por toques eléctricos en la espalda. Los presos inocentes, entre la vida y la muerte, mientras la mirada de Doña Wallace penetraba hasta los huesos.

La tortura de Doña Wallace no paraba ahí. Los internos se los llevaban desnudos y esposados de pies y manos, arrastrando por los pasillos del Centro de Observación y clasificación (COC), en donde existen celdas llamadas “las acolchonadas”. Ahí la tortura continuaba. Ahí en la puerta de la celda estaba parada doña Wallace, pidiendo a gritos: ¡que se mueran estos desgraciados¡ No se cansaba de ordenar, no se cansaba de gritar, no se cansaba de agarrarse los cabellos, su boca quedaba seca de tanto grito. Su vida de Doña Wallace en Puente Grande, donde salía y entraba cuando quería. La tortura no paraba. Los cuerpos inermes de los presos eran arrastrados nuevamente al patio para seguir con ese calvario de los internos inocentes. Doña Wallace ahí sentada en las banquitas de cemento del patio. Estaba con una sonrisa maligna, con una boca que soltaba palabras que solo ella escuchaba. Hablaba sola. Movía sus manos. Veía como los torturados se morían y vivían por ratos. Doña Wallace en pleno gozo.

Doña Wallace premiada por Calderón. Premio Nacional de los Derechos Humanos. Lo que hace el dinero, la fabricación de culpables y el autoritarismo de la derecha. Premiar a una torturadora.

Esto que hoy narro. Fue platicado por los torturados en Puente Grande. Fueron esas pláticas que lo matan a uno. Porque uno sabe que es la tortura y duele mucho y sigue doliendo.

Hoy la ONU ya emitió una recomendación, y Doña Wallace se defiende diciendo: que no hay tortura. Que las heridas se las hizo Brenda Quevedo. Doña Wallace y su impunidad que se empieza a derrumbar.

Lo de Brenda Quevedo, es otra historia. También lo de Florence Cassez e Israel Vallarta donde estuvo presente en la tortura Doña Wallace la torturadora. Eso lo escribiremos pronto.

@DavidVargasA18

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