Agencias/Washington.- Había una asimetría fundamental anoche para el ejercicio del debate, debido a que uno de los participantes no tenía nada veraz que ofrecer, Donald Trump es un “matón vacuo”, consideró en su editorial el periódico The New York Times.

La palabra “debate” se utiliza para un ejercicio que involucra a dos candidatos que dan sus discursos de campaña, pero cuando sólo uno de ellos es serio mientras el otro es un “matón vacuo”, el término pierde significado, apunta NYT.

La confrontación entre Trump y Clinton anoche era un espectáculo, indica el diario, por tener la misma audiencia del Super Bowl.

El “debate del siglo”, dijo The Drudge Report, cita NYT, la promoción era bastante buena dado las encuestas cerradas y la cercanía de las elecciones, indica.

Durante su participación en el mismo escenario permitió establecer que han sido a lo largo de su campaña, opinó NYT.

De pie, interrumpiendo, gritando, tirando palabras, trabajo y terrorismo, el TLCAN y China, todo es terrible, repitió Trump, indicó el diario.

Conforme avanzó el debate el republicano tuvo que esforzarse para competir contra alguien que se mostró más serena y preparada que cualquiera de los contrincantes que enfrentó en las primarias, apunta el NYT.

Noventa minutos han sido insuficientes para que Trump redimiera su candidatura, según el diario.

El candidato no cumplió con las expectativas que desde el inicio eran bajas. Ha mentido compulsivamente desde que inició la campaña y anoche volvió a ser pillado en lo mismo.

Un conjunto más atractivo y competente de candidatos en las primarias pudo haber detenido esto, señala la editorial. Un partido republicano responsable, que tomara en cuenta el interés nacional, apunta.

En este año, el campo republicano fue dado al peor de lo peor, agrega NYT. Es absurdo que el destino de la raza y el futuro de la nación esté basado en un ritual de televisión de 90 minutos contaminado por falsedades, señaló NYT.

Anoche, dos frases definieron el debate entre Clinton y Trump. Una, de James Fallows, corresponsal político de la revista ‘The Atlantic’, y de orientación demócrata: “Hoy, Hillary ha conseguido todo lo que podía haber soñado”. Otra, del gobernador republicano del estado de New Jersey, Chris Christie: “Claramente, siempre hay posibilidad de mejorar”.

Así pues, Clinton ganó de forma clara, algo que parecía improbable por tres razones. Una, porque, si Clinton es un animal político, Trump lo es televisivo. Y dos, porque en el primer debate los candidatos menos conocidos tienden a ganar, producción del debate. Y tres, porque las expectativas eran tan bajas con Trump que cualquier propuesta un poco innovadora que hiciera iba a ser considerada como un éxito político.

Pero Trump falló. Clinton se refirió a él como “Donald” -algo que el empresario, que exige a sus colaboradores que le llamen “señor Trump”, detesta-, y logró que éste cayera en sus trampas dialécticas, enredándose con la cascada de declaraciones contradictorias que éste ha realizado no sólo desde que entró en política, sino que desde que hace tres décadas se convirtió en una ‘celebrity’.

Trump no tuvo ninguno de sus ataques de ira. Pero el moderador, Lester Holt, le mandó callar 30 veces, contra 19 de Hillary. La demócrata estuvo presidencial y, a veces, hasta rozó el tono de estadista, como cuando aseguró a los aliados de Estados Unidos que su país no abandonará sus compromisos de defensa con ellos, como propone Trump si éstos no aumentan su gasto en defensa.

Ahora bien: la prensa y los expertos han dado perdedor a Trump en muchos debates y aquí está, no sólo de candidato republicano, sino cerquísima de Clinton. Su popularidad ha roto los esquemas. Es como un partido nuevo, un Podemos, o un UKIP, y en esos casos las encuestas y la sabiduría convencional no sirven.

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