Agencias/Ciudad de México.- Asistir a clases, en línea o presenciales, se ha convertido en una carrera de obstáculos para los estudiantes libaneses debido a los cortes de electricidad, altos precios de gasolina y wifis deficientes.
Agnès, estudiante de odontología de 22 años, es una de las pocas que sigue acudiendo a su universidad cuatro días a la semana para asistir a las clases prácticas.
El viaje de ida y vuelta en autobús de cinco horas desde su pueblo del sur hasta Hadath, al sureste de Beirut, le cuesta 1,3 millones de libras (41 dólares) cada mes: “La mitad del sueldo de mi padre”, señala.
Una cantidad inaccesible para la mayoría de los estudiantes, mientras Líbano atraviese desde hace dos años una crisis económica, política y sanitaria sin precedentes.
La moneda perdió cerca del 95% de su valor y el salario mínimo mensual, de 675.000 libras libanesas, equivale 40 litros de gasolina o a 22 dólares en el mercado negro.
Tareq, un estudiante de 25 años que también se desplaza en autobús para llegar a la Universidad Islámica del Líbano, hace un cálculo sencillo: “mis gastos de desplazamiento van a superar mis gastos de escolaridad”.
Los profesores, enfrentados a las mismas dificultades y con sueldos cada vez más reducidos, tampoco pueden permitirse venir. Muchas facultades ofrecen enseñanza en línea.
– Gastar una fortuna –
Pero asistir a las clases en línea puede ser un dolor de cabeza: el gobierno solo ofrece entre una a dos horas de electricidad al día y la red wifi está cada vez peor.
Por eso, para obtener su título, Amina, estudiante de la Universidad Libanesa (UL), optó por los libros: con sólo dos o tres horas de electricidad al día en casa, no puede asistir a los cursos en línea que ofrece esta institución pública.
“De los 75 estudiantes de mi clase, solo 5 pueden seguirlos”, explica la estudiante de 22 años.
Para suplir las carencias del suministro eléctrico, las familias recurren a generadores domésticos, pero el precio del fuel se ha disparado.
Los estudiantes a veces se gastan una fortuna en suscripciones 4G para compartir la conexión entre sus teléfonos y ordenadores.
Ghassan, de 22 años y que sigue cursos en la Universidad privada de Sagesse, está molesto: “Tenemos que instalar sistemas UPS (que proporcionan energía incluso en caso de apagón), pagar el generador, la suscripción a Internet, cuyo precio va a seguir subiendo… todo son costes adicionales”.
De hecho, “muchas universidades han creado sistemas de becas para intentar mantener su número de estudiantes”, explica Jean-Noël Baléo, director regional para Oriente Medio de la Agencia Universitaria de la Francofonía.
– Colapso del sistema –
Sin embargo, estas medidas de urgencia están lejos de ser suficientes para evitar el colapso de un sistema universitario otrora prestigioso, que proporcionaba una élite bilingüe o trilingüe altamente cualificada a los países de la región.
“Se está produciendo un colapso. Algo más se está gestando dolorosamente”, dice Baléo, que espera cierres de universidades y una acelerada fuga de cerebros.
Frente a esta situación, el ministro de Educación, Abbas Halabi, se reconoce impotente: “El tesoro libanés no tiene los medios. He tratado de conseguir subvenciones para la UL de donantes internacionales, pero no tengo una respuesta positiva”, dijo Halabi a la AFP.
Sumido en una profunda crisis política, el gobierno libanés no se ha reunido desde octubre de 2021.
“Hoy, es más cómodo organizar clases en línea aunque sea muy difícil. El aumento de los costes de transporte hace que sea una solución temporal que funciona como puede”, observa Baléo.
Una situación que afecta la salud mental de los estudiantes: “Ya casi me quedo sin tiempo para salir”, explica Tareq. “El viernes por ejemplo, tengo clases de 8h de la mañana a 7h de la noche. Estoy agotado y deprimido”, dice.
“Pienso en dejar la universidad”, suspira el joven. “Los salarios son tan bajos que ni siquiera tengo motivación para encontrar un trabajo después de mi diploma”, agrega.
Para Ghassam, que tiene los medios económicos, el objetivo es claro: “Quiero terminar mi licencia para seguir estudiando en el extranjero. Todos los jóvenes quieren irse porque aquí, el futuro es incierto”, concluye.