Agencias/Ciudad de México.- Métodos filogenéticos novedosos confirman que ‘Utaurora comosa’, antes considerado un radiodonte, es en realidad el segundo opabinido jamás descubierto y el primero en más de un siglo.

Fue un animal marino que vivió en el Cámbrico y el Devónico, de pequeño tamaño y aspecto peculiar, con cinco ojos y una larga probóscide frontal.

En su libro ‘Wonderful Life’, el difunto Stephen Jay Gould, antiguo profesor del Departamento de Biología Organísmica y Evolutiva de Harvard, popularizó los artrópodos del grupo troncal ‘Opabinia’ y ‘Anomalocaris’, descubiertos en el esquisto de Burgess (Canadá) del Cámbrico, convirtiéndolos en iconos de la cultura popular.

Mientras que el llamado ‘terror del Cámbrico’ ‘Anomalocaris’ -con su boca radial y sus apéndices espinosos- es un radiodonto con muchos parientes, el Opabinia de cinco ojos -con su distintiva probóscide frontal- era el único opabinio descubierto hasta ahora.

El ‘Utaurora comosa’, hallado en la formación Wheeler del Cámbrico medio de Utah (Estados Unidos), de 500 millones de años de antigüedad, fue descrito por primera vez en 2008 como un radiodonto. El coautor Stephen Pates, exbecario postdoctoral del Departamento de Biología Organísmica y Evolutiva (OEB) de Harvard, encontró por primera vez el espécimen en el Instituto de Biodiversidad y Museo de Historia Natural de la Universidad de Kansas cuando era estudiante de posgrado.

Pates estaba estudiando la diversidad de los radiodontos y pensó que este espécimen no encajaba exactamente con un verdadero radiodonto. Al incorporarse al laboratorio del profesor Javier Ortega-Hernández en el OEB, Pates trabajó con la coautora Jo Wolfe, becaria postdoctoral en el OEB que estudia las relaciones entre los artrópodos fósiles y los vivos, para determinar qué lugar ocupa Utaurora en el árbol de la vida.

Los opabínidos son el primer grupo que tiene una boca orientada hacia atrás. Sus surcos intersegmentarios dorsales son precursores de la segmentación completa del cuerpo y sus aletas natatorias laterales, precursoras de los apéndices.

‘Utaurora’ comparte caracteres y morfología con los radiodontos y ‘Opabinia’. Mientras que la estructura anterior y los ojos de Utaurora estaban mal conservados -‘Opabinia’ es más reconocible por su probóscide frontal y sus cinco ojos-, los surcos intersegmentarios a lo largo de la espalda y las espinas dentadas pareadas de la cola se observaron completamente.

Las limitadas observaciones morfológicas llevaron a Pates y Wolfe a utilizar un análisis filogenético que comparaba a Utaurora con 43 fósiles y 11 taxones vivos de artrópodos, radiodontos y otros panartrópodos.

“El análisis filogenético inicial demostró que estaba más estrechamente relacionado con Opabinia -destaca Wolfe–. Seguimos con más pruebas para interrogar ese resultado utilizando diferentes modelos de evolución y conjuntos de datos para visualizar los diferentes tipos de relaciones que pudo tener este fósil”.

A diferencia del ‘Opabinia’, que se descubrió en el esquisto de Burgess, en Canadá, ‘Utaurora’ se encontró en Utah y, aunque sigue siendo cámbrico, es unos cuantos millones de años más joven que el ‘Opabinia’. “Esto significa que el ‘Opabinia’ no era el único opabínido, ‘Opabinia’ no era una especie tan única como pensábamos”, añade Pates.

Cuando el ‘Utaurora’ se describió por primera vez como un radiodonte en 2008, los científicos pensaban que los opabínidos y los radiodontes formaban un grupo monofilético llamado “dinocáridos”. Pero en los últimos 10 o 15 años los científicos han descubierto más de 10 nuevas especies de radiodontes, lo que permite ver que los opabínidos y los radiodontes son ligeramente diferentes.

“También tenemos más herramientas filogenéticas para interrogar nuestros resultados –explica Pates–. Basándonos sólo en la morfología, se podría argumentar que Utaurora es un radiodonte raro y también recuperar el concepto de ‘dinocárido’. Pero nuestro conjunto de datos y análisis filogenéticos apoyaron a Utaurora como un opabínido en el 68% de los árboles recuperados al analizar los datos, pero sólo en el 0,04% para un radiodonte”.

“‘Wolderful life’ y la descripción de estos fósiles ocurrió antes de los paradigmas evolutivos actuales. Las similitudes entre ‘Opabinia’ y ‘Anomalocaris’ aún no se comprendían realmente –señala Wolfe–. Ahora sabemos que estos animales representan etapas extintas de la evolución que están relacionadas con los artrópodos modernos. Y tenemos herramientas más allá de la comparación cualitativa de los rasgos morfológicos para una ubicación más definitiva dentro del árbol de la vida animal”, concluye.

El estudio se publica en The Royal Society.

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