Especial

Washington, EU, 1 junio 2017.-La descripción se lee como una fantasía caribeña del jet-set. Por la noche había bailes con el actor George Hamilton y cenas al aire libre en el puesto de avanzada local de Le Cirque. Durante el día había viajes en botes a playas desiertas con el príncipe Dimitri de Yugoslavia. El desayuno era servido a los invitados de las villas en platos llenos de flores junto con “el más celestial jugo de tomate recién exprimido”.

“Tengo que decirlo, quedarse en chez Fanjul es tan bueno como puede ser” escribe el autor. “Primero que nada no hay mejores anfitriones, más divertidos o adorables que Pepe y Emilia. Además, sucede que ellos viven en el Paraíso”.

Describiendo el viaje de 2009 estaba Hilary Geary Ross, esposa socialité de Wilbur Ross, el multimillonario inversionista que es ahora el secretario de Comercio de Donald Trump. Sus anfitriones en Casa de Campo, un complejo hotelero de lujo: José “Pepe” Fanjul, el barón del azúcar nacido en Cuba, y su esposa Emilia.

Ocho años después, los señores Ross y Fanjul son los actores estelares en una negociación para resolver una amarga disputa de azúcar sobre las exportaciones mexicanas a EU con el 5 de junio como fecha límite. Los negociadores mexicanos temen que el señor Fanjul —un donador republicano de mucho tiempo y copropietario de la productora de azúcar del Reino Unido Tate & Lyle, la cual cabildeó a favor del Brexit— esté secretamente tirando de las cuerdas políticas.

Las conversaciones sobre el azúcar son un ensayo general para negociaciones que se realizarán este año para actualizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que gobierna el comercio de Canadá, México y Estados Unidos en todo, desde coches hasta maíz. Y eso las convierte en una prueba temprana para el presidente Donald Trump, quien regularmente se jacta de sus proezas para hacer negocios.

Pero también sirven como ejemplo del campo minado de intereses y poderosos cabildeos que la administración de Trump tiene que navegar a medida que se propone renegociar el NAFTA. Y están llamando la atención sobre las inusuales relaciones personales que los multimillonarios miembros del gabinete de Trump como el señor Ross, antiguo banquero Rotschild que hizo su fortuna alrededor de negocios en dificultades, ha traído al gobierno.

Ross y Fanjul nunca han hecho negocios juntos. Pero se conocen desde años, principalmente a través de los círculos sociales de Nueva York y Palm Beach. Los dos hombres además han encontrado un propósito en común en la política. Fanjul es un antiguo patrón de Marco Rubio, pero se convirtió en un importante donante de la campaña de Trump después de que la candidatura presidencial del senador por Florida se derrumbara el año pasado.

Cuando Ross fue anfitrión de una recaudación de fondos para Trump en julio pasado en su casa de Southampton, Long Island, Fanjul fue parte del exclusivo “comité anfitrión”. Ese día, de acuerdo con los registros de la campaña recopilados por el Centro para Políticas Responsivas (Center for coResponsive Politics por sus siglas en inglés), él donó 94 mil 600 dólares al Partido Republicano y 5 mil 400 dólares a la campaña de Donald Trump.

El papel de Fanjul en las conversaciones sobre el azúcar ha sido enteramente tras bambalinas, de acuerdo con fuentes cercanas a las pláticas. En semanas recientes el barón del azúcar ha visitado Washington como parte de las negociaciones, de acuerdo con una persona cercana a la situación. Él y su hijo han hablado incluso varias veces por teléfono con Ross.

Ese empuje a la política es parte de una campaña más grande por parte de una industria que en Washington es simplemente conocida como “Big Sugar” y ha estado flexionando sus músculos en las últimas pláticas. Considerada por mucho tiempo como uno de los mayores beneficiarios de los subsidios y proteccionismo de EU, la industria donó 11 millones 200 mil dólares a campañas políticas en 2016 y ha ido con todo en las últimas semanas para instar a la administración Trump a tomar una línea dura en México.

Un vocero del secretario de Comercio de EU diría que las negociaciones han sido “difíciles” y que Ross permanece esperanzado de que pueda alcanzarse un acuerdo. Pero gente cercana a las negociaciones dice que la presión de la industria parece haber contribuido a un cambio en la administración. (Con información del Financial Times).

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