MI LICENCIA
Por Luis Villegas Montes/Ciudad de México.- En la vida me he dado, gracias a Dios, licencias de todo tipo; baste recordar lo florido de mi vocabulario cada que menciono a algunos personajes (y personajas de la vida pública), pero esta vez no, no voy a hablar de esa clase de licencias; voy a referirme a otras de tipo distinto, a ésas que la autoridad otorga… y no, no voy a aludir, tampoco, a mi licencia de manejo ni a aquélla para ejercer la abogacía o desempeñarme como maestro o doctor.
¿Entonces? Paciencia.
Paciencia y nos amanecemos.
La famosa licencia es la que voy a pedir durante esta semana para separarme del cargo de Consejero de la Judicatura del Poder Judicial del Estado de Chihuahua.
Así es, el horno no está para bollos y habrá que ponerse los guantes.
Durante la semana previa, algún medio de comunicación especuló con esta información, por este medio la confirmo: sí me voy a la campaña. ¿A cuál? A todas. Voy con todo por la coalición Fuerza y Corazón por México, que encabeza Xóchitl Gálvez. Voy a ir a donde me manden.
La verdad es que los abogados electorales (no todos, que conste), salimos a veces medio güevones y no quieren ir a donde más falta hacen, a donde se les necesita deveras. No quieren salir de Juárez o de Chihuahua, de Cuauhtémoc, Delicias, Parral o Nuevo Casas Grandes; pues yo sí, voy ir a donde el destino (o la necesidad… o la coordinadora jurídica) me lleve.
¿Por qué? Básicamente por tres razones: porque quiero, porque puedo y porque Luis, mi hijo El Soldado (porque es m’ijo el mayor), va de candidato en la planilla que encabeza nuestro próximo presidente municipal en Chihuahua, el Lic. Marco Bonilla.
Yo, que he sido chile de todos los moles cuando de echarle ganas a la cosita electoral se trataba, no puedo decirle a Luis, ahora, que “dijo su mamá que siempre no”; y no puedo hacerlo porque su mamá no dijo eso, primero; y segundo, porque, aunque escondido, muy escondido debajo de capas y capas de grasa subcutánea, yo tengo mi corazoncito que late por Luis, por México, por Xóchitl, por el PAN y por la coalición, en ese orden. No puedo no darme el gusto de ir a partirle su mandarina en gajos al movimiento que encabeza el narcopresidente, Andrés Manuel López Obrador, y su narcocandidata, Claudia Sheinbaum Pardo. Vamos a por ellos, a derrotarlos en todos los frentes, cueste lo que cueste. Ésa es nuestra obligación política en esta hora y no hay otra.
Si usted me lo pregunta, le voy a responder que sí, sí, sí, sí, estoy muy contento; vuelvo a lo que fue, por años, mi casa, mi tiempo, mi arena, mi cometido, mi vida; ahí viví, ahí estuve, ahí peleé, ahí me realicé, ahí fui.
El Poder Judicial ha sido, por casi diez años, un espacio entrañable que he aprendido a querer y a respetar desde el fondo del alma; la reforma laboral se ha convertido en una parte de mi existencia cotidiana; y mis responsabilidades administrativas, en mi reciente encomienda, en una entrega permanente a la causa de la gente que día a día encarna a ese Poder Judicial, cierto, es verdad; pero si el narcopresidente, o su narcocandidata, ganan la contienda por venir, se acabó el Poder Judicial, se acabó el Estado, se acabó México.
Además, de todas formas, me iba a meter en la pelea, así que, ¿por qué no hacerlo a cara descubierta? Más vale que digan todos: “sí, aquí está éste… otra vez”, a que me acusen de simulador, de falsario.
Durante la semana, se harán públicas las condiciones de la licencia, aunque a veces lo parezca, no me mando solo. Quien piense lo contrario, de veras, no me conoce.
Total, de equívocos está llena mi vida y ya aprendí a lidiar con ellos; por lo pronto, a lo que “te truje Chencha”; es más, no pasa desapercibido para mí que algún medio (otro) recientemente ya me dio mi repasadita por estos afanes y querencias. No sería la primera vez y, seguramente, no será la última. Por lo pronto, yo, como Gabino Barrera, no estoy para entender razones.
Por cierto, veo en el horizonte cercano una manada de energúmenos encabezados por un diputado de pocas luces (es decir, medio tonto), hablar gracioso, desplantes ridículos y facha gacha, acompañado de un obeso Sancho (de mote incierto: Pichicuás, Pikachu o Machu Pichu), que se me van a dejar venir en bola (sobre todo el último), aquí los espero a pie firme, a tambor batiente y a carcajada limpia: se los anticipo, me van a hacer lo que el viento a Juárez, como siempre, por cierto.
Escribí líneas atrás que habrá “que ponerse los guantes”, lo que quise decir con eso es que, por primera vez, en estos últimos diez años, voy a estar en libertad de tirar madrazos a gusto.
Señores, aquí estamos, somos muchos y, se los juro, cada vez seremos más.
A darle. A darnos hasta que el cuerpo aguante.
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Luis Villegas Montes.
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