Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Resulta irónico que la industria de la fabricación de cohetes acostumbre a tomarse las cosas con calma, pero Firefly Aerospace está rompiendo esa tendencia. Hace apenas unos años, Firefly Aerospace era poco más que una ilusionante idea de Max Polyakov. Hoy está probando regularmente su motor insignia y planea lanzar su primer cohete totalmente ensamblado a finales de 2019. Aunque todavía no han hecho despegar su primer prototipo, ya han comenzado la producción en su planta de montaje con el objetivo de fabricar dos unidades al mes en 2021.
Con frecuencia, las compañías se toman un respiro tras ser adquiridas por una nueva compañía, pero Max Polyakov no contemplaba la posibilidad de tomarse las cosas con calma con la nueva compañía de lanzamiento orbital. Tras ser salvada de la bancarrota y adquirida en 2017, la compañía volvió a contratar al personal clave, incluyendo al CEO Tom Markusic.
En menos de un año, Max Polyakov ha ayudado a que la compañía complete sus planes para su lanzador orbital, Firefly Alpha, probase su nuevo motor Lightning y publicase una detallada Guía del usuario de carga útil que ayuda a los clientes potenciales a planear sus primeras misiones.
Los empleados no tuvieron ni un minuto de descanso y llevaron a cabo un programa de pruebas de quemado diarias en su centro de pruebas en las instalaciones de Briggs. Disponen de instalaciones de pruebas tanto horizontales como verticales que permiten alcanzar una fuerza propulsora de 450,000 libras, aunque en la actualidad el Lightning solo opera con una fracción de esa fuerza. Cuando opere a máximo rendimiento, Lightning ofrecerá una décima parte de la fuerza propulsora de los motores Reaver que se usarán en la primera fase del Firefly Alpha.
Aunque Max Polyakov no está siempre presente, el personal de Firefly, compuesto por ingenieros y diseñadores, observan o participan con frecuencia en la prueba diaria, que es fundamental para los avances que han hecho. Los equipos de diseño, producción y pruebas colaboran estrechamente en el complejo de Briggs.
Las instalaciones de 80 hectáreas no albergan únicamente instalaciones de prueba. Los edificios de producción, talleres, oficinas y un centro de control se han construido en las tierras de cultivo que rodean Cedar Park en Texas, y a su alrededor se sigue criando ganado. Ese entorno rural albergará también, en tan solo unos años, la futura fábrica de montaje del vehículo de lanzamiento a escala real.
Max Polyakov planea convertir su relativamente pequeño cohete en el vehículo de lanzamiento orbital más asequible del mercado para satélites de tamaño mediano y pequeño. El Firefly Alpha de dos fases llevará una modesta carga útil de 1000 kg a cualquier órbita terrestre baja (LEO) en los dos próximos años.
El año pasado se lanzaron más cohetes en todo el mundo que en cualquier año anterior. A principios de la década de los ochenta comenzó una creciente tendencia a la miniaturización de los satélites, pero los cohetes eran cada vez más grandes. La tendencia hacia cohetes de mayor tamaño es un intento de reducir los costes de lanzamiento haciendo vehículos suficientemente grandes para que puedan volver a utilizarse.
Compañías como Blue Origin y SpaceX son pioneras en ese campo, pero Max Polyakov supo ver que esta tendencia provocaba que los satélites más pequeños de la mayoría de futuros clientes se quedasen en tierra.
En la actualidad, muchos ingenieros están diseñando Cubesats y satélites pequeños, y se ven obligados a recurrir a la posibilidad de ser lanzados como carga secundaria en un lanzamiento mayor. Esto puede suponer esperas de años hasta poder solicitar una posición secundaria cuando una carga primaria se lance a una órbita compatible.
Según Max Polyakov, incluso en el improbable caso de que tu satélite sea elegido como acompañante, pueden pasar años desde que el satélite esté en el espacio hasta que se reposicione en la órbita deseada y entre en servicio.
“Estos lanzadores superpesados pueden reducir el coste de colocar en el espacio cargas muy grandes”, afirma Max Polyakov, “pero hasta un lanzamiento gratuito puede resultar inútil si va en la dirección equivocada”.
Eso no quiere decir que no haya lanzadores pequeños en el mercado. China, Rusia y la India disponen de cohetes más pequeños que transportan cargas inferiores a 1000 kg, pero estas opciones cuestan una media de entre 30.000 y 40.000 dólares por kilogramo. Max Polyakov planea establecer nuevos precios para lanzamientos a órbitas bajas, ofreciendo un lanzamiento a medida con una trayectoria LEO deseada por tan solo diez mil dólares por kilogramo, una fracción del precio actual de la competencia.
La compañía ya ha firmado contractos con el Gobierno de los Estados Unidos, y contratos de investigación y desarrollo con la DARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa. Asimismo, intentan lograr una certificación de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, incluso sabiendo que no es necesaria para efectuar lanzamientos orbitales.
Firefly Aerospace no quiere seguir siendo un contratista del gobierno. Max Polyakov confirmó que con el tiempo quieren ofrecer sus servicios principalmente al sector privado. Cuando se le preguntó por el motivo del gasto adicional derivado de la certificación de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, comentó que el coste primario de muchos satélites es el coste de diseño de la carga y no el coste de lanzamiento.
La mayoría de clientes del sector privado no buscan necesariamente la oferta más baja en relación con los servicios de lanzamiento. Conseguir la máxima certificación posible permitirá a Firefly ganar credibilidad instantáneamente en la industria.
Esta credibilidad es crucial en una industria en la que la mayoría de actores lleva más de 50 años en el negocio. Boeing y Lockheed Martin son gigantes de la industria espacial desde hace décadas. Hasta hace poco, muchos pensaban que era imposible que las empresas emergentes entrasen en el sector y obtuviesen beneficios.
La industria espacial ha sido, en gran medida, un asunto gubernamental con poca innovación en comparación con otras industrias. La rápida capacidad para desarrollar prototipos, la impresión 3D, la disponibilidad de modelos computarizados y la miniaturización de los satélites han supuesto un punto de inflexión a partir del cual las nuevas compañías han podido entrar en el sector y competir.
Pese a ser una compañía de alta tecnología, Firefly funciona de un modo increíblemente ágil y eficiente. Max Polyakov aseguró que la empresa emergente podrá mantenerse en el mercado con tan solo cuatro lanzamientos al año. Con una capacidad varias veces superior y varias docenas de lanzamientos reservados, no parece que vayan a tener problemas financieros tras el despegue.
Además de realizar los lanzamientos ya planeados, Firefly espera también atraer nuevos clientes. Dado que hablamos de ingeniería aeroespacial, hasta puede resultar abrumador decidir desde dónde lanzar tu satélite al espacio. Para ayudar a que los nuevos clientes conozcan los pormenores de la preparación de un lanzamiento, Max Polyakov anunció la publicación de la Guía del usuario de carga útil para el Firefly Alpha.
La guía ofrece a los clientes toda la información que necesitan sobre las posibilidades, operación y especificaciones para todas las cargas útiles posibles del Firefly Alpha. Con el enorme entusiasmo que rodea a los CubeSats de bajo coste y las constelaciones de satélites pequeños, Firefly Alpha espera ser el cohete que coloque en el espacio todas estas nuevas herramientas de un modo económicamente asequible.
El CEO de Firefly, Tom Markusic explicó en una entrevista reciente que tras analizar lo que la gente quería colocar en el espacio en la actualidad, los satélites de grandes dimensiones estilo Battlestar Galatica estaban perdiendo protagonismo.
La era espacial comenzó con el Sputnik 1, un pequeño satélite que pesaba tan solo 83 kg. En aquel entonces solo podía emitir una señal de radio que confirmaba que había un objeto en el espacio. Al Sputnik 1 le sucedieron pronto satélites cada vez más grandes que incluían pesados equipos de teledetección y comunicaciones, estaciones de GPS y otros dispositivos para uso militar.
En los últimos 60 años más de 4250 satélites abandonaron la superficie terrestre, de ellos el 93% son satélites grandes que pesan más de 1000 kg. Pero, como señaló Max Polyakov, el porcentaje de satélites pequeños aumenta rápidamente. Cada año se lanzan cientos de satélites pequeños.
Parte de su atractivo es que los equipos informáticos y de comunicación son ahora mucho más pequeños. Incluso con equipos de apantallamiento y guía pueden integrarse muchas funciones en un reducido espacio. Max Polyakov ha patrocinado una escuela en la que estudiantes de ingeniería aprenden a diseñar y construir sus propios satélites. Los satélites CubeSat siguen siendo muy populares entre los estudiantes universitarios, y se espera que en el 2021 los microsatélites que pesen entre 100 y 1000 kg supongan aproximadamente el 50% de los lanzamientos.
Max Polyakov afirma que una de las principales razones para el creciente interés es que en los últimos años se ha reducido considerablemente el coste de construcción de dichos satélites. Hace solo 10 años, construir un satélite de 20 kg hubiese costado 3 millones de dólares. Hoy, se pueden comprar todos los componentes de guía, comunicaciones y detección por menos de 25.000 dólares. Esto ha atraído al mercado a numerosos inversores que ofrecen todo tipo de servicios basados en el espacio, desde imágenes aéreas a acceso a Internet.
Max Polyakov lo sabe y ha invertido considerablemente en su propia compañía de teledetección, EOS Data Analytics. Hace unos años había solo dos satélites comerciales de alta resolución disponibles para el público. Hoy, docenas de agencias y compañías privadas tienen constelaciones de cientos de pequeños satélites que ofrecen el mismo servicio por una fracción del costo. Max Polyakov planea potenciar Firefly para lanzar una constelación privada de satélites de observación de la Tierra en órbitas bajas.
Otras compañías emergentes, como Millennium Space Systems, están especializadas en la construcción de satélites de bajo coste, lo que crea un suministro de carga que puede lanzar Firefly Alpha. Cuando se introdujeron los CubeSats, estaban destinados a usos educativos, de formación y a probar la viabilidad de misiones. Estaban fabricados con componentes comerciales baratos. Pero estos componentes han demostrado su valía en el espacio hasta el punto de que los CubeSats se utilizan regularmente en la producción de misiones comerciales.
La NASA también ha aumentado la producción de satélites pequeños, y hace unos años construyó en Pasadena una sala blanca destinada al montaje y ensayo de CubeSats. Cuando se introdujeron los primeros CubeSats, resultaba complicado que los aceptasen como carga secundaria. En la actualidad prácticamente todas las misiones incluyen al menos varios Cubesats de picosatélites ubicados en las esquinas.
Max Polyakov puntualiza que esto es solo un recurso temporal hasta que se generalicen las soluciones de lanzamiento de bajo coste. Está seguro de que la demanda sigue superando con creces a la oferta, especialmente teniendo en cuenta que llegar al espacio sigue siendo solo el primer paso. Maniobrar hasta la órbita deseada sigue siendo un problema importante, incluso si consiguen colocar su satélite en una órbita cercana a su trayectoria final deseada.
Este es uno de los motivos por los que uno de cada tres CubeSats que alcanzan la órbita no completan su misión. Al ofrecer lanzamientos adaptados a la misión, la tasa de éxito puede mejorarse espectacularmente.