Agencias/ Ciudad de México.- ¡Qué locura pensar que las mujeres hacemos cosas! En pleno siglo XXI, parece salvaje esta noción. ¿Qué hacemos las mujeres? O más bien, ¿qué no hacemos?

Y cuando las mujeres hacen cosas, ¡es noticia! Debería serlo. Mujer amamanta en público a su hijo. Niña gana medalla de oro en la categoría de patinaje femenino. Mujer enfrenta autoridades de maratón y corre junto a hombres. ¡Loca!

La historia de la primera maratonista en Boston en 1967, Kathrine Switzer, es un conocido ejemplo de que las reglas, no porque existan y hayan sido impuestas hace decenas de años por hombres (considerando que eran los únicos ocupando puestos directivos) sean lo correcto o haya que seguirlas.

La selección nacional femenil de Noruega en balonmano protestó contra una medida que les imponía usar un uniforme tipo bikini con el cual no se sentían cómodas y por el contrario, dicen que las sexualiza.

La Federación Europea de Balonmano al conocer esta protesta, en lugar de cuestionar las reglas también, hicieron lo opuesto, pero lo que por siglos se ha hecho contra las mujeres que alzan la voz: castigarlas. Incluso, la misma Federación Internacional de Balonmano ha admitido que no sabe las razones por las cuales se emitieron esas reglas sobre los uniformes para las atletas de balonmano.

Pensaría que todos escuchamos el mensaje de las noruegas, medallistas de Bronce en Río 2016, y celebramos que hayan puesto sobre la mesa la posibilidad de que cada mujer elija qué vestir para sus competencias o prácticas. Que todos entendimos que no buscan imponer su concepto de comodidad o estética sobre el resto de los equipos y que ni siquiera están inventando otro vestuario que no sea el mismo que usan sus compañeros hombres.

Ese pensamiento se detuvo hasta que aparecieron las fotografías y algunos titulares de los medios de comunicación o las agencias de información en sus coberturas de Tokio.

A la derecha, Bruno Oscar Schmidt, de Brasil; a la izquierda, Mariafe Artacho del Solar de Australia, ambas fotografías fueron tomadas en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y distribuidas por Getty Images

Recién, una agencia internacional distribuía unas fotografías de unas atletas de voleibol de playa tomadas en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Esto no podía saberse, a menos que leyeras el pie de foto, pues lo único que salía en las fotografías eran: un zoom al trasero de una atleta, cuyo bikini solo tenía la marca de la prenda, y una mano reposando en la cadera con un balón de voleibol. ¡Hasta una fotografía de stock que generalmente se usan para publicidad te dice más que eso! (o te muestra a la mujer completa).

En otra imagen aparecían los muslos de la atleta, mientras se sacudía a la misma altura arena de sus manos y veíamos su bikini de frente y parte del torso. No más. No sabemos quiénes son si no leemos el pie de foto. No vemos sus rostros, ni siquiera las vemos en acción, vamos. Si las sacamos de contexto, pensaríamos que hasta son modelos.

En una fotografía aparece el logo de los Juegos Olímpicos hasta el fondo y desenfocado pero tampoco hay forma de saber que es Tokio, 2021. Puede ser de hace 20 o 40 años, pero no más porque hasta antes de 1960, los uniformes debían ser solo unos centímetros por arriba de la rodilla.

Esas mujeres que han practicado posiblemente desde su niñez, quizás siete horas diarias, yo calculo, que han llegado por sus propios méritos y trabajo duro a practicar el deporte elegido, son retratadas solo como “partes de cuerpo” que serían consideradas como “agradables a la vista”.

Esta práctica se llama cosificación de la mujer, que es sexismo en los medios y no solo tiene un impacto en las atletas, sino también en quienes consumen estas imágenes porque el mensaje que mandan, es uno en que las deportistas son objetos a disfrutar, no agentes de acción, según la Guía de Perspectiva de género en el periodismo deportivo. Para una información deportiva libre de estereotipos (2021) de la ONU.

A la derecha, Josué Gaxiola del equipo de voleibol de playa de México en Tokio 2020; a la izquierda, Rebecca Cavalcanti, del equipo de Brasil en la misma disciplina, durante el Circuito Mundial de Voleibol de Playa FIVB en Tokio 2019, evento de prueba de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 | Ambas fotos distribuidas por Getty Images

Esas mujeres que han practicado posiblemente desde su niñez, quizás siete horas diarias, yo calculo, que han llegado por sus propios méritos y trabajo duro a practicar el deporte elegido, son retratadas solo como “partes de cuerpo” que serían consideradas como “agradables a la vista”.

Esta práctica se llama cosificación de la mujer, que es sexismo en los medios y no solo tiene un impacto en las atletas, sino también en quienes consumen estas imágenes porque el mensaje que mandan, es uno en que las deportistas son objetos a disfrutar, no agentes de acción, según la Guía de Perspectiva de género en el periodismo deportivo. Para una información deportiva libre de estereotipos (2021) de la ONU.

Viktoria Orsi Toth, del equipo de voleibol de playa de Italia, limpia sus manos de arena en un partido contra Australia en los Juegos de Tokio 2020. | Foto: AFP via Getty Images

Porque además la información que vemos es la misma de siempre: son cuerpos que entran en los estándares más aceptados y celebrados de belleza.

Los cuerpos que no entran en esta categoría “aceptable” para mirar, han sido duramente criticados en las competencias por no lucir como nuestro concepto repetitivo de cuerpos atléticos o delgados, como si automáticamente esas características fueran sinónimo de fortaleza olímpica y salud.

En una comparación más evidente: cuando las atletas noruegas recibían su multa, la atleta paralímpica Olivia Breen con parálisis cerebral recibió un comentario sexista por parte una oficial de England Athletics. La funcionaria le dijo a Breen durante una prueba que debía conseguir unos shorts más largos porque su vestimenta era “demasiado corta e inapropiada”. Y aquí entramos a un discurso capacitista es decir, la discriminación de las personas con discapacidad-.

Ninguna mujer debe ser cosificada o tratadas como si no fueran personas multifacéticas con distintos propósitos mas que el de ser un espectáculo agradable para ver.

“Partimos desde el momento en que se produce la imagen y quién la produce. El fotógrafo sí tiene una responsabilidad y juega un papel muy importante en que se nos siga viendo a las mujeres como pedazos de carne que compiten y no como atletas de alto rendimiento que están en una competencia internacional”, dice Greta Rico, fotógrafa documental mexicana y Maestra en Estudios Feministas por la Universidad Autónoma de México – Xochimilco.

Pero esas omisiones de no fotografiar a todos los cuerpos de la misma forma son la prueba perfecta de que esos ángulos no son accidentales, sino enteramente sesgados por prácticas y enseñanzas en la fotografía del periodismo deportivo machistas, racistas, capacitistas, nada actualizadas ni cuestionadas internamente, repetidas hasta el cansancio y totalmente retrógradas que cumplen muy poco con un fin informativo.

Joana Heidrich, del equipo de voleibol de playa de Suiza durante los Juegos de Tokio 2020. | Fotos: Getty

Volver a los estereotipos

Las mujeres durante siglos hemos sido consideradas solo como un atractivo más al paisaje, no-haciendo-cosas, solo posando, estando ahí, luciendo lindas.

“Estas construcciones desde el enfoque y la mirada masculina han generado un mito de la mujer, no solo es que se forme un estereotipo así, sino que muchas veces esas representaciones también violentan a las mujeres porque son mensajes que constantemente nos están diciendo que estamos mal, en la medida en la que se genera un imaginario colectivo de la mujer; de la misma manera la sociedad y la cultura va generando buenas mujeres y malas mujeres”, explica Greta también.

A nivel internacional existe la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, celebrada en 1995 y adoptada por la ONU que, entre otros puntos a favor de los derechos de la mujer, insiste en que los medios deben suprimir la proyección constante de imágenes negativas o en papeles tradicionales que resulten restrictivos y por otro lado, ofrecer más historias de la aportación de las mujeres y sus distintos estilos de vida.

Y aunque vemos y sabemos que las mujeres deportistas hacen-cosas, el mundo sigue enfocando sus piernas estáticas y su bikini o a su trasero y a un balón. Y ahora que las mujeres están protestando, solo las estamos mirando. ¿Por qué no les estamos poniendo atención? Ya lo decía la banda de riot grrrl, X-Ray Spex: “Algunas personas piensan que las niñas deben ser vistas, pero no escuchadas”.

“La representación crea cultura. Nosotras como mujeres cuando éramos niñas, al ver cómo se representaban las mujeres en las novelas, en las películas o en el arte, nosotras vamos asimilando que culturalmente eso nos toca ser o no ser”, analiza Greta Rico. Ella desde su mirada y trabajo documental con enfoque de género intenta combatir el discurso que mira a las mujeres que retrata como solo “pedazos de cuerpos”.

Y en el debate de ¿qué fue primero? Me surgen las siguientes dudas: ¿quién sexualizó primero? ¿la ropa? ¿los cuerpos? ¿las personas fotógrafas? ¿los medios? ¿las personas espectadoras? ¿la sociedad? ¿Todos? Puede ser, no hay una respuesta clara pero sí hay peticiones directas.

Importa poco la respuesta correcta cuando son las deportistas las que expresan sentirse incómodas con los trajes impuestos y deben usarlos mientras tienen un reflector mundial e histórico sobre ellas. Importa poco cuando seguimos hablando de o fotografiando sus aspectos físicos en lugar de concentrarnos en sus habilidades atléticas o su contexto.

(Derecha)En primer plano, Adrian Heidrich, de Suiza e un partido contra Italia. | (Izquierda) Bruno Oscar Schmidt, de Brasil en un partido contra Polonia. | Ambos fueron tomadas en Tokio 2020 | Fotos: Getty Images
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