Agencias/Ciudad de México.- El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ha puesto todos sus huevos en una canasta llamada China. Desde que asumió en enero, Lula sitúó a la potencia asiática como pilar central para reimpulsar la economía de Brasil, el mayor país de Sudamérica. Pero ante la evidente desaceleración china, la apuesta resulta arriesgada.

China representa actualmente casi un tercio de todas las exportaciones brasileñas, consolidándose como su mayor socio comercial. Pero su crecimiento se ha enfriado bruscamente por los confinamientos de la política Cero Covid y la crisis inmobiliaria.

Para un Brasil urgido de ingresos, cualquier estornudo en China podría tener graves consecuencias. Si la demanda china de productos brasileños como soja, petróleo y minerales se resfría, sería un mazazo a la recuperación que Lula busca impulsar.

Al poner sus fichas en China, el veterano líder brasileño apuesta a que el gigante asiático mantendrá su voraz apetito por las materias primas y commodities que Brasil puede proveer. Pero con el mercado chino estancado, esa ecuación se vuelve mucho más frágil.

Expertos recomiendan diversificar las exportaciones brasileñas para no depender tanto de una China vacilante. Pero Lula luce decidido a profundizar los vínculos con el país que ya compra casi 100 mil millones de dólares anuales en productos brasileños.

Si la jugada de Lula no resulta, las aspiraciones de Brasil por ser una potencia emergente quedaran comprometidas por su excesiva dependencia de una China con un futuro incierto. Un riesgo que muchos consideran innecesario.

 

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