Agencias/Ciudad de México.- Kazajistán anunció el aumento del volumen de agua en la parte norte del Mar de Aral, que antaño estuvo casi desecado, una buena noticia para la región de Asia Central, lastrada por la contaminación y muy amenazada por el calentamiento global.
“El volumen de agua del norte del Mar de Aral aumentó un 42%, alcanzando los 27.000 millones de metros cúbicos al final de la primera fase del proyecto de preservación de la parte norte del Mar de Aral” iniciado en 2008, declaró el ministerio kazajo de Recursos Hídricos e Irrigación.
La parte sur, en Uzbekistán, está prácticamente condenada, pero la pequeña zona del norte, en el lado kazajo, aún puede salvarse parcialmente.
Según las autoridades, en 2024 se enviaron a la zona norte 2.600 millones de metros cúbicos de agua del río Sir Daria, reduciendo casi cuatro veces la salinidad del agua, lo que favoreció la vida acuática.
El Mar de Aral, que llegó a ser el cuarto más grande del mundo, se convirtió en el siglo XX en un desierto de arena y sal, tras perder más de veinte veces su volumen de agua, según los científicos.
Con él desaparecieron numerosas especies de animales y prácticamente toda actividad humana.
El Mar de Aral se desecó debido a la utilización del agua de los principales ríos que desembocan en él para inundar arrozales y regar los campos de algodón, durante la era de la Unión Soviética.
En 1989 se dividió en dos partes: en el norte el “Pequeño Mar de Aral” y en el sur el “Gran Mar de Aral”. Este último se volvió a dividir y su parte oriental desapareció totalmente en 2014.
La desecación del Mar de Aral, el cuarto lago más grande del mundo hasta hace poco más de medio siglo, está considerada como uno de los desastres ecológicos más ignominiosos llevados a cabo por el ser humano. Y es que, como han confirmado diferentes testimonios, se llevó a cabo de forma consciente y premeditada.
Todo comenzó en la década de los 60, cuando las autoridades de la antigua Unión Soviética diseñaron y desarrollaron un plan para convertir los territorios desérticos de Asia Central en el mayor centro algodonero del mundo.
Dado que el clima árido de la región no posibilitaba el cultivo de la planta, los mandatarios del Kremlin pusieron en marcha un ambicioso proyecto para regar los campos con las aguas de los ríos Amu Daria y Sir Daria.
Así fueron construidas decenas de presas y embalses y una red de canales de más de 30,000 kilómetros de recorrido. Primero se desvió a las plantaciones un tercio del caudal que normalmente llegaba al Mar de Aral, aunque progresivamente esa cantidad fue aumentando hasta alcanzar los 50,000 millones de metros cúbicos anuales.
El plan salió como se había esperado y, gracias al mismo, la Unión Soviética lideró durante décadas la producción mundial de algodón, aunque a un precio muy alto: dejar sin agua el gigantesco lago y condenarlo a la desaparición. El éxito económico obtenido hizo menospreciar inicialmente el problema, lo que pronto se demostró un error.
Las primeras víctimas de esta catástrofe medioambiental fueron el propio ecosistema y la próspera comunidad pesquera que vivía de él.
En las aguas del Mar de Aral se capturaban anualmente cerca de 40,000 toneladas de pescado y los humedales situados en sus deltas tributarios eran el hogar de gran cantidad de especies animales y vegetales.
Pero la pesca rápidamente comenzó a menguar y la vida salvaje desapareció. Los pesticidas y fertilizantes utilizados en los cultivos acabaron con miles de peces. lo que alteró la cadena trófica.
Con la merma de agua, además, la línea costera fue alejándose poco a poco de donde estaban situados los puertos pesqueros, lo que convirtió en prácticamente inviable esta actividad. De las 30 especies de peces que vivían en el lago, hoy apenas quedan cuatro.
También el clima cambió. Al desaparecer el Mar de Aral, descendieron las precipitaciones –en una zona ya de por sí castigada por la sequía– y las temperaturas se hicieron cada vez más extremas.
Por si fuera poco, la desecación dejó al descubierto toneladas de arenas salinizadas que el viento se encargó de arrastrar hasta territorios vecinos, con lo que estos fueron contaminados. La salud humana también se vio afectada.
No solo por culpa de la gran cantidad de pesticidas utilizados en los cultivos, sino también por el alto grado de salinidad y sustancias tóxicas que adquirió el agua potable.
El aumento de la mortalidad infantil, así como del número de casos de bronquitis, cáncer y hepatitis, entre otras enfermedades, son considerados como efectos colaterales del proyecto.
Lo que era un lago con la superficie de la isla de Irlanda fue perdiendo poco a poco su caudal hasta convertirse en un terreno yermo y estéril.
A finales de los años 80, el nivel de agua en el Mar de Aral había disminuido tanto que el lago original, situado entre las actuales actuales Kazajistán y Uzbekistán, quedó dividido en dos.
El del Norte, en tierras kazajas, fue reduciendo progresivamente su superficie, pero pudo salvarse finalmente gracias a la construcción en 2005 de la presa de Kokaral, financiada en buena parte por el Banco Mundial. A este lago se le llama hoy Pequeño Mar de Aral.
El del Sur se secó casi por completo y hoy es un desierto. Los expertos consideran que, si no se actúa rápidamente, el poco agua que queda en la zona del Mar de Aral ubicada en Uzbekistán desaparecerá antes de acabar esta década.