Agencias/ Ciudad de México.- Hay un debate respecto adónde se jugó el primer partido de beisbol en México. Los registros parten del siglo XIX; sin embargo, existe una versión legendaria que la ubica durante la huida del general Antonio López de Santa Anna tras la batalla de Cerro Gordo, Veracruz, en 1847.
Al ser sorprendido por los soldados estadunidenses, el general escapó en hombros de su escolta y por la premura abandonó la prótesis que utilizaba después de perder la pierna izquierda por un cañonazo.
En esa recreación con notas míticas, los militares invasores se divirtieron improvisando un partido de beisbol, donde la pierna de madera del personaje adquiere el dudoso privilegio de ser el primer bat en el la historia del deporte mexicano.
Este relato fascinó al artista plástico José Luis García durante la investigación para los murales que el empresario Alfredo Harp Helú pidió para el nuevo estadio de los Diablos Rojos del México.
Al planear el trabajo decidió incluir la gráfica de la caricatura e invitó a colaborar a Gonzalo Rocha, cartonista de La Jornada, para entre ambos plasmar la gesta de un equipo que representó a Ciudad de México y, al mismo tiempo, el lugar que ocuparon en el imaginario algunos héroes del beisbol mexicano.
“Esta es una oportunidad para relacionar el arte con el deporte, cuenta García; recordaba imágenes del Coliseo Romano y sus representaciones de arte en el lugar. El deporte debe ir más allá de la pura competencia y el espectáculo; en ésta que será una catedral del deporte y también del arte, queríamos participar como protagonistas y no sólo como aficionados”.
Rocha comparte la idea de que el deporte no debe limitarse al hecho competitivo o de resultados. Los significados y los alcances que tiene involucran otras actividades, como en este caso es el arte.
Rocha, desde luego, recordó las imágenes repletas de melancolía de Abel Quezada, aquella ilustración de un pelotero que mira al cielo a que llegue una pelota que no sabe si caerá. Lo admira como cartonista político, pero también por su diversidad que plasmó en otras temáticas como el cine y el beisbol. Así, el monero de La Jornada también desató la imaginación desde su pasión por la pelota.
“Pienso, como García, que un estadio además de ser una pieza de arquitectura para la competencia, debe integrar otras expresiones”, dice Rocha; “este estadio lo refleja muy bien, quizás porque Harp Helú no sólo es un empresario, sino también un promotor para recuperar espacios de cultura, reanimar lugares con historia Por eso pidió un estadio con una solución dinámica que además reintegra el arte”.
No sólo el discurso arquitectónico, en el que hubo soluciones que simbolizan al equipo, sino también la participación de artistas en su diseño. Las rejas fueron creación del artista oaxaqueño Francisco Toledo.
“Creo que lo que ocurre aquí, a diferencia de lo que sucede en el negocio del futbol, se relaciona con que Harp Helú vive en Oaxaca y muy cerca de la cultura; no es sólo un dueño de un equipo que busca el beneficio a secas”, plantea.
Esta lectura de Rocha está en sintonía con el interés del presidente Andrés Manuel López Obrador por el beisbol, para impulsarlo y apoyar talento y desarrollar jugadores para Grandes Ligas. El monero de La Jornada no aprecia este interés como un simple capricho de gobierno.
“Creo que este impulso es sobre todo un equilibrio en la difusión del deporte, plantea Rocha; hay que recompensar el predominio del futbol como espectáculo de masas, en detrimento, no sólo del beisbol, sino de otras actividades deportivas”.
Rocha ríe cuando recuerda los vínculos insospechados entre el beisbol, López Obrador y este nuevo proyecto. Recuerda que al inicio de la administración del tabasqueño en el gobierno de Ciudad de México coincidieron en la cancha.
“Yo jugaba beisbol en un campo de Ciudad Universitaria. Durante las vacaciones hubo un concierto de rock que dejó destrozado el lugar; entre los daños quedó un hoyo en la malla que rodeaba la zona. Cuando quisimos entrar, el guardia nos dijo que aún no otorgaban el permiso.
“Para no poner en riesgo su trabajo y no estorbar nuestro juego, nos sugirió colarnos por el hueco para entrar. De pronto, llegaron una persona con unos muchachos. Era López Obrador con sus hijos para preguntar si podía unirse. Durante tres semanas, nuestro equipo, con el actual Presidente, se coló por un hoyo sólo para poder jugar beisbol”.