Agencias/Ciudad de México.- Ucrania no es el único lugar del mundo en el que existen tensiones que pueden desembocar en la Tercera Guerra Mundial. Ahora mismo, se está librando una lucha titánica entre Estados Unidos y China. Al contrario de lo que sucede con la agresión de Ruisa, no hay ningún país que haya sido invadido. Se trata de una batalla que los analistas han bautizado como la ‘Guerra Mundial 3.1’, una guerra por la supremacía tecnológica.
El director del FBI, Christopher Wray, ha calificado a China de “la mayor amenaza a largo plazo para la información y la propiedad intelectual de nuestra nación, y para nuestra vitalidad económica”. Ha hablado de cómo el Partido Comunista Chino (PCCh) cree que está en una lucha generacional para superar a Estados Unidos en liderazgo tecnológico.
Durante los últimos 20 años, China, liderada por su empresa insignia Huawei, ha buscado el dominio en el sector mundial de equipos de telecomunicaciones. En el camino, ha participado en una variedad de tácticas dudosas para adquirir tecnología y socavar a sus competidores.
Por ejemplo, en 2019, los fiscales federales iniciaron una investigación penal contra la empresa china por el presunto robo de secretos comerciales de socios comerciales estadounidenses. Luego, en octubre de 2022, el Departamento de Justicia dijo que dos oficiales de inteligencia chinos intentaron sobornar a un oficial de la ley estadounidense con la esperanza de obtener información privilegiada sobre el caso penal estadounidense contra Huawei.
Estos acontecimientos, entre otros muchos, han llevado a Estados Unidos a controlar su propio destino tecnológico. Esto significa que ya no puede externalizar su desarrollo tecnológico a países que cada vez parecen más adversarios. Compañías como Apple han decidido en los últimos tiempos fabricar las piezas de sus productos lejos de China, firmando acuerdos con compañías de la India o de Vietnam.
La Guerra Mundial 3.1 y la lucha por los semiconductores
Tal y como revela Market Watch, Peter Tchir, responsable de macroestrategia de Academy Securities, denomina Guerra Mundial 3.1 a una posible guerra por los semiconductores. Cita a un teniente general retirado, Robert Walsh, para explicar por qué los chips son tan importantes. Por un lado, Estados Unidos quiere impedir que China obtenga los chips de gama más alta que pueden utilizarse en sistemas militares avanzados durante un conflicto con Estados Unidos.
Walsh también señala que el concepto operativo de Estados Unidos para la guerra del futuro es la Estrategia Conjunta de Mando y Control en Todos los Dominios, mientras que el concepto de China es la Guerra de Precisión Multidominio: ambos necesitan semiconductores de gama alta. Walsh añade que China aspira a ser líder mundial en inteligencia artificial para 2030 y equipararse al ejército estadounidense para 2035, y que los chips de gama alta son necesarios para la IA, la supercomputación y la tecnología armamentística.
Tchir divide el espacio actual de los semiconductores en cuatro: la vanguardia, dominada por Taiwán; la alta tecnología, que va de una a tres generaciones por detrás y en la que Taiwán es líder, pero Estados Unidos es competitivo; la tecnología media-baja, de carácter global; y los chips básicos. Y afirma que existe un riesgo real de que Estados Unidos presione demasiado, de que Washington bloquee tecnología que no es tan crítica, paralizando las ventas de empresas estadounidenses a China. “Desde el punto de vista del comercio, hay un acto de equilibrio que debe ser ejecutado por D.C. Hasta ahora, todo va bien, pero es algo que hay que vigilar de cerca”, dice Tchir.
Una empresa holandesa en medio de la guerra
El sexto mayor fabricante de semiconductores del planeta es chino. La compañía SMIC (Semiconductor Manufacturing International Corp) acapara aproximadamente el 5% del mercado de los chips, lo que la sitúa muy cerca de la estadounidense GlobalFoundries y la taiwanesa UMC (ambas rozan el 7%). Por encima de ellas y con una cuota de mercado perceptiblemente más alta están Intel y Samsung, que tienen aproximadamente un 17% cada una, y TSMC, de Taiwán, que lidera esta industria con una apabullante cuota del 54%.
No obstante, estas compañías no compiten en igualdad de condiciones. Y no lo hacen por una razón: sobre ellas recae el peso de los intereses geoestratégicos y políticos de las naciones a las que pertenecen. Esto ha provocado que la china SMIC no tenga acceso a los equipos de fotolitografía más avanzados que producen la japonesa Tokyo Electron, y, sobre todo, la empresa de Países Bajos ASML, que es la única que fabrica las máquinas de ultravioleta extremo (UVE) que actualmente constituyen el corazón de las plantas de litografía de TSMC, Intel y Samsung.
Como explica Xataka, los equipos de litografía de ASML incorporan tecnologías y componentes de origen estadounidense, y los Gobiernos de Trump primero y Biden después se oponen a que su propiedad caiga en manos de las empresas chinas. Esta estrategia no penaliza seriamente solo a SMIC; también ha puesto contra las cuerdas a otros fabricantes de circuitos integrados chinos que aparecen en “la lista de sospechosos” del Gobierno de Estados Unidos, como, por ejemplo, el fabricante de chips de memoria Yangtze Memory Technologies. Esta decisión hace que el mercado de los chips básicos corra serio peligro de desabastecimiento… y la Guerra Mundial 3.1 se agrave.
El otro gran riesgo desde la perspectiva de los semiconductores es que China invada Taiwán o, desde su punto de vista, reunifique por la fuerza una provincia renegada. Esto podría dañar las fábricas hasta hacerlas inoperativas, aunque la otra cara de la moneda es que, en ese caso, Occidente tampoco podría obtener esos chips y la carencia se multiplicaría.