Texto Periódico El Mundo/Madrid.- La Gran Mancha Roja de Júpiter es una gigantesca tormenta. La más grande del Sistema Solar. Tan enorme que supera en tamaño a la Tierra. Y tan violenta que en su interior soplan vientos a cientos de kilómetros por hora. Un estudio que ahora publica la revista Nature indica que este fenómeno, además, puede actuar como calentador y ser el responsable de que la fracción de la atmósfera situada justo encima de esta perturbación esté más caliente que cualquier otro lugar sobre la superficie del planeta, difundió el periódico El Mundo
La temperatura en la parte más externa de las atmósferas de los planetas gigantes pertenecientes al Sistema Solar -como Júpiter- sería mucho menor de lo que en realidad es si el Sol fuese la única fuente de calor. “La alta temperatura de algunas capas de la atmósfera de Júpiter, que puede acercarse a los 1.000 ºC, no se sabe explicar bien hasta ahora: depende de la radiación solar, del calor inyectado por las partículas energéticas que entran desde la magnetosfera y de la disipación de la turbulencia y de las ondas de gravedad interna. Pero los modelos basados en estos mecanismos tan solo explicaban unos 200 grados”, explica Rafael Bachiller, director del Observatorio Astronómico Nacional y académico de la Real Academia de Doctores de España.
Precisamente, estos dos últimos parámetros -turbulencia y ondas de gravedad- son el eje del estudio que ha llevado a cabo el equipo de James O’Donoghue, investigador de la Universidad de Boston (Estados Unidos). Según sus datos, la gran tormenta que azota Júpiter altera su atmósfera y, como resultado de la compresión y distensión del aire, se generan ondas acústicas que disipan parte de su energía en forma de calor al chocar con las conocidas como ondas de gravedad, que se producen cuando un fluido sometido a una fuerza trata de volver a su estado de reposo -como las olas del mar-. Un proceso que ya se ha observado en la Tierra, por ejemplo, sobre la Cordillera de los Andes. “Sobre tormentas, montañas e, incluso, tsunamis y erupciones volcánicas podemos esperar turbulencias a gran escala. Y donde pueda haber turbulencias, puede haber este tipo de ondas y, por tanto, calentamiento”, cuenta James O’Donoghue a ese rotativo.
Este trabajo pone de manifiesto el diálogo existente entre diferentes regiones de la atmósfera, como indica Agustín Sánchez, del Grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco: “Según los autores, la fuente de calor en la alta atmósfera son las ondas acústicas generadas en la baja atmósfera por procesos de turbulencia o convección, como las tormentas”. De hecho, el calor utiliza diferentes mecanismos para alcanzar cada punto del planeta. “Júpiter tiene un núcleo muy caliente; el calor procede principalmente del momento en que se formó el planeta, aunque puede haber otros procesos. Ese calor interno se propaga desde el núcleo hacia la atmósfera por convección -en la parte más interna- y mediante ondas de gravedad -en la parte más externa-“, explica Bachiller.
Cabe preguntarse si sería posible aprovechar las ondas acústicas generadas en las tormentas como fuente alternativa de energía, aunque sea en la Tierra. O’Donoghue lo niega, tanto por motivos logísticos -deberían crearse estructuras con una altura de 100 kilómetros- como puramente físicos: “Hay poca energía allí arriba porque la atmósfera es muy fina, así que habría pocas probabilidades, económicamente”. Júpiter, de nuevo, tan fascinante como inabarcable.
Por Marcos Barajas Diego-El Mundo-España.