Tal Cual/ Por Luis Carlos Rodríguez González/Ciudad de México.- Amores y desamores transfronterizos. Un año de advertencia. Eso fue lo que le dio Donald Trump al gobierno del “amor y paz” de Andrés Manuel López Obrador para poner en orden la casa en materia migratoria y detener el éxodo centroamericano y caribeño que huye de la violencia, de la pobreza y que se encuentra estacionado lo mismo en Chiapas o en ciudades como Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez o Reynosa.
Trump, frente a un remodelado muro en Calexico y frente a protestas de manifestantes californianos, nos perdonó el cierre de las aduanas por un año a cambio no sólo de detener a las caravanas, principalmente formadas por familias, en su mayoría mujeres y niños, sino ahora agregó el tema del tráfico de drogas.
“Si las drogas no se detienen o no son frenadas en su mayoría, impondremos aranceles a México y a sus productos, en particular a los autos, todo el asunto es sobre los autos. Y si eso no detiene el ingreso de drogas, cerraremos la frontera”, dijo la semana pasada el mandatario.
Sin embargo, en una muestra de que hay amor, Trump agradeció al gobierno de Andrés Manuel López Obrador por las “miles” de detenciones que ha llevado a cabo su administración en los últimos días en la frontera sur mexicana.
Aseguró que el gobierno mexicano nunca había realizado una acción de este tipo en los últimos 30 años y afirmó que su país “no puede aceptar” a más solicitantes de asilo porque “está lleno”.
Un año de advertencia, un año de gracia. Como aquellos matrimonios que van con sus consejeros, padrinos o terapeutas en busca del consejo para la reconciliación. O como aquel director de Secundaria que llama a los padres para reclamarles el comportamiento del chamaco que metió una botella de tequila a clases o que se brinco la barda de la escuela para irse de pinta.
Nosotros, quiero decir el nuevo gobierno mexicano, actúa como el padre que parece no escuchar las críticas, advertencias o amenazas del director, pero que en el fondo ya tiene el remedio para poner en orden al malcriado escolapio.
En los hechos, la maquinaria del gobierno mexicano se aceito de inmediato y se aceleró la deportación de cientos o miles de centroamericanos y caribeños, ello ante el beneplácito y la bendición de Trump.
Del “amor y paz” al acuerdo bajo la mesa. Nada de “vamos a darnos un tiempo”. “No eres tú, soy yo”. Para qué darse un año de “gracia”, de “advertencia” si el matrimonio transfronterizo México-Estados Unidos puede prosperar cerrando la puerta trasera del patio sur mexicano como lo demanda un Trump que actúa como el marido ofendido.
Para qué darse un tiempo si desde hace unos días ya estamos deportando a quienes estorban para que esa unión, que en épocas pasadas tuvo como acta de matrimonio un documento llamado “Plan Frontera Sur” y aún antes la “Iniciativa Mérida” sigua su camino al altar. Al cabo se puede dejar para otros tiempos el trato humanitario para los migrantes centroamericanos. Tal Cual.
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