Agencias / InsurgentePress, Ciudad de México.- Si tiene oportunidad estas noches, levante la vista hacia el cielo. Con el permiso de la Luna, el punto más brillante que verá será Júpiter, el gigantesco planeta gaseoso. Lo de gigantesco no es un decir: no es solo que dentro de Júpiter quepan 1.300 tierras, es que además es muy masivo; él solo «pesa» más que 2,5 veces la suma de todos los siete planetas restantes. De hecho, es tan masivo que el baricentro con el Sol, el centro de masas alrededor del que giran ambos, está fuera de la superficie de la estrella. Quizás por eso no sorprenda que alrededor de Júpiter haya al menos 79 satélites, un auténtico sistema solar en miniatura.

Júpiter es un planeta bien estudiado pero que aún esconde muchos secretos. Por ejemplo, no se sabe si en su interior hay un núcleo de hielo y roca o no. También resulta muy interesante estudiar su atmósfera, la mayor de todo el sistema solar, y que no parece tener límites claros con el interior líquido del planeta. Allí, la rápida rotación de Júpiter (a pesar de su tamaño, sus días apenas duran 9,8 horas) genera bandas de distintos gases (hidrógeno, helio, metano o amoniaco) que aparecen y desaparecen. Además, esta atmósfera de vientos de hasta 640 km/h genera tormentas, vórtices, rayos y auroras. Y todo en un entorno gélido, cuya temperatura media es de -108ºC.

Y en el mundo joviano hay todavía más cosas decomunales: como la Gran Mancha Roja, un anticiclón tan grande como la Tierra y que se observó por primera vez en el siglo XVII. Se sospecha que podría tener 380 años y, desde que se tiene conocimiento de ella, se ha visto qué está menguando en superficie y aumentando en altura. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Lo que sí parece claro es que si esta tormenta lleva viviendo tanto tiempo es porque no hay una superficie planetaria que produzca fricción, como ocurre en la Tierra.

La última fotografía de Júpiter, tomada por el vetusto telescopio espacial Hubble el pasado 27 de junio, ha vuelto a confirmar cómo la gran mancha no será tan impresionante en un futuro, porque está menguando. Los espejos del telescopio, capaces de mirar hasta en las profundidades del Universo, han revelado una rica paleta de colores, propia de un gran artista, que son también todo un tesoro para comprender la atmósfera joviana.

Esas coloridas bandas aparecen porque se forman nubes de amoniaco de distinto grosor y altura: las más claras son más altas y las más oscuras, más bajas. Las diferencias de presión hacen que se muevan en direcciones opuestas.

De hecho, en la Gran Mancha Roja, que gira en sentido antihorario, se observa cómo dos bandas que se mueven en dirección contraria convergen y alimentan esta depresión.

Se cree que la Gran Mancha Roja tiene forma de torre y que alcanza una altura de cinco kilómetros más que las nubes de alrededor. Al sur de este anticiclón, y de sus altas presiones, hay un ciclón, un vórtice de bajas presiones que gira en dirección opuesta.

Estas últimas imágenes son la «última entrega» del programa OPAL (de « Outer Planets Atmospheres Legacy»), cuyo objetivo es tomar fotografías de los planetas gaseosos, anualmente, para examinar cambios en tormentas, vientos y nubes. Estas observaciones proseguirán hasta que el Hubble deje de funcionar, en la década de los veinte.

La última instantánea fue tomada por la Cámara de Campo Ancho número 3 del Hubble, cuando Júpiter estaba a una distancia de 644 millones de kilómetros de la Tierra y se situaba casi en la posición opuesta al Sol en el cielo.

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