Insurgente Press, Ciudad de México.- La séptima edición del Encuentro de Son Jarocho, fiesta de las jaranas y las tarimas, se llevará a cabo del 25 al 28 de abril en el Aula Magna José Vasconcelos y las áreas verdes del Centro Nacional de las Artes (Cenart), con un programa que reunirá a más de 100 músicos y especialistas vinculados con esta práctica tradicional de más de 300 años de historia.
Es un encuentro de cuatro días en el que se ofrecerán conferencias, presentaciones de libros, talleres, fandangos, gastronomía y conciertos, con un programa anual que convoca a miles de interesados en la cultura tradicional de los pueblos del Sotavento.
En entrevista con La Jornada, el director general y productor ejecutivo del encuentro, Eduardo Lizalde Farías, informa: “En el nuevo estado de cosas que guarda el país, hemos tenido que tomar decisiones para continuar lo que hacemos. Era importante encontrar los caminos para consolidar esta fiesta y buscamos a quienes nos parecían los aliados indicados, sensibles a un trabajo de gestión ciudadana que lleva siete años de constancia.
“Durante todo el sexenio pasado el proyecto demostró su solvencia y fue creciendo año con año, a pesar de que en algunas emisiones el apoyo institucional más bien apuntaba a su desaparición. Las iniciativas ciudadanas apoyadas por el Estado siempre han estado un poco a prueba, pero hoy tenemos confianza en la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, que arropó presupuestalmente el proyecto, y eso nos permite tener un festival de gran estatura.”
Durante estos años en el Encuentro de Son Jarocho, menciona Lizalde Farías, “han desfilado cientos de músicos de Veracruz, Oaxaca, Tabasco y la Ciudad de México; guardianes y exponentes de un importante patrimonio intangible que pertenece a todos los habitantes de este país, que se sostiene por la lealtad de un público tenaz que colma los espacios de un Cenart vibrante bajo el repiqueteo del zapateado y los rasgueos de la jarana”.
Para esta edición, continúa: “Afinamos un modelo de colaboración con los músicos del Sotavento, y creo que somos bastante plurales en la inclusión de agrupaciones de prácticamente todos los rincones donde se toca, se versa, se canta y se baila son jarocho. Lo más importante, creo, es que la propia comunidad sonera se ha ido apropiando de un lugar emblemático para la difusión de la cultura, como el Cenart, que por supuesto, también nos ha apoyado de manera importante”.
Agregó que para manufacturar las actividades alternas, como talleres y conferencias, debe haber “pasión. Hemos intentado combinar la parte académica con especialistas, pero confrontadas también con la visión cotidiana de las comunidades y los pueblos. Más allá de una batería de conferencias solemnes, hemos ido construyendo un foro de intercambio de ideas, en donde los propios músicos, los lauderos, los hacedores de la tradición tienen espacio para comunicar su experiencia con charlas. Eso ha sido de lo más revelador. Los foros, las aulas y los espacios de discusión normalmente no están abiertos a la gente común, y en este proyecto hemos roto con esa inercia, abordando temas que van desde el cultivo del maíz hasta la ejecución compleja de aspectos musicales, por ejemplo”.
Lizalde Farías agrega: “En estos años hemos reflexionado en torno a la música tradicional mexicana. Creo que los proyectos de gran potencia artística y de fácil movilidad son una herramienta poderosa para difundir mensajes con contenido poético que, sin duda, pueden cambiar la vida de las personas.
“Puedo decir que hoy, en términos personales, sabemos más sobre el son jarocho que hace 10 años, y por supuesto, en los festivales y en los encuentros culturales como este, el balance del contenido final depende en gran medida de la cabeza del proyecto, del director general o el productor. Pero algo que me mantiene muy sereno es que desde la primera emisión del Encuentro de Son jarocho me he apoyado en un comité curatorial, una especie de consejo asesor de programación que no se limita a una persona, y eso es lo que le ha dado a este ejercicio una diversidad muy sólida. No todo lo que se ha presentado en estos años necesariamente tiene que gustarnos. El objetivo ha sido, justamente, abrir un espectro amplio para mostrar la realidad del son jarocho e incluir a representantes de todas partes.”
En esta edición, informa Lizalde Farías, “participarán más de 100 músicos y especialistas de Veracruz, Oaxaca, San Luis Potosí y la Ciudad de México. Nos acompañan grupos importantísimos, como Son de Madera, los Cultivadores del Son, Mono Blanco, Tapacamino Colectivo Musiquero y Caña Dulce, así como Caña Brava. Se suman otros que por diversas razones no habían podido estar, como Zenén Zeferino y su Sonoro Sueño.
“Destacamos que en esta ocasión haremos un homenaje al trabajo de la familia Escribano, dinastía de lauderos de Ohuilapan Veracruz; también reconocemos a grupos jóvenes, como el Colectivo Carretoneros de Loma Bonita, Oaxaca y la labor de Cucalambé, de Tlacotalpan, Veracruz. Por primera vez daremos un espacio destacado a la palabra, a lo que se dice y se versa en el son, con un ejercicio de controversia escénica, en el que varios representantes de la improvisación nos acompañarán: Samuel Aguilera, Evelin Acosta, Ana Zarina Palafox, Fernando Guadarrama, Citlaly Malpica y los hermanos Julio y Mauro Domínguez, entre otros. Contaremos además con dos grupos nahuas y popolucas, Los Cotorritos y Sol de Amanecer, de Cosoleacaque y Oluta, en un acto de reconocimiento a las comunidades indígenas donde se ha conservado el son jarocho, algo que hemos procurado hacer desde la primera emisión”.