Agencias/Washington.- En medio de la euforia y con las llaves de la Casa Blanca en la bolsa el magnate republicano Donald Trump dijo que cumplirá cada una de las promesas de campaña desde la oficina de la presidencia de Estados Unidos.
“Haremos realidad todos nuestros sueños. No hay nada que no podamos conseguir. Nos merecemos lo mejor”, aseguró, interrumpido de vez en cuando por los gritos entusiastas de sus seguidores, que coreaban a pleno pulmón: “U-S-A, U-S-A”.
“Perdón por haberos hecho esperar, se me habían complicado unos asuntos”, comentó Trump al iniciar su mensaje, con uno de sus típicos chistes, su primera comparecencia pública para celebrar la victoria en las urnas que le ha llevado a convertirse en el 45º presidente electo de Estados Unidos.
Pero, excepto por esa broma, el millonario ha adoptado un tono inusualmente conciliador en su primer discurso tras arrebatarle las llaves de las Casa Blanca a Hillary Clinton.
La prueba es que se ha deshecho en elogios hacia la candidata demócrata, a quien el millonario hasta hace unas horas insultaba duramente y amenazaba con llevar a la cárcel en caso de convertirse él en Presidente, como ha ocurrido.
“Acabo de recibir una llamada de Clinton. Nos ha felicitado por la vitoria”, aseguraba Trump al filo de las 03.00 de la madrugada de Nueva York, rodeado de su mujer Melania y de sus hijos.
“Yo le felicito a ella por su gran campaña y por los servicios que ha prestado al país”.
Trump por ahora ha optado por dejar de lado los gritos, los exabruptos y la agresividad que le han caracterizado durante toda la campaña electoral. “Seré el presidente de todos los americanos”, ha asegurado.
Pero también se ha reafirmado en que cumplirá todas las promesas que ha hecho durante la campaña electoral.
Voluntad de buenas relaciones del exterior
El próximo inquilino de la Casa Blanca ha señalado también su voluntad de tener “buenas relaciones con el exterior” y que “seremos justos con todos los pueblos y las naciones”.
Y, por supuesto, ha hablado de economía, que junto con el descontento es uno de los grandes motivos que le han llevado a convertirse en jefe de Estado y del Gobierno del país más poderoso del mundo.
“Duplicaremos nuestro crecimiento y seremos la economía más fuerte del mundo”, ha indicado.
Quien sin embargo no habló anoche es la gran derrotada: Hillary Clinton. Así lo anunciaba al filo de las 02.15 de la madrugada hora de Nueva York, John Podesta, el jefe de la campaña electoral democrática, ante los cientos de personas que se concentraban en el cuartel general de Hillary en Nueva York.
“Hillary Clinton ha hecho un trabajo increíble y todavía no está terminado, hablaremos mañana, ahora iros todos a dormir”, indicó.
Unas palabras que sugerían la posibilidad de que los demócratas solicitaran un recuento de votos en algunos estados y que sin duda rompe con la tradición estadounidense según la cual el candidato que pierde las elecciones reconoce públicamente al concluir el recuento de votos su derrota y la victoria de su contrincante.
Sin embargo, las palabras de Trump asegurando que Hillary le ha llamado para darle la enhorabuena por su vitoria parecen frenar la posibilidad de que los demócratas contesten el resultado de los comicios.
Felicitan a Trump
Marine Le Pen, candidata a las presidenciales francesas de la próxima primavera y primera en intención de voto en todos los grupos de edad, salvo los mayores de 65 años, felicitó a través de Twitter a Trump.
“Felicitaciones al nuevo Presidente de Estatados Unidos, Donald Trump, y al pueblo americano, libre”, exclamó posteriormente ante los medios la máxima responsable del Frente Nacional galo.
El segundo, el británico Nigel Farage, líder intermitente del Ukip y asesor a tiempo parcial de Donald Trump.
“El 2016 pasará a la historia como el año de las dos revoluciones. El Brexit fue grande, pero parece que esto va a ser aún más grande”.
El tercero es el holandés Gert Wilders, tan controvertido como el norteamericano, acusado de xenófobo y populista, y que también se sitúa en los sondeos para las elecciones de marzo por encima de sus rivales.
“Felicidades Donald Trump. Tu victoria es histórica y para todos nosotros”, expresó desde su cuenta de Twitter.
Wilders siguió todo el recuento en la madrugada del miércoles desde Holanda de forma muy activa, celebrando como propios los triunfos parciales del candidato republicano y asociando una y otra vez sus buenos resultados.
Wilders hizo suyo el lema de Make America Great Again y defendió que “la gente está recuperando su país, como haremos nosotros. Make The Netherlands Great Again”.
Dentro de la UE también estaba exultante el primer ministro húngaro, Viktor Orban. “Felicidades. Qué buenas noticias, la democracia sigue viva”, ha declarado en Budapest.
Todos ellos creen que la abrumadora victoria del norteamericano, sumada al resultado del Brexit, que celebraron con igual entusiasmo, allanará su camino en las urnas.
Wilders y Le Pen beben de fuentes similares. Del descontento en Europa con el sistema y la élite política, con los temores a la inmigración, con años de salarios contenidos y empleos perdidos. Crecen a medida que las crisis se juntan en la UE, ya sean las de gobernanza, los rescates fallidos, la emergencia humanitaria con cientos de miles de refugiados que huyen de la guerra o una recuperación económica más que frágil. Se aprovechan de rivales débiles y que asocian a un establishment nepotista y corrupto, a ‘insiders’ a los que prometen combatir desde fuera.
Farage: “Esto es aún más grande que el Brexit”
Así valoraba Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (Ukip), lo ocurrido al otro lado del Atlántico: “El 2016 pasará a la historia como el año de las dos revoluciones. El Brexit fue grande, pero parece que esto va a ser aún más grande”.
En declaraciones a la cadena ITV, Farage se jactó de su buena relación con el recién elegido Presidente de Estados Unidos y se ofreció incluso como voluntario para desempeñar un cargo en la Administración Trump sin finalmente abandona la dirección del partido nacionalista británico (tres veces dimitió y tres veces volvió al puesto).
Desde que asistió como invitado de honor a la última Convención Republicana y participó con él en un mitin ante 15.000 seguidores en Mississippi, Farage se ha convertido de hecho en asesor informal de Trump y le llegó a dar al parecer varias pistas para mejorar en los debates presidenciales.
El eje Trump-Farage se ha ido gestando ante la distancia calculada del Gobierno británico. La ‘premier’ Theresa May, en misión comercial en India, deseó de antemano “buena suerte” a los dos candidatos y advirtió que la ganara quien ganara, Londres y Washington seguirían adelante con su “relación especial”.
Según los analistas, la victoria de Trump puede dar un impulso a los partidarios del Brexit “duro” o ruptura total con Bruselas. El republicano defendió abiertamente la salida del Reino Unido de la UE y llegó a decir que su victoria sería “como un Brexit de talla plus, plus, plus”.
Trump se plantó incluso en el Reino Unido el 24 de junio, un día después de referéndum, para inaugurar su campo de golf en Escocia, donde fue recibido con grandes protestas. Más de medio millón de británicos firmaron una petición parlamentaria para pedir que se impidiera su entrada en el país “por incitación al odio y al racismo”.
Theresa May se anticipó a la mayoría de los líderes europeos y extendió sus “felicitaciones” a Trump tras “una campaña peleada duramente”. La ‘premier’ prometió mantener la “relación especial” entre Londres y Washington y se mostró dispuesta a colaborar con Trump en materia de seguridad, defensa y relaciones comerciales” (en una referencia velada al Brexit).
El líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, interpretó por su parte la victoria de Trump como “un rechazo indiscutible al establishment político”.
Corbyn criticó sin embargo que la “retórica divisiva” del recién elegido Presidente y expresó su confianza en que “el sentido común de los americanos” prevalezca en última instancia.
China se beneficia de la victoria
La victoria de Trump ha reforzado, por otro lado, las críticas que llevan semanas haciendo los medios de comunicación estatales en China sobre los mismos fundamentos del sistema democrático para enfatizar a su vez las hipotéticas ventajas del control ejercido por el Partido Comunista (PCC).
“Esta carrera hacia el precipicio hará que la gente se replantee los valores de la democracia”, llegó a escribir el diario Global Times, plataforma de expresión de los sectores más conservadores del PCC, mientras que el Diario del Pueblo pedía a los “profesores en materia de democracia” que abandonar su “arrogancia” a tenor del ejemplo estadounidense.
La agencia oficial Xinhua aseguró que este escenario incide en que “la mayoría de los americanos se están rebelando contra la clase política y las élites financieras de Estados Unidos”.
Curiosamente, el régimen autoritario chino prefería que ganara Trump en base a las declaraciones que había realizado exigiendo a aliados regionales como Corea del Sur, Japón o Taiwán que asumieron su propia defensa o cubrieran los costes del despliegue militar norteamericano en su territorio.
En este sentido, la oficina presidencial de Corea del Sur convocó una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad Nacional para analizar los resultados de los comicios al tiempo que su bolsa se desplomaba, siguiendo la línea de otras mercados de valores como el de Japón, Hong Kong o Singapur.
El triunfo de Trump reivindica asimismo la figura de personajes como el Presidente filipino Rodrigo Duterte, cuya victoria electoral se basó precisamente en su desplante a las élite política más tradicional de Filipinas y sus maneras populistas.
El estilo Duterte -el mismo que lleva años promoviendo el “padrino” de los hombres fuertes asiáticos, que no es otro que el líder de Camboya, Hun Sen- lejos de ser una anécdota regional puede convertirse en un elemento recurrente ante el nuevo giro que están adoptando otras naciones como Malasia, donde su primer ministro Najib Razak comienza a utilizar unas prácticas similares; o Tailandia, donde el régimen militar ha decidido optar por una democracia bajo tutela.
Como escribió Daniel Wagner, director de la firma Risk Cooperative en el diario South China Morning Post, “Asia está lista para el mismo cambio radical de política que se está produciendo en el resto del mundo, como ocurre con el ascenso de personajes autoritarios y las decenas de millones de votos de descontentos de las elecciones de Estados Unidos”.
Un “aliado fuerte” para Egipto
El Presidente egipcio, el ex jefe del ejército Abdelfatah al Sisi, ha felicitado este miércoles a Donald Trump con la esperanza de estrechar relaciones con Estados Unidos y se ha jactado de ser el primer líder internacional en telefonear a Trump.
“La República Árabe de Egipto espera que la presidencia de Donald Trump impregne un nuevo espíritu en la senda de las relaciones egipcio-estadounidenses con más cooperación y coordinación en los intereses comunes”, ha señalado un comunicado de la presidencia egipcia. Al Sisi se reunió el pasado septiembre en Nueva York con el entonces candidato republicano.
Durante el breve encuentro Trump le prometió que, de llegar a la Casa Blanca, Estados Unidos se convertiría en un “aliado fuerte en el que Egipto pudiera confiar” para combatir el terrorismo y el extremismo.
El ocaso de Hosni Mubarak y el golpe de Estado de 2013 había enfriado los lazos entre Washington y uno de sus principales socios en Oriente Próximo.
Al Sisi se ha jactado de ser el primer líder internacional en telefonear a Trump.
“El Presidente electo de Estados Unidos ha mostrado su gratitud por la llamada del Presidente Al Sisi y ha subrayado que se trata de la primera llamada internacional que ha recibido para felicitarle por su victoria en las elecciones”, ha explicado la presidencia egipcia en el segundo comunicado que ha publicado este miércoles tras el triunfo del republicano.
El rey de Arabia Saudí Salman bin Abdelaziz se ha sumado a las felicitaciones. El monarca le ha deseado a Trump éxito para “lograr seguridad y estabilidad en Oriente Próximo y el mundo entero”.
Riad, una aliado clave de Estados Unidos, ha sido muy crítico con la posición de Washington desde la firma del acuerdo nuclear con Irán.