Agencias/Ciudad de México.- Desde hace dos décadas Latinoamérica experimenta un mayor flujo de inversiones de naciones como China o Rusia, algo que para varios expertos conlleva algunas veces el ingreso de “capitales corrosivos”.

Un ejemplo reciente de capital extranjero es el futuro megapuerto marítimo de Chancay en Perú, con una inversión de 3,500 millones de dólares por parte de la empresa china Cosco Shipping, que según el Gobierno peruano convertirá al muelle en la principal conexión comercial de Suramérica con Asia, con ingresos anuales para el país por 4,500 millones de dólares.

Para Martin Friedl, director para Latinoamérica y el Caribe del Centro Internacional para la Empresa Privada (CIPE), en diálogo con EFE, el ‘capital corrosivo’ se refiere a la financiación, estatal o privada, de naciones “autoritarias”, que carece de “transparencia, rendición de cuentas y orientación de mercado”.

Aunque el directivo del CIPE reconoce la necesidad de inversión internacional, afirma que algunos de estos capitales son negativos para las naciones receptoras porque “generan corrupción, problemas de gobernanza y terminan con grandes proyectos de infraestructura que no responden a las necesidades de estos países”.

Por el contrario, la española Alicia García Herrero, jefe economista para Asia-Pacífico en el banco de inversión francesa Natixis, no considera necesariamente que esas inversiones sean “corrosivas”.

Países como China y Rusia tienen “ambición de influencia política” y buscan suplir sus “necesidades energéticas y minerales”, afirma García Herrero.

En el mismo sentido, Marie Krpata, investigadora del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), señala que el interés chino en la región está en las materias primas y como “alternativa para los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay), valorizando las inversiones y sin normativas tan estrictas”.

Krpata, experta en las negociaciones UE-Mercosur, recuerda que en 2015 China anunció inversiones en la región por valor de 250,000 millones de dólares hasta 2025.

Según el medio Americas Quaterly, los “flujos de Inversión Extranjera Directa de China hacia América Latina y el Caribe” han estado en promedio por encima de los 4,500 millones de dólares anuales desde 2016.

De acuerdo con Friedl y el CIPE, Brasil, Ecuador y Venezuela han recibido importantes inversiones de China, mientras que a Brasil y México ha llegado capital ruso.

Si bien es cierto que Rusia sostiene estrechos vínculos con Venezuela, Nicaragua y Cuba, según Friedl, hay poca información pública sobre esas relaciones y los detalles que se conocen son por medios u organizaciones independientes.

Transparencia Venezuela aseguró en un informe de 2022 que, de 2006 hasta 2018, el país caribeño recibió más de 34,000 millones de dólares de Rusia.

Friedl habla de las “facilidades” que ofrece China y Rusia sobre Occidente, ya que carecen de “legislaciones de control, hay nubosidad en temas de contratación pública, y (pueden) saltarse regulaciones de medio ambiente”.

Respecto al futuro puerto, el Colegio de Arquitectos de Perú ha advertido de que la zona no está preparada para el impacto económico y social del muelle, además pide un “plan de seguridad y control” ante la posible llegada del crimen organizado.

Organizaciones ambientales también lamentan el impacto que están teniendo estas obras en la ciudad de Chancay, a 80 kilómetros de Lima.

A esto se suma la iniciativa que avanza en el Congreso peruano de modificar una ley del sistema portuario, después de los reclamos de “estabilidad jurídica” del consorcio constructor, para que se permita que el definido como “puerto privado para uso público” pueda brindar servicios con exclusividad.

Mauricio Alarcón, director de la fundación Ciudadanía y Desarrollo, capítulo Transparencia Internacional en Ecuador, señala a EFE que su país es “ejemplo” a no seguir en la relación con China.

Sustentado en un informe del BRI Monitor Policy Brief, Alarcón expone que desde 2010 el país andino aceptó la mayor cantidad de préstamos en la región – 24 – de instituciones financieras chinas.

La mayoría fueron créditos condicionados: “Te presto, pero para que solo empresas chinas puedan ejecutar las obras”, afirma.

Para 2022, el intercambio comercial entre ambos países alcanzó los 12,295 millones de dólares. China se convirtió en el primer destino de algunas exportaciones no petroleras ecuatorianas y en mayo de 2024 se sumó a Perú, Costa Rica y Chile, como naciones de la región con un tratado de libre comercio con el gigante asiático.

Para Friedl, “las inversiones se han convertido en una herramienta más de política exterior” y para “vacunarnos” de esos capitales negativos se debe mejorar la contratación pública, las regulaciones, “echar luz a procesos que se han realizado en la oscuridad”.

García Herrero cree que parte del capital de China en la región es útil, “hay beneficiados”, el problema “son los acuerdos de Estado a Estado”, donde hay “favores políticos”.

Con esta forma de financiamiento condicional el país prestatario está obligado a contratar a la empresa china que el prestamista le imponga y por tanto está impedido de convocar a un proceso de licitación pública como obliga la ley. Incluso, una vez terminada la obra, la empresa china podría quedarse administrando el proyecto construido.

Según el Ministerio de Finanzas del Ecuador, en el período 2010-2019 se tomó prestado un total de 16.1 mil millones de dólares de la banca china a tasas de interés del 2% al 7%, destacándose a las empresas chinas como las constructoras y directoras de los proyectos.

El Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo o la Corporación Andina de Fomento, que suelen tener plazos de 18 a 25 años con una tasa de interés inferior al 4.5%.

Más del 80% de los préstamos de China a Ecuador tienen tasas de interés entre 6.25% y 7.91% a un muy corto plazo que va de los 2 a los 8 años.

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