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Guatemala, Guatemala, 18 marzo 2018.-Flores, palma de corozo y sustancia de añilina vegetal inundan por estos días los mercados de Guatemala, donde el color morado de las jacarandas en las urbes y caminos rurales anuncia la proximidad de la Semana Mayor.

Más allá de la devoción religiosa que representa la Semana Santa, declarada en 2008 Patrimonio Cultural Intangible de la Nación, es una oportunidad para estar en contacto directo con las costumbres y tradiciones de los guatemaltecos.

Las calles se llenan de procesiones acompañadas por miles de devotos, marchas, incienso y la venta de platillos de la gastronomía nacional florece como un medio de ganarse la vida para aquellos que integran la abultada economía informal.

De lo que casi nadie escapa es del placer de contemplar la belleza de las flores que anuncian que la solemnidad está a la vuelta de la esquina.

Matilisguate, palo blanco, nazareno, gravilea, pero sobre todo la jacaranda, son los llamativos árboles que colorean el paisaje por esta época cuaresmal.

Aunque la tonalidad morada es la que domina el ambiente, la Iglesia Católica en sus celebraciones de la Semana Santa también utiliza el rojo (Domingo de Ramos y Viernes Santo) y el blanco (Domingo de Resurrección) en los ornamentos y el cortinaje, así como en la vestimenta de los clérigos.

“Es el color que desde la Edad Media significa contrición y la tradición fue traída por los españoles durante la Colonia”, afirma el historiador Johann Melchor, quien explica que la floración de la jacaranda y las demás plantas en estas fechas es solo pura coincidencia.

Otro detalle peculiar por estos días es la demanda de palma de corozo, muy utilizada por los fieles para aromatizar y mejorar el ornato de altares, procesiones y templos, así como para confeccionar las famosas alfombras de Semana Santa, todo un espectáculo multicolor del llamado arte efímero.

Y es que si bien nos deleitamos con cada obra surgida de la imaginación popular y atesoramos el momento en una foto, casi nunca nos detenemos a pensar cuánto esfuerzo y materiales son necesarios recolectar para conseguir semejantes creaciones colectivas.

Un reconocido hacedor de alfombras en la capital comentó, por ejemplo, que la flor de la palma de corozo les da un toque especial y su precio puede rondar entre 35 y 150 quetzales (de cinco a 21 dólares), un dinero que aportan íntegramente los fieles devotos.

Tampoco pueden faltar el aserrín mojado, que se colorea según el patrón, la añilina (tinte azul vegetal), buena cantidad y diversidad de flores, pino, frutas, verduras y hasta materiales reciclados.

Para agilizar las labores de las familias ya es muy común el empleo de moldes, los cuales se fabrican de cartón y son muy cómodos para las personas que no pueden hacer un dibujo a mano alzada.

Por cierto, hay maravillas, desde pequeñas flores hasta conjuntos de más de dos metros de largo, que más tarde quedarán impresos en el lienzo por donde pasarán las procesiones.

La Cuaresma y Semana Santa también invita a desempolvar el recetario que marca la tradición cristiana. Sabores de antaño y platos de cuchara se imponen, pero son los postres los manjares que hacen gala en las mesas.

Mangos en dulce preparados con miel a base de azúcar o panela, torrejas, molletes con relleno de manjar, perfumados con vino dulce y pasas, o las deliciosas empanadas de manjar de leche y los garbanzos en dulce, preparados con una miel de panela y canela, son para chuparse los dedos.

Todos estos platillos pueblan de aromas y sabores las calles y las casas como un catálogo único que combina tradición y sabor en un solo bocado. (Maitte Marrero Canda/PL).

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