Agencias, Ciudad de México.- Centenares de personas rindieron tributos y recordaron el primer aniversario de la mortal estampida en un estadio de Indonesia, hace exactamente un año, que dejó 135 muertos y más de 500 heridos durante un partido de fútbol, una de las mayores tragedias de la historia reciente del deporte global.

El 1 de octubre de 2022, 135 personas, entre ellas 33 menores de edad, perdieron sus vidas debido a una estampida generalizada después de que hinchas del club Arema FC se enfrentaran a las fuerzas de seguridad, que respondieron usando sus porras y lanzando gases lacrimógenos -prohibidos por la FIFA- y cundió el pánico.

Los trágicos hechos permanecen vivos en la memoria de los residentes de la ciudad de Malang, en la región indonesia de Java Oriental, quienes han organizado diversas celebraciones para recordar sus muertos y clamar justicia.

Centenares de motociclistas condujeron esta tarde durante cerca de 22 kilómetros hasta el estadio de Kanjuruhan, escenario de la catástrofe, portando banderas negras en recuerdo a los fallecidos.

Asimismo, más y más personas empezaban a congregarse a las puertas del complejo deportivo para una velada de cánticos y rezos en homenaje a las víctimas, que en su mayoría perecieron por asfixia y fracturas cuando intentaban huir del estadio y encontraron las salidas y vías de escape cerradas.

A partir de las 22.12 hora local (15.12 GMT) -momento exacto en el que se lanzaron las primeras bombas de gases lacrimógenos- tendrán inicio las rondas de oraciones por los muertos.

“Después de orar, planeamos abrir la puerta 13 del estadio. Es una señal de que hemos dejado ir a los espíritus de nuestros amigos que fueron víctimas de la tragedia del Kanjuruhan”, dijo a EFE el coordinador de la Comunidad Aremania, que reúne los hinchas del Arema FC, Dyan Berdinandri.

La catástrofe del estadio Kanjuruhan de Malang se produjo cuando decenas de hinchas del Arema FC irrumpieron en el césped tras la derrota del Persebaya Surabaya y fueron duramente reprimidos con violencia por la Policía, que arrojó bombas de gas contra la multitud y provocó una estampida.

Las imágenes de la tragedia dieron la vuelta al mundo y las autoridades indonesias rápidamente anunciaron una extensa investigación para esclarecer los hechos y castigar a los responsables, ya que la Policía ha sido acusada de negligencia y exceso de fuerza.

Pero un año después, poco o nada ha cambiado.

Pese a las exhaustivas pesquisas, a día de hoy tan solo cinco personas han sido juzgadas y condenadas por su implicación en los sucesos, entre ellas tres policías, el jefe de seguridad del estadio y el presidente del club Arema.

Organizaciones activistas y las familias de las víctimas denuncian que el proceso y la investigación “nunca llegaron” a los altos mandos de la Policía, mientras persisten las batallas legales para asegurar los derechos de los heridos y castigar “de forma ejemplar” a todos los responsables del incidente.

“El proceso legal relacionado con las fuerzas de seguridad que lanzaron gases lacrimógenos aún no ha llegado a sus líderes a nivel de mando”, dijo en una rueda de prensa el director ejecutivo de Amnistía Internacional Indonesia, Usman Hamid.

“Esto es inaceptable, y las familias de las víctimas que murieron y de los que resultaron heridos merecen justicia y una rendición de cuentas adecuadas”, agregó.

Por su parte, los residentes de Malang han demostrado su rechazo a los planes del Gobierno de demoler el estadio Kanjuruhan, pues abogan que el espacio se convierta en un museo y local de recuerdo para honrar la memoria de las víctimas y evitar que tragedias así caigan en el olvido.

“Desde el principio queríamos que las instalaciones del estadio Kanjuruhan se utilizaran como museo y monumento. Además de conmemorar el incidente, la idea es que el museo cuente una cronología de la tragedia”, explicó Berdinandri.

Asimismo, poco se ha avanzado en materia de fiscalización y seguimiento en los estadios indonesios de los estrictos protocolos de seguridad establecidos por la FIFA, así como en las tácticas empleadas por la Policía a la hora de contener los habituales altercados callejeros en el país.

Ese conjunto de factores ha generado inquietud en la comunidad internacional, ya que Indonesia se prepara para acoger el Mundial Sub-17 de fútbol, que arranca el próximo 10 de noviembre.

En ese sentido, Amnistía Internacional expresó su preocupación con la “repetida violencia por parte de la Policía” indonesia y criticó el constante “uso de fuerza excesiva, especialmente el uso de gases lacrimógenos, en el desempeño de sus funciones”.

“No ha habido ningún cambio significativo desde esa terrible tragedia” en Malang, matizó el director de la entidad.

El presidente indonesio, Joko Widodo, encargó una auditoría de todos los estadios del país después del desastre, lo que llevó a mejorar algunos recintos que acogerán en noviembre el Mundial Sub-17.

El escenario de la estampida de hace un año estaba destinado a la demolición, pero solo se han desmontado los quioscos y tiendas de su entorno.

En el día de la tragedia se vendieron 42.000 entradas, cuando la capacidad del estadio era de 38,000, según un ministro.

Además, los testigos aseguran que la anchura de las puertas del campo solo permitía el paso a dos personas y que algunas estaban cerradas cuando se produjo la catástrofe.

Arya Sinulingga, miembro del comité ejecutivo de la federación PPSI, asegura que en la renovación de los 22 estadios se están introduciendo mejoras de seguridad y medidas para el control de multitudes.

También están formando a los organizadores de partidos para cumplir los requisitos de la FIFA. “No queremos que el mismo incidente ocurra de nuevo en Indonesia”, dice Sinulingga a la AFP.

Pero para Sanjoyo, “las condiciones de seguridad de los estadios como las desea la FIFA están todavía lejos de las expectativas, especialmente en los estadios que no se preparan para el Mundial sub-17”.

La federación PSSI raramente menciona la tragedia. “Thohir siente que no tiene la obligación de resolver el caso de Kanjuruhan”, afirma Sanjoyo.

Después de dos meses de suspensión, la PPSI reanudó los partidos de liga y luego pagó 5 millones de dólares para llevar a la selección argentina campeona del mundo para un amistoso en Yakarta en junio.

“Con suerte, el fútbol indonesio ha tomado una mejor dirección”, dice el comentarista y ex seleccionador nacional de fútbol sala Justinus Lhaksana. “Se han hecho esfuerzos de todas las partes para alcanzar un clima deportivo favorable”.

Por ejemplo, la solidaridad entre aficiones aumentó desde la tragedia y los seguidores son más conscientes de su seguridad, dice Pangeran Siahaan.

Pero, aunque se ha prohibido la presencia de la afición visitante en muchos partidos debido al temor de violencia de los grupos ultras, han estallado peleas entre hinchadas rivales.

En febrero, la policía intervino con gases lacrimógenos contra unos aficionados que intentaban entrar a un estadio donde se prohibió su entrada. No hubo heridos, pero el incidente reavivó viejos fantasmas.

“Solo espero que las víctimas sean siempre recordadas y esto sea un desencadenante para que el clima deportivo sea mejor”, dice Lhaksana.

“No dejemos que pase otra vez, no dejemos que hayan muerto en vano”, desea.

El grupo de investigación pidió la dimisión de la directiva de la federación pero, semanas después, su presidente Mochamad Iriawan apareció jugando a fútbol con el presidente de la FIFA, Gianni Infantino.

Iriawan, ex jefe policial de Yakarta, rechazó dimitir y agotó su mandato. El club local, Arema FC, recibió una multa de 250 millones de rupias (16,420 dólares) y dos funcionarios fueron inhabilitados de por vida.

El nuevo presidente de la federación, Erick Thohir (un exministro millonario, miembro del Comité Olímpico Internacional y ex propietario del Inter de Milán), declaró un nuevo capítulo en el fútbol indonesio.

Pero otros, como el crítico Pangeran Siahaan, no están de acuerdo.

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