Agencias/Ciudad de México.- Wang Yu ha sufrido detención, encarcelamiento y acoso por parte del Partido Comunista Chino por su trabajo como abogada defensora de activistas, uigures y practicantes de Falun Gong.
Este año, sus desplazamientos dentro de su país se han visto restringidos por la app de colores en su teléfono que se supone debe proteger a la gente del COVID-19.
Los códigos de salud se han vuelto ubicuos en China para tratar de contener el coronavirus, a tal grado que estallaron protestas. El gobierno anunció que dejaría de utilizar el código nacional de salud, pero las ciudades y provincias tienen los suyos. En Beijing la semana pasada, los restaurantes, oficinas, hoteles y gimnasios aún requerían códigos para entrar.
Aunque finalizan las cuarentenas, algunos disidentes y activistas pronostican que los códigos de salud seguirán vigentes en alguna forma.
Los códigos son relativamente sencillos. A cada uno se le asigna un código QR que varía entre verde, amarillo y rojo, según uno haya estado junto a alguien que dio positivo para el COVID (amarillo) o uno mismo ha dado positivo (rojo). Solo el código verde permite llevar una vida cotidiana normal.
Pero la experiencia de Wang revela que los códigos pueden ser una herramienta más de control social en China.
En marzo, viajó a Datong, un centro de minería del carbón en el norte de China. Aunque en general se le prohíbe practicar la abogacía, puede actuar como “ciudadana asesora” en casos de derechos humanos.
El viaje al lugar 346 kilómetros (215 millas) al oeste de Beijing le obligaba a bajar un código de salud local.
Wang dijo que al día siguiente de su arribo, su código se volvió amarillo, lo cual significaba que estaría encerrada en cuarentena en un hotel.
“¿Por qué de repente se volvió amarillo?”, preguntó. “No he tenido tos ni otros síntomas”.
Para evitar la cuarentena, que podía durar varias semanas, se sometió a tres exámenes PCR y de temperatura. Finalmente, los funcionarios cedieron y cambiaron su código a verde, para que pudiera salir de Datong.
En agosto, dos meses antes del Congreso del Partido Comunista, Wang Yu dijo que su código de salud de Beijing dejó de funcionar a pesar de que daba negativo en los tests. A veces se volvía rojo o se trababa en una ventana. Decidió salir de Beijing y visitar a sus padres en Mongolia Interior hasta que pasara el congreso, pensando que la app estaba diseñada para mantenerla alejada. A fines de noviembre, después de varias llamadas a las autoridades, recuperó el verde.
La policía y la Comisión Municipal de Salud de Beijing no respondieron a los pedidos de declaraciones sobre el caso.
“La sensación más fuerte es que no tengo libertad”, dijo Wang.