Agencias/ Ciudad de México.- Resulta muy llamativo que en una institución de la categoría del Fútbol Club Barcelona, tan acostumbrada a la gloria sobre el terreno de juego, la muy convulsa situación deportiva que se lleva viviendo no ya esta temporada, sino en las anteriores, no sea la principal de sus preocupaciones.

Podría pensarse que el devenir errático de la sección de fútbol masculino, que este año deberá conformarse con una triste Copa del Rey (para cualquier otro, un éxito increíble; para los culés, una miseria), se compensa por el buen hacer de otras secciones de la entidad, pero no: aunque duela reconocerlo, son una minoría los aficionados que le hacen el menor caso al baloncesto, o al balonmano, o al femenino, incluso cuando consiguen algún logro estratosférico. No, no es eso: lo que ocurre es que el caos en los despachos y en la tesorería es de tal calibre que se las apaña para eclipsarlo casi todo.

Las cosas vienen fatal, con una deuda desorbitada que se estima en cerca de 1,000 millones de euros, fruto entre otras cosas de la gestión de la anterior directiva liderada por Josep Maria Bartomeu. El desmadre forzó la convocatoria de elecciones y el candidato Joan Laporta las ganó prometiendo, entre otras cosas, que solucionaría el agujero creciente en las arcas azulgranas. Ideas tiene unas cuantas, hay que reconocerlo, aunque habrá que ver si las consigue llevar a cabo, porque se está encontrando con multitud de problemas. Sin ir más lejos, al poco de llegar al cargo dimitió el vicepresidente económico Jaume Giró, que iba a ser una pieza clave en toda la estrategia.

Lo que pasa es que las estrategias que está intentando aplicar el nuevo mandatario son muy grandilocuentes y parece que serán muy útiles para salvar la papeleta a corto plazo, pero su eficacia de cara al futuro es más discutible. Lo último que hemos sabido es que ha conseguido un crédito de Goldman Sachs, el banco de inversión estadounidense que figura en lugares destacados en la lista de compañías financieras más grandes del mundo.

Cuentan numerosos medios que los culés han “conseguido” un préstamo de 500 millones de euros, con el que se pueden saldar deudas a corto plazo y afrontar los pagos más urgentes (por ejemplo, con la plantilla de jugadores), además de amortizar la emisión de bonos que tiene en circulación.

No cabe duda de que, en vista de la gravedad de la situación, este alivio será muy bienvenido porque permitirá ganar tiempo para efectuar reformas de mayor calado. Lo que pasa es que de esos cambios radicales que se debería hacer, de momento, no tenemos noticias. Porque el problema del Barcelona ahora mismo no es tanto que mantenga un balance negativo, sino que los ingresos que obtiene no son suficientes para hacer frente a los gastos cotidianos, no digamos al pasivo acumulado.

Y no es que no se genere dinero. El Barça, como todos los clubes del mundo, ha sufrido duramente los estragos del coronavirus, que le han hecho dejar de ganar auténticas fortunas. Es de prever que, con la mejora de la situación sanitaria, las ganancias por taquilla, museos, patrocinios en el estadio y demás conceptos que dependen de la afluencia de público se vayan recuperando.

Pero aun así, el desastre heredado de años anteriores demuestra que la corrección se necesita en el otro extremo: el de los gastos. La lógica elemental nos dice que si el Barça consume más de lo que recibe, pero aun así, en la caja entra muchísimo, lo que está ocurriendo es que el nivel de despilfarro es inasumible.

Mientras no se ataque este frente, se podrá pedir todos los créditos que se quiera, que más pronto que tarde llegará el momento en que regresemos al punto de partida. Con el agravante de que ese capital hay que devolverlo, con sus correspondientes intereses, lo que significa que la cosa será aún peor.

¿Cómo reducir gastos? No seremos nosotros quienes indiquen a expertos en economía la manera de hacer su trabajo. Como periodistas especializados en deporte, sin embargo, sí nos atrevemos a sugerir un par de ideas basadas en la observación.

Por ejemplo, una opción eficaz pero dolorosa podría ser prescindir de los futbolistas que más cobran. Aunque esto suponga un descenso (aún mayor) del rendimiento deportivo inmediato: la viabilidad del club es más importante. Sí, esto va por Messi y sus más de 500 millones de salario. ¿Es el mejor? Casi todo el mundo opina que sí. ¿Merece ganar semejante dineral? Es más que probable. ¿El Barça se lo puede permitir? Salta a la vista que no.

Otra posibilidad es abstenerse, durante un tiempo al menos, de fichajes multimillonarios. Sí, es muy tentador invertir lo que haga falta en la superestrella de turno, y si sale bien, sale muy bien… pero el Barcelona lleva ya cierto tiempo dejándose billetes y más billetes en gente con mucho cartel que al pisar el Camp Nou baja su rendimiento. En tiempo de dificultades toca apretarse el cinturón. Y si alguien se lo puede permitir es el club que ha sacado de La Masía al mismo Messi, a Xavi, a Iniesta y a tantas otras figuras de la historia reciente del balompié.

¿Se moverá Laporta en este sentido? No hay señales al respecto, al menos de momento. Las informaciones apuntan más bien en dirección contraria: por ejemplo, hay constancia de conversaciones con el entorno del 10 argentino para su renovación. O el máximo mandatario culé afronta de una vez por todas el problema del gasto, o todos los movimientos que haga en materia económica serán como los cohetes de las fiestas del pueblo: un resplandor repentino, ruido escandaloso, pero al final solo humo que se acaba dispersando.

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