Agencias/ Ciudad de México.- Los cinco satélites naturales más grandes del gigante gaseoso cuentan con un relieve fascinante, y algunos de ellos podrían tener un océano subterráneo y actividad tectónica. En 1986 fue la última vez que fueron fotografiados desde una distancia relativamente corta.
Los satélites naturales de Urano, que todavía no han sido estudiados en detalle y desde una corta distancia, merecen una mayor atención, dijo a la revista Forbes el astrónomo Richard Cartwright, uno de los autores de una reciente propuesta de misión, publicada en la revista The Planetary Science Journal.
En total, se sabe de 27 lunas orbitando sobre el séptimo planeta del sistema solar, que fueron fotografiadas por única vez en 1986 por la sonda Voyager 2 de la NASA. Pese a la enorme distancia del planeta, que es casi 20 veces mayor que la que separa a la Tierra del Sol, las cinco más grandes —Miranda, Ariel, Umbriel, Titania y Oberón— “tienen superficies oscuras, que podrían ser ricas en materia orgánica”, resalta el científico.
“De las misiones anteriores de sondas espaciales, tenemos buenos datos sobre material rico en materia orgánica en otras partes del sistema solar, pero la naturaleza de la materia orgánica en las lunas de Urano no se comprende bien en absoluto”, señala Cartwright.
Las imágenes captadas por la Voyager 2 cubren solo un lado de los satélites. Sin embargo, muestran un relieve fascinante. Así, en Miranda y Ariel hay evidencias de un océano subterráneo y en Umbriel se ven grandes cráteres con suelo brillante. Finalmente, Titania y Oberón muestran signos de una actividad tectónica y criovulcanismo.
“Los destellos que obtuvimos de los hemisferios sur de las grandes lunas de Urano con la Voyager 2 son absolutamente fascinantes, en particular los de Ariel y Miranda. Esas lunas son mundos extraños y su estudio tiene el potencial de brindar una nueva perspectiva sobre cómo operan los procesos geológicos en las lunas heladas”, sostiene el astrónomo.
Great article from @ForbesScience by @jamieacarter about the Uranian moons and why we should go back.https://t.co/yw9VBFKb2B
— Shawn Moondez (@iamalunartic) August 19, 2021
Propuesta de la sonda
En cuanto a las herramientas necesarias para la observación de las lunas, Cartwright opina que la sonda debería de incluir un magnetómetro, cámaras de espectro visible y del infrarrojo, y un espectrómetro. Podría estudiar no solo los propios satélites, sino también los anillos de Urano.
Sin embargo, la cuestión es de tiempo: para aprovecharse de una rara alineación de Neptuno, Urano y Júpiter, que facilitaría considerablemente el vuelo, la sonda tiene que ser lanzada entre los años 2030 y 2034. En ese caso, completará el viaje, de unos 2,900 millones de kilómetros, en 11 años. Es decir, el aparato debe ser diseñado y construido en los próximos 13 años, como mucho.
“Urano está muy lejos, a una distancia de entre 2.600 y 3.200 millones de kilómetros de la Tierra, dependiendo de dónde se encuentre. […] Diseñar una nave espacial y un conjunto de instrumentos para viajar al sistema de Urano es ciertamente factible, pero la gran distancia presenta desafíos que deberán ser abordados por cualquier misión que tenga como objetivo explorar las lunas de Urano”, señala Cartwright, al tiempo que espera que la NASA supere los obstáculos.
It's time we return to the seventh planet. To read the case for why, check out the paper at @IOPPublishing https://t.co/HNI0Qmez4h pic.twitter.com/w9zEAomxFw
— Jim (@ThisIsSpaceJim) August 21, 2021