Agencias/Ciudad de México.- Un país se gasta un caudal de millones para presumir de una magna cita deportiva al resto del mundo. Ese dinero le permite mostrar autoridad dentro sus fronteras y afuera. Y si la competición sale bien, quizás sirva para maquillar las falencias de ese país.

Se trata de un patrón que ya se ha visto en China, Rusia, Qatar y otros países.

Este mes en Budapest, los reflectores apuntarán a Hungría, un país gobernado por un primer ministro con tendencias autoritarias y un cuestionable historial de derechos humanos. El más reciente empeño de Hungría para hacerse notar en el escenario internacional arranca el sábado, jornada inaugural de los nueve días del campeonato mundial de atletismo.

A un costo de casi 700 millones de dólares, el resplandeciente Centro Nacional de Atletismo, en la orilla izquierda del río Danubio, recibirá a más de 2,000 atletas de 200 países.

Algunos lo ven como una iniciativa del primer ministro Viktor Orbán para apuntalar la imagen del país ante los ojos del mundo, como muchos otros gobernantes han hecho en años recientes al albergar la Copa Mundial de fútbol, los Juegos Olímpicos y otras justas deportivas.

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Otros interpretan el empeño del gobierno derechista en ser anfitrión de un carísimo evento deportivo — en un país de 9,7 millones de habitantes — como una muestra de corrupción y exceso, una distracción a su opaco historial en los derechos humanos, la fragilidad de su democracia y tener la tasa de inflación — 17,6% en julio — más alta de la Unión Europa este año.

Janos Kele, un retirado periodista deportivo y actual miembro del partido opositor Momento, dice que Orbán y su partido Fidesz han puesto un énfasis particular en el deporte para proyectar firmeza y capacidad ante los votantes húngaros, y — como otros sistemas autocráticos — reforzar su imagen internacional.

“En medio de las dificultades económicas y políticas que estamos viviendo ahora mismo, semejantes elementos propagandísticos pueden distorsionar en algo la realidad y brindar una sensación de prosperidad”, dijo. “Estos sistemas políticos quieren adquirir legitimidad social e internacional”.

Orbán se ha transformado en un poderoso líder derechista en un país que, tras la transición a la democracia en 1990, ha procurado abrirse paso en las democracias liberales del Oeste. En años recientes, la UE ha abierto varios procesos legales contra el gobierno por sus políticas contra los solicitantes de asilo y los derechos de la comunidad LGBTQ+, y por no cumplir con las normas del estado de derecho.

Autoproclamándose como un campeón de los valores de la familia y la cultura cristiana, Orbán ha promulgado leyes que restringen hablar de homosexualidad a los menores de 18 años y prohíben el contenido LGBTQ+ en las escuelas y los medios de comunicación, incluyendo televisión, cine, publicidad y literatura. El gobierno impuso recientemente cuantiosas multas a las librerías que comercializan literatura sobre homosexualidad sin estar envuelta en un empaque que advierta su contenido.

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Nikki Hiltz, una corredora de 1,500 metros que se identifica como transgénero y no binaria y que competirá en el Mundial de Budapest, dijo que los estándares sobre derechos humanos deben recibir un mayor énfasis a la hora de evaluar si un país debe ser anfitrión de una competición deportiva internacional.

“Hay deportistas queer en todos los deportes. Es una lástima que sigan ganando todas estas candidaturas”, dijo Hiltz. “Mi deseo es que, para que puedas ser sede de un campeonato, tienes que cumplir con esto y aquello, esta prueba de diversidad e inclusión, o lo que sea. Desafortunadamente, ese no es el caso”.

Sebastian Coe, el presidente de la federación internacional de atletismo, dice que si bien algunos países que cuestionables credenciales sobre derechos humanos y democracia aprovechan el deporte para mejorar su imagen, albergar esas competiciones redunda beneficios a la población.

¿Hay países que se aprovechan del deporte? Desde luego que sí. Cada país busca mostrarse mediante el deporte”, comentó Coe. “Lo que les puedo decir que es que nunca ha estado en un deporte que ha ido a un lugar, particularmente en sitios complicados, donde esa sociedad acabara peor en lo político, cultural y social”.

Entre los nombres de las estrellas a seguir están el de la velocista Shelly-Ann-Fraser-Pryce, una de las atletas más destacadas que en Budapest 2023 busca su sexta corona en los 100 metros.

Por otro lado, está el estadounidense Fred Kerley, cuyo desafío es convertirse en el primer hombre que logre retener el título del hectómetro desde Usain Bolt en 2015.

En el Mundial de atletismo 2023 también estará presente la reina del triple salto, Yulimar Rojas, quien busca romper la barrera de los 16 metros, así como la campeona olímpica de los 100 metros vallas, la puertorriqueña Jasmine Camacho-Quinn, quien intentará conseguir el oro de campeona del mundo que le falta en su palmarés.

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