Agencias/Ciudad de México.- Venezuela y Brasil comparten una frontera porosa al narcotráfico en medio de la selva amazónica. Y esta semana la atención internacional se posó sobre ella.
Las Fuerzas Armadas de Brasil informaron del derribo de un avión proveniente de Venezuela y cargado de drogas que había entrado “clandestinamente al espacio aéreo del país“.
¿Qué hay detrás de este infrecuente suceso? “Las Fuerzas Armadas hicieron lo que tenían que hacer dentro del código legal brasileño, porque, en este caso, era un avión que transportaba drogas, pero también podía impactar como un ataque terrorista, o ser un grupo que estaba exportando armas”, evalúa, Marcos Alan Ferreira, profesor asociado del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Paraíba de Brasil, consultado por DW.
Por su parte, la doctora en Ciencias Penales y Política Criminal mexicana Yuriria Rodríguez Castro, observa un trasfondo más amplio: “Brasil nunca había tomado medidas así, aún menos contra Venezuela, cuyo Gobierno populista es afín. Lo viene a hacer ahora para dejar claro que no se opone a Estados Unidos, incluso, que esto mismo le puede pasar a un avión de origen mexicano”, indica.
“Brasil ya vio lo que le pasó a México y a Venezuela con las designaciones de terrorismo, y no quiere ser incluido en la política de sanciones del presidente Trump”, puntualiza a DW la académica de la UNAM, especialista en prevención del terrorismo y crimen organizado.
“Es preferible que el Gobierno de Maduro, e incluso el de Sheinbaum, suspenda sus relaciones comerciales con el Gobierno brasileño, a que lo haga la potencia estadounidense”, dice la experta. Esta sería, según ella, la lógica tras los hechos.
Ahora bien, ¿cuál es la relevancia de la frontera entre Venezuela y Brasil en la geopolítica del narcotráfico?
A nivel global, los narcotraficantes han seguido utilizando la tecnología digital de vanguardia, las redes sociales y la desinformación para vender sus productos ilegales, alimentando el consumo de estupefacientes en todo el mundo.
“Venezuela es uno de los principales puntos de tránsito de la cocaína colombiana hacia el Caribe, Brasil y otros países”, explica a DW Jeremy McDermott, cofundador y codirector de InSight Crime, un centro de pensamiento especializado en crimen organizado en América Latina y el Caribe, con sede en Medellín. “Y Brasil es ahora uno de los principales puntos de partida de la cocaína con destino a Europa”, completa el especialista.
“Venezuela y Brasil hacen frontera con los únicos productores mundiales de hoja de coca, que se puede convertir en cocaína, que son Colombia, Perú y Bolivia”, detalla, por su parte, la investigadora Carolina Sampó, coordinadora del Centro de Estudios sobre Crimen Organizado Transnacional de la Universidad Nacional de La Plata de Argentina.
“La zona de producción es una zona muy selvática, de muy difícil acceso y control por parte de los Estados”, agrega.
“Y si a eso le sumamos que, del lado venezolano, tenemos un régimen no democrático, con serias acusaciones respecto a las más altas cúpulas de poder de estar vinculadas al negocio del narcotráfico, resulta fácil para las organizaciones criminales mover gran parte de su producción a través de Venezuela y, desde ahí, sacarla a los mercados consumidores”, explica Sampó.
“Los narcotraficantes hacen una ecuación que está mucho más vinculada al riesgo que al beneficio o al detrimento económico. En muchos casos, deciden utilizar rutas más largas o caras, pero más seguras: esta puede ser la razón para que, desde la zona productora de Colombia, se pase a Venezuela, y desde ahí a Brasil, en una especie de triángulo”, indica la experta.
“El régimen de Nicolás Maduro ha asumido un papel protagónico en el comercio de cocaína”, afirma, en el mismo sentido, Jeremy McDermott. “Ante el colapso económico y las sanciones internacionales, ha llegado a depender del acceso a las rentas criminales para sobrevivir”, asegura.
“La frontera entre Venezuela y Brasil, es una de las más importantes dentro de la geopolítica del narcotráfico en la Amazonia”, detalla, asimismo, el profesor Ferreira, investigador in situ de la zona en cuestión.
“Allí actúan dos grupos: del lado de Brasil, el Primer Comando de la Capital (PCC), y, del lado de Venezuela, el Tren de Aragua, que es una organización que ha crecido mucho en influencia”, indica.
“Estos grupos criminales tienen como un acuerdo entre sí, y se aprovechan de que la zona es un área de protección indígena Yanomami, con menos fuerzas policiales, para transportar por allí la droga”, explica.
“Y esta ruta es importante de doble manera, tanto para la droga que entra y es consumida en Brasil -el segundo mercado consumidor de cocaína del mundo-, como para la que va para ciudades como Manaos o Belén, sobre el río Amazonas, y desde ahí, por embarcaciones, para Europa”, detalla.
El estudio recomienda llevar a cabo campañas contra los estupefacientes que ofrezcan consejos fiables en las plataformas más populares.
Así las cosas, ¿cómo hacer frente al narcotráfico transnacional?
“Ningún país puede hacer frente a este tema solo: la cooperación internacional es central”, asegura el profesor brasileño, y existe consenso sobre este punto.
Pero el escenario es siempre cambiante: “La agenda en América del Norte y Centroamérica, con la coyuntura de las designaciones de los cárteles mexicanos y las pandillas transnacionales, obliga a replantear el escenario de la región sur, pues es de esperarse un repliegue geográfico y nuevos focos rojos en el sur de América”, analiza, y advierte a la vez, Rodríguez Castro, la académica de la UNAM.
“Vemos que el tráfico de drogas no solo se lleva a cabo en la internet oscura. Las plataformas legítimas de comercio electrónico también están siendo explotadas por los delincuentes”, afirmó el presidente de la Junta, Jallal Toufiq.
Las bandas de delincuentes aprovechan la oportunidad de llegar a grandes audiencias mundiales a través de las redes sociales convirtiéndolos en mercados y publicando contenidos inapropiados, engañosos y orientados por algoritmos que son ampliamente accesibles para niños y adolescentes, señaló la Junta.
Los autores del informe observaron un descenso significativo del cultivo de adormidera y de la producción de heroína en Afganistán, tras la prohibición de las drogas por los talibanes. Pero el auge del tráfico de metanfetamina en Asia Meridional está vinculado a su fabricación en Afganistán con puntos de venta en Europa y Oceanía.
Las incautaciones de cocaína también alcanzaron un nivel récord en 2021 en África Occidental y Central, una de las principales regiones de tránsito.
Y los Estados insulares del Pacífico han pasado de ser únicamente lugares de tránsito en las rutas del narcotráfico a convertirse en mercados de destino de drogas sintéticas.
Otras tendencias vinculadas al tráfico de drogas en la actualidad son el uso de métodos de cifrado en las comunicaciones y transacciones y la navegación anónima en la internet oscura, así como los pagos en criptodivisas difíciles de rastrear, que aumentan las dificultades para los fiscales.
En el informe de la Junta también se pone de relieve cómo los delincuentes trasladan sus operaciones a regiones donde la aplicación de la ley es menos estricta o donde las sanciones son menos severas, eligiendo a menudo países donde se puede eludir la extradición.
Los últimos datos también ponen de relieve el mayor riesgo de sobredosis mortales vinculado a la disponibilidad en línea de fentanilo, muchas veces más adictivo que la heroína, y otros opioides sintéticos.