Rodulfo Reyes
Raymundo Riva Palacio, uno de los periodistas más informados de México, acaba de revelar ejemplos concretos del negocio de las encuestas en temporada electoral. En Tabasco abundan casos como los que refiere el autor de la columna Estrictamente personal.
Los primeros síntomas de la desacreditación del instrumento se dieron en la jornada presidencial de 2000, “cuando al registrar unas mediciones la ventaja de Vicente Fox sobre Francisco Labastida, hubo quien corrió al PRI para canjear la censura del estudio por canonjías”, asevera el influyente analista.
“Más adelante surgió la publicación de encuestas que nadie sabía quién había hecho, que eran difundidas por periódicos influyentes en la Ciudad de México que siempre beneficiaban a los candidatos del PRI o al gobierno. Luego, vino un brinco a la sofisticación”, establece.
“Lo más aberrante, por lo impúdico –narra–, se dio en las elecciones intermedias de 2015, cuando dentro de periódicos de ‘prestigio’ se instauraron como modelo de negocio encuestas a modo”.
En seguida revela que este problema tuvo “momentos de tensión” entre cliente y proveedor, “como sucedió en el caso de un candidato de oposición que pagó por una encuesta que nunca salió publicada”, cuyo reclamo quedó registrado en pláticas de chat; “el vendedor le dijo que había habido un problema técnico, pero que se la reponía gratuitamente con otra encuesta, de cualquier candidato que le indicara”.
En su entrega del 28 de mayo, el articulista de El Financiero señala: “Aunque en los últimos años el Instituto Nacional Electoral ha buscado tener un control claro sobre el uso de las encuestas, como solicitar metodologías y bases de datos de los estudios de las empresas, así como de manera particular que se entregue toda la documentación sobre quién pagó el ejercicio, todavía hay lagunas en las cuales varios mercenarios en los medios de comunicación están actuando sin escrúpulos en estas campañas electorales”.
El influyente analista comenta un caso reciente: “un funcionario de un medio habló con el equipo de un candidato para decirle que su última encuesta le daba muy buenos resultados, pues había ampliado de manera significativa su ventaja sobre el tercer lugar. Pero, alegó, como lo suyo era el negocio, necesitaba que le pagaran cuatro millones de pesos. La propuesta fue rechazada y cuando se publicó la encuesta, quien originalmente estaba en tercer lugar, ya figuraba en segundo”.
En otro hecho, donde el medio tenía una mayor difusión, agrega Riva Palacio, el costo de la publicación de la encuesta era de 10 millones de pesos. “A quien se buscaba extorsionar rechazó igualmente la propuesta y, como en el caso anterior, el segundo lugar que tenía se convirtió en tercero”.
El columnista dice desconocer cuántos casos más hay como esos, y apunta que “las casas encuestadoras establecidas y con larga trayectoria han enfrentado críticas en los últimos años porque los resultados finales no coincidieron con lo que venían registrando, pese a la insistencia sistemática de que una encuesta no pronostica cómo van a votar los electores”.
En su columna de ayer, Riva Palacio asegura que la encuesta real sobre el posicionamiento de los candidatos presidenciales pone a Andrés Manuel López Obrador 12 puntos arriba del priísta José Antonio Meade y 13 del panista Ricardo Anaya.
En la jornada para gobernador de Tabasco, la distancia entre el primer y segundo lugar en las preferencias ya es menor a los diez puntos, según fuentes de primer nivel.