Agencias/Ciudad de México.- La antigua ciudad de Kasgar, ubicada en la región noroccidental de Xinjiang, solía ser un oasis en la ruta de la seda y, más recientemente, un centro de atención debido a la campaña antiterrorista del gobierno chino contra la población uigur, mayoritariamente musulmana, de la zona. Sin embargo, hoy en día, Kasgar vive un resurgimiento sorprendente como destino turístico, gracias a una estrategia gubernamental que busca convertir esta región en un paraíso turístico. Este artículo analiza en profundidad esta transformación y las complejas dinámicas en juego.

En una visita reciente de la AFP, miles de turistas, en su mayoría chinos, llenaban las calles de Kasgar, sumergiéndose en una versión mercantilizada de la cultura uigur. Guiados por nativos uigures, compraban pañuelos de seda y panecillos locales, mientras se maravillaban con la arquitectura única de la ciudad vieja. Esta celebración del folclore contrasta con las políticas gubernamentales, como la prohibición del velo islámico o la demolición de gran parte del casco antiguo.

El gobierno chino ve en el turismo una oportunidad para desarrollar Xinjiang, una región rica en recursos pero históricamente pobre. La estrategia ha ganado impulso, especialmente con el fin de las restricciones por la pandemia. El presidente Xi Jinping instó a mostrar una “nueva atmósfera de apertura y confianza de Xinjiang”. Se planea invertir cerca de 100 millones de dólares en 2023 en promoción turística, más del doble que en 2019. Además, se han anunciado proyectos que incluyen hoteles de lujo, campamentos turísticos y rutas ferroviarias.

El turismo también brinda a China la oportunidad de abordar las críticas sobre sus políticas en Xinjiang. Activistas, investigadores y exiliados uigures han denunciado abusos sistemáticos en la región, como detenciones masivas, trabajos forzados y controles de natalidad. Sin embargo, las autoridades chinas afirman que la vida mejora en Xinjiang y que la religión es “armoniosa y afable”.

A pesar de la apertura turística, fuera del circuito turístico persisten restricciones a la práctica religiosa islámica. Se prohíben actividades religiosas como el rezo en ciertas áreas y mezquitas abandonadas muestran un paisaje cambiado, desprovisto de sus elementos islámicos. Los campos de detención ilegales para musulmanes también son motivo de preocupación, a pesar de los esfuerzos por ocultarlos.

El renacimiento turístico de Kasgar y Xinjiang en general plantea preguntas cruciales sobre la transformación de una región marcada por la represión. A medida que China busca proyectar una imagen de apertura y prosperidad, las cicatrices de su controvertida historia siguen siendo evidentes. La realidad detrás del turismo y las políticas gubernamentales continúa generando preguntas importantes sobre los derechos humanos y la preservación de la cultura uigur. A medida que más turistas visitan Xinjiang, es esencial que la comunidad internacional siga vigilando de cerca la situación en esta región en evolución.

Con información de: Yahoo

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