Juan Balboa

Conocí al poeta Jaime Sabines (Chiapas, el 25 de marzo de 1926), justo cuando me inicié en el periodismo, en 1980, su hermano mayor Juan Sabines Gutiérrez gobernaba el estado de Chiapas. Mi trabajo periodístico me enfrentaba cotidianamente con el gobernador Sabines Gutiérrez, pues el simple hecho de publicar en un medio nacional -UnomásUno y Proceso- información sobre los movimientos indígenas causaba molestia al mandatario y, desde luego, me alejaba de posible contacto con el poeta Jaime Sabines.

Pocas veces se tiene el placer de conocer la intimidad de grandes hombres y mujeres que han hecho historia en la literatura o la política. El poeta Jaime Sabines era un hombre sumamente cuidadoso con su intimidad; la cuidaba como cuidaba siempre la armonía en su familia.

Como periodista logré conocerlo y convivir en tres etapas. La primera junto a su hermano Juan cuando el volcán Chichonal hizo erupción y sus cenizas cubrieron a pueblos enteros. Unas dos ocasiones participé en reuniones con amigos comunes en donde se hablaba todo y se platicaba con gran conocimiento de cada tema.

Gracias al tapachulteco José Antonio Aguilar Bodegas y a la francesa Eliane Cassorla logré tener contacto personal con el poeta, tanto que participe en reuniones en donde sólo estaba el poeta y dos o tres personas.

Fue el verano de 1987 cuando sostuve la conversación más larga con el poeta en el rancho de Yuria. Fue gracias a que la fotógrafa francesa Eliane Cassorla pidió a don Jaime aceptara una sesión fotográfica en su pequeño rancho de Yuria, localizado a pocos kilómetros del Parque Nacional Lagos de Montebello, en el estado de Chiapas.

Cassorla tenía un gran interés en registrar fotográficamente al poeta en el rancho cuyo nombre era conocido más allá de las fronteras de México. Le había planteado a Sabines una larga jornada fotográfica teniendo como escenario los diferentes rincones de Yuria.

El poeta no vaciló y aceptó con gusto la propuesta de la fotógrafa.

La respuesta positiva de don Jaime extrañó a muchas personas, incluido algunos familiares, que lo conocían con gran certeza y sabían de sus cotidianas huídas y rechazos a las sesiones fotográficas.

Pocos sabían que al poeta y la fotógrafa tenían una relación de amistad cuasi de padre a hija, lo mismo sucedía con José Antonio Aguilar Bodegas, a quien consideraba como un hijo. Cassorla cubrió como reportera gráfica todo el gobierno de don Juan Sabines Gutiérrez con quien también sostuvo una relación muy cercana. Eliane Cassorla mantuvo una cercanía con los hermanos Sabines Gutiérrez.

Muchos de la familia se sorprendían de que el poeta Sabines aceptará una sesión fotográfica en momentos que su dolor era intenso por la muerte del hermano mayor de los Sabines, y Yuria se había convertido en su refugio de un aislamiento voluntario para reflexionar y digerir la pérdida de su hermano Juan Sabines Gutiérrez (fallecido el 2 de marzo de 1987).

Pero seis meses antes de las sesiones de fotografía en Yuria, Cassorla había registrado de forma contundente la presencia del poeta en el entierro de su hermano mayor en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Cassorla se levantó muy temprano ése 28 de marzo de 1987. Sabía y quería estar al levantar el sol para registrar cada momento, todos los espacios, a la multitud despidiendo al mayor de los Sabines, y la presencia del poeta Jaime Sabines en el entierro del hermano a quien había sido como un segundo padre o hermano gemelo.

Eliane Cassorla siguió al poeta en el aeropuerto, en las calles, en la iglesia de San Marcos y en el panteón de la capital chiapaneca. Algunas de esas fotos forman parte de esta exposición titulada, por la propia fotógrafa, como La muerte del mayor de los Sabines.

Día: 28 de septiembre.

12:35 horas.

El poeta suda y llora, llora y suda con insistencia, como si acaso quisiera inundar la iglesia de San Marcos de Tuxtla Gutiérrez. El poeta es el que despierta la admiración por el parecido con su hermano Juan (el mayor de tres hijos de hijo del Mayor Julio Sabines, oficial del ejército carrancista en la Revolución mexicana y de Luz Gutiérrez, descendiente del prócer chiapaneco Joaquín Miguel Gutiérrez), y llama la atención de los miles de personas que inundan el centro religioso.

Suda torrentes de agua y abraza a mujeres ancianas, maduras y jóvenes que le dan el pésame. Mujeres de rebozo negro lo envuelven y lloran con él.

El poeta Jaime Sabines vive la muerte de su hermano mayor con intensidad, como vivió la de su padre, El Mayor Sabines, en aquel día gris:

Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas

por eso es que este hachazo nos sacude.

Nunca frente a tu muerte nos paramos

a pensar en la muerte

ni te hemos visto nunca sino

como la fuerza y la alegría.

No lo sabemos bien, pero de pronto llega

un incesante aviso,

una escapada espada de la boca de Dios

que cae y cae y cae lentamente.

Don Jaime seguía bañado en sudor y lágrimas. Sus poros eran manantiales y sus ojos mares. El cuerpo le temblaba por su impotencia con la muerte a quién él desafió tantas veces.

¡A la chingada la muerte! dije.

Sombra de mi sueño,

perversidad de los ángeles,

y me entregué a morir

como una piedra en el río,

como un disparo a vuelo de los pájaros.

 

No dejaban de abrazarlo.

Sus ojos azules cambiaban de colores.

Tiembla, tiembla mucho el poeta.

Su mirada inmóvil se posaba como arrullando la pequeña caja de cobre color oro, fija, inmóvil; adentro reposaba en cenizas su hermano Juan Sabines Gutiérrez, el mayor de los hermanos Sabines.

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