Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- A fecha de hoy, nadie ha encontrado aún algo que revele la existencia de civilizaciones fuera de la Tierra. Ni emisiones de radio, ni pulsos láser, ni enormes estructuras alrededor de las estrellas, ni tampoco rastros del uso de tecnología de ninguna clase. 70 años después de ser formulada, la famosa paradoja de Fermi sigue intacta y sin solución.

En 1950, el célebre físico nuclear llegó a la conclusión de que, dado el tamaño de nuestra galaxia, cualquier civilización alienígena que fuera solo un poco más avanzada que la nuestra habría tenido tiempo de sobra para explorarla de extremo a extremo. ¿Por qué, entonces, no encontramos a nadie? ¿Dónde se ha metido todo el mundo?

Para tratar de responder a esa pregunta, desde hace décadas numerosos investigadores se han dedicado a buscar transmisiones de radio extraterrestres, señales luminosas o cualquier cosa que pudiera ser utilizado como medio de comunicación espacial. Otros, sin embargo, han preferido dedicarse a buscar evidencias tecnológicas.

En pura lógica, si hay alguien «ahí fuera», «ellos» deben de estar sobreviviendo de algún modo donde sea que se encuentren, y para conseguir eso deben estar usando algún tipo de tecnología. Lo que tenemos que hacer, por lo tanto, es encontrar el modo de detectar esas tecnologías, cosa que no resulta sencilla, especialmente cuando no tenemos ni idea del tipo de cosas que andamos buscando.

Esferas de Dyson y sondas de von Neumann

Precisamente por eso, los científicos le han echado imaginación al tema. Desde los primeros «platillos volantes» a las gigantescas esferas de Dyson, construidas alrededor de las estrellas para absorber su energía, o las sondas von Neumann, ingenios robóticos autorreplicantes que estarían explorando la Vía Láctea del mismo modo en que nosotros exploramos el Sistema Solar. Pero hasta el momento ninguna de esas brillantes ocurrencias ha podido ser comprobada.

Ahora, sin embargo, el astrofísico Zaza Osmanov, de la Universidad Libre de Tbilisi, en Georgia, ha retomado y modificado la idea de las sondas galácticas. En un artículo recién publicado en « arXiv.org», en efecto, Osmanov sugiere que hasta ahora habríamos podido estar buscando sondas de von Neumann en una escala completamente equivocada. Para el investigador, en efecto, la idea de las sondas alienígenas funcionaría mucho mejor si éstas fueran muy pequeñas, microscópicas, de apenas un nanómetro de largo.

Con ese tamaño, explica Osmanov, las sondas no necesitarían de los recursos de los planetas rocosos para replicarse, y en su lugar podrían utilizar simples átomos de hidrógeno, el material más abundante de todo el Universo. Según sus cálculos, esta clase de sondas sería mucho más eficiente, y las micro máquinas podrían replicarse en poco tiempo, desde luego muy inferior al que necesitaría un ingenio de gran tamaño.

Un enjambre visible

La cuestión es que, en caso de existir, estas nano-sondas de von Neumann, según los cálculos de Osmanov, podrían ser increíblemente numerosas. Si su población inicial fuera de 100, después de haber viajado un solo parsec (3,6 años luz), su número se habría multiplicado hasta 10^33, un uno seguido por 33 ceros… Y un enjambre como ese, si miráramos en la dirección correcta, podría ser visible para nuestros instrumentos en forma de tenues emisiones luminosas.

Cada emisión individual sería muy pequeña, pero colectivamente se convertirían en algo observable, con la masa aproximada de un cometa de varios kilómetros de largo. Para Osmanov, valdría la pena buscar objetivos como ese, por lo menos en la zona infrarroja del espectro.

Según explica en su artículo, «los resultados antes mencionados indican que si se detecta un objeto extraño con valores extremadamente altos de incremento de luminosidad, eso podría ser una buena señal para colocar el objeto en la lista de candidatos a sondas extraterrestres de von Neumann». Ahora solo falta que alguien se decida a buscarlas. Quién sabe, igual esta vez estamos ante la idea correcta…

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