Texto Periódico El Mundo/París.- Puro ímpetu juvenil, presuroso aprendizaje, valentía y carácter, Garbiñe Muguruza logró en Roland Garros el primer ‘grande’ de su carrera. Su coronación como nueva campeona sobre la arcilla parisina llegó con los mejores reclamos posibles. Se impuso por 7-5 y 6-4, en una hora y 43 minutos, a Serena Williams, la defensora del título y una de las mejores jugadoras de la historia, que buscaba su 22º título del Grand Slam e igualar así el registro de Steffi Graf.
Garbiñe, que el lunes se situará a su vera en la clasificación mundial, ascendiendo del número cuatro al dos del mundo, cautivó al público de la Philippe Chatrier gracias a un tenis agresivo y espectacular en muchos momentos, que no sólo supo resistir el peso aún vigente de toda una leyenda, sino competir con armas a menudo más letales que las de la jugadora de Michigan. En su segunda final del Grand Slam, después de perder en julio del pasado año en Wimbledon ante idéntica rival, se convierte en la segunda tenista de nacionalidad española que gana este torneo, después de que Arantxa Sánchez Vicario lo hiciera en 1989, 1994 y 1998. Es la tercera que conquista un título del Grand Slam, logro que Conchita Martínez suscribió con el título de Wimbledon de 1994.
Fue mucha la exigencia que impuso Serena, y excelentes las respuestas de Garbiñe. La norteamericana no dio tregua hasta la última pelota, saliendo airosa de cuatro bolas de partido al servicio en el penúltimo juego del partido. Obligada a cerrar el partido con su saque, la jugadora nacida en Caracas hace 22 años creó pronto tres opciones más. El suspense terminó con un globo que sí, ante la mirada incrédula de Serena, besó la línea, preludio de la raqueta sobre la arena, el saludo afectuoso con la rival, las lágrimas antes de tomar asiento en la silla. La lucha fue larga y dura.
En el cuarto juego del partido, 2-1 abajo, la española salvó los dos primeros puntos de ruptura, para crear de inmediato sus tres primeras oportunidades de abrir brecha en el partido. Consiguió situarse 3-2 gracias a una doble falta de la estadounidense. En el error, que se repitió, bastante que tuvo que ver la hispano-venezolana, siempre intimidatoria con el resto. Garbiñe no se arredró. Cuando hubo que intercambiar bolas lo hizo, con una violencia más extrema si cabe que la aplicada por la tricampeona del torneo. En los golpes de salida, determinantes en el pulso del partido, buscó su suerte con suma determinación.
Lejos de la tenista de raqueta demacrada y aire cansino que vimos en las tres últimas rondas del torneo, Williams, que en septiembre cumplirá los 35, apareció en la Philippe Chatrier con sus viejas armas de toda la vida. Igualó a cuatro en el octavo juego y parecía resistir incluso al nuevo empujón de Muguruza, que disponía de su saque para hacer suyo el primer parcial, con 6-5. Una doble falta, pues el resto de Serena también funcionó, puso a la española con 15-40, en una situación peligrosa por lo que podía suponer dejar con vida a su rival después de haber contado por dos veces con ventaja en el marcador. Protagonizó una fabulosa reacción, con un primer servicio y un ‘ace’ y colocó el 7-5 en el tercer punto de set con un milimétrico revés paralelo.
La guerra estaba abierta. En el segundo parcial se sucedieron tres rupturas. Aún más segura de sus posibilidades, Garbiñe dio un paso adelante y no dudó en buscar la red. Estimulada desde el box por su entrenador, Patrick Moratoglou, seguía en pie: 4-3, ‘break’ abajo, a dos juegos de ver escapar el tercer ‘major’ consecutivo, pero con el instinto de supervivencia de que ha hecho gala heroicamente en instantes críticos de su monumental carrera.
Muguruza sabía que se encontraba seguramente ante los juegos más largos de su aún corta vida tenística, que no iba a resultarle fácil alcanzar la orilla. Cuatro bolas de partido salvó Serena, 5-3 abajo con su servicio, una de ellas con saque ganador y otra con una gran derecha cruzada. La resolución, contado está, llegaría un juego después. Sin titubeos, mano firme y todo corazón, Garbiñe iba a hacer suya su primera gran copa.