Por Erick Olivera Méndez/Ciudad de México.- El reciente anuncio de Donald Trump sobre imponer aranceles de hasta un 200 por ciento a los vehículos importados desde México no es simplemente una propuesta económica; es una muestra clara de cómo el político sigue utilizando la retórica proteccionista para galvanizar a su base electoral en un año decisivo. En su búsqueda por retomar la presidencia de Estados Unidos, Trump ha apostado por un discurso que apela al nacionalismo económico, aunque las consecuencias de tales políticas sean profundamente cuestionables.
Durante un mitin en Wisconsin, Trump duplicó la cifra de aranceles que él mismo ha ofrecido previamente, pasando de un 100 a un 200 por ciento sobre los vehículos mexicanos, con el pretexto de proteger la industria automotriz estadounidense. Si bien este tipo de declaraciones generan titulares y logran resonar entre ciertos sectores de su electorado, las repercusiones económicas de una medida como la que propone el republicano son alarmantes.
Según el centro de estudios Tax Policy Center, un arancel de esa magnitud no solo encarecería los autos importados, sino también los fabricados en Estados Unidos. La razón es simple: la industria automotriz estadounidense depende en gran medida de componentes y vehículos completos que se fabrican en México bajo el amparo del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Un aumento en los aranceles incrementaría los costos de producción y, en consecuencia, el precio final para los consumidores estadounidenses.
El impacto no se limitaría solo al mercado automotriz. Si Trump decidiera materializar esta amenaza, desestabilizaría las relaciones comerciales entre dos de los mayores socios económicos del mundo, lo que podría repercutir negativamente en otras industrias dependientes del comercio transfronterizo. Además, el T-MEC, diseñado para fortalecer las economías de los tres países, podría verse gravemente afectado, poniendo en riesgo la estabilidad de una región económica que ha demostrado ser competitiva a nivel mundial.
Es evidente que Trump recurre a tácticas ya conocidas de su primer mandato, ya que durante su administración, se destacó por su enfoque proteccionista y por la imposición de aranceles en diversos productos y mercados, lo que provocó tensiones comerciales no solo con México, sino también con China y la Unión Europea. Sin embargo, muchos de estos aranceles terminaron afectando negativamente a los consumidores y a las mismas industrias estadounidenses que se buscaba proteger.
La presidenta Claudia Sheinbaum se ha mostrado escéptica ante la posibilidad de que estas amenazas se concreten. Antes de asumir la presidencia señaló que aunque Trump utiliza este tipo de tácticas durante su campaña, es poco probable que tome medidas tan extremas una vez en el poder, especialmente dada la interdependencia económica entre ambos países.
Las amenazas de Trump pueden ser vistas como una estrategia electoral para movilizar a su base, pero la realidad económica dicta que tales políticas serían contraproducentes para ambas naciones. La retórica proteccionista podría generar aplausos en los mítines, pero su aplicación en la práctica es un arma de doble filo que podría causar más daño que beneficio a los propios estadounidenses.