Desde el Sótano/ Por Ery Acuña/MonitorSur/Chiapas.- Ya lo dice el viejo y conocido tango de Gardel, “que 20 años no es nada”.
Y sí, a 18 años de la partida del PRI del Palacio de Gobierno, un 20 de agosto del año 2000, no ha pasado nada. Bueno sí, han pasado carretadas de dinero, miles de millones y de millones de pesos, y la pobreza ha crecido descomunalmente.
Muchos ricos se volvieron más ricos, muchos políticos multimillonarios, y los pobres se volvieron cada vez más pobres. Tan solo el Gobierno de Manuel Velasco Coello recibió de la federación 500 mil millones de pesos en su sexenio y para qué perdemos tiempo en repasar los resultados.
Hoy, 20 de agosto pero de hace 18 años, recuerdo con perfecta claridad, en lo que era en ese entonces el Hotel Maya Sol, cuando (no habían noticias por internet) cuando Pablo Salazar Mendiguchía pasaba revista a los diarios nacionales e internacionales que, recostados sobre varias mesas, daban cuenta de su aplastante triunfo.
Habían pasado seis años de la irrupción del EZLN y Chiapas estaba en el ojo del huracán. Por miles llegaban extranjeros a Chiapas a conocer a Marcos, y en Europa era idolatrado como el ‘Che’ Guevara viviente.
Se decía que en Chiapas la pobreza era brutal. Llegaban medios de todo el mundo a constatarlo. “Pobres chiapanecos”, se decía. Marcos era visto como un Robin Hood.
Hoy, 18 años después, la pobreza es peor, inhumana, abominable.
Gracias a los migrantes y sus millones de dólares que envían a sus familias, los estallidos sociales no han escalado aún más de lo que hoy vemos.
No hay bola de cristal para saber lo que viene. Las aspirinas sociales que el presidente electo López Obrador va a distribuir a través de mano de obra y programas sociales, son solo eso: aspirinas.
Claro, hay fe entre muchos chiapanecos que puede haber de forma paulatina un freno al saqueo de las riquezas, a la diabólica corrupción, al impulso de proyectos detonantes de un verdadero desarrollo… y bla, bla, bla.
Pero va a depender mucho de qué tanto se pueda construir “Ciudadanía”. Ese efecto en cascada que empuja a la gente a participar y abrir caminos contra el autoritarismo. Construir, por ejemplo, un lienzo charro contra la voluntad del pueblo, es autoritarismo.
El sector empresarial, está sin una brújula. Su incursión a las decisiones políticas fue tardía y tímida.
En cuestión económica, el comercio informal y los puestos de garnachas, tacos y tamales surgen por todas partes como una forma desesperada de sobrevivir.
El nuevo gobernador electo, Rutilio Escandón, tendrá que ser muy creativo, pero de verdad creativo, para saltar la muralla de la corrupción que ha heredado. No se descarta que muchos que parecen intocables, sean tocados por el manto de la justicia ante la descomunal irritación social.
La verdadera ciudadanización del poder es una salida real que puede brindar resultados en el mediano plazo, pero eso solo será posible si los nuevos liderazgos sociales ayudan a sacudir la conciencia social del chiapaneco acostumbrado a estirar la mano para comer.
Hace 18 años una esperanza despertó, pero se fue pudriendo al curso de los años hasta llegar a los niveles que hoy tenemos.
Es la hora de Chiapas. Pero hay que despertarnos y empezar a reciclarnos para convertirnos en el verdadero Chiapas que tanto hemos soñado. ¿Se puede?
Sí, claro que se puede.