Agencias/Ciudad de México.- Una medición más precisa de la masa de la Vía Láctea, basada en el católogo de la misión Gaia de la ESA, establece una importante revisión a la baja, entre cuatro y cinco veces menor a la anterior.

Así, un equipo internacional liderado por astrónomos del Observatorio de París-PSL estima que la masa total de la Vía Láctea es sólo doscientos mil millones de veces la del Sol (2.06 x 10 elevado a 11 masas solares).

Este nuevo valor se derivó de la tercera publicación de datos del catálogo Gaia publicado en 2022, que proporciona datos completos de 1,800 millones de estrellas, que abarcan los tres componentes espaciales y los tres componentes de velocidad en un espacio de seis dimensiones dentro de la Vía Láctea.

Utilizando los datos de Gaia, los científicos pudieron construir la curva de rotación más precisa jamás observada para una galaxia espiral, en este caso nuestra propia galaxia, y deducir su masa. Antes de Gaia, obtener una curva de rotación robusta para nuestra galaxia era un desafío, a diferencia del caso de las galaxias espirales externas. Este desafío surgió de nuestra posición dentro de la Vía Láctea, que hacía imposible distinguir con precisión los movimientos y distancias de las estrellas en el disco galáctico.

En su estudio publicado en la revista Astronomy and Astrophysics, los científicos descubrieron que la curva de rotación de nuestra galaxia es atípica: a diferencia de las determinadas para otras grandes galaxias espirales, no es plana.

Por el contrario, en las afueras del disco de la galaxia, esta curva comienza a disminuir rápidamente, siguiendo la predicción conocida como declive kepleriano, informa el Observatorio de París en un comunicado.

Para obtener una curva de rotación de la Vía Láctea que muestre un declive kepleriano es necesario situar nuestra galaxia dentro de un marco cosmológico.

De hecho, uno de los mayores avances de la astronomía moderna fue la comprensión de que las velocidades de rotación de los grandes discos de las galaxias espirales eran mucho más rápidas de lo que se esperaría de un declive kepleriano. En la década de 1970, los astrónomos Vera Rubin, que utilizó observaciones de gas ionizado, y Albert Bosma, que estudió el gas neutro, demostraron que la velocidad de rotación de las galaxias espirales permanece constante, mucho más allá de sus discos ópticos.

La consecuencia inmediata de este descubrimiento fue la propuesta de la existencia de materia oscura -adicional a la materia observable- distribuida en un halo que rodea los discos de las galaxias espirales. Sin esta materia oscura, las curvas de rotación habrían seguido un declive llamado “kepleriano”. Esto último indica la ausencia de cantidades significativas de materia fuera del disco óptico.

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