Agencias/ Ciudad de México.- Los sábados no hay escuela, así que los niños de la favela de Ciudad de Dios en Río de Janeiro salen a las calles sucias para jugar fútbol o fingir ser policías y ladrones en peligrosos callejones.

Todo mientras los padres de familia los cuidan, con la esperanza de que sus hijos no sean reclutados por los narcotraficantes que buscan mensajeros o repartidores.

Otra persona también los observa. Marcelo Modesto nació en una tranquila Ciudad de Dios, a diferencia de la infame que se muestra en la película de 2002. Pretende sacar a algunos niños de las calles de la favela y volverlos profesionales en un deporte que muchos brasileños consideran que es elitista, exclusivo de las personas blancas.

Modesto, de 54 años y caddie por cuatro décadas, ha abierto un campo de entrenamiento de golf en la zona más violenta de la favela. Sin público o financiamiento privado, sólo una gran pasión por el deporte, Modesto ha atraído a 100 niños al centro con la esperanza de que algunos se vuelvan profesionales, o hagan algo profesionalmente limpio para salir de las calles de la favela.

El campo de entrenamiento de Ciudad de Dios es parte de un programa que espera convertir a los niños de una de las favelas más violentas de Brasil en golfistas en ciernes, invitados a utilizar el campo de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016.

Su introducción al golf es rudimentaria, en el mejor de los casos.

El campo de entrenamiento de Ciudad de Dios apenas mide 150 metros cuadrados (1,600 pies cuadrados), la mitad del tamaño de un campo regular. Un centro comunitario alguna vez estuvo en ese sitio. Los niños interesados, que en su mayoría son de raza negra, juegan con palos y pelotas donadas. En lugar de hoyos, le pegan a baldes. Como calentamiento, balancean palos de madera alrededor de la espalda.

Y por muy intensos que sean los entrenamientos, permanecen atentos a cualquier sonido de disparos.

“Tengo amigos que fallecieron, otros fueron encarcelados. No tuvieron las oportunidades que yo tuve con el golf”, comentó Modesto a The Associated Press durante una reciente práctica sabatina, horas después de que terminó su turno como vigilante. “Una ves que le pegas a la pelota, te enamoras. Y así les ha pasado a estos niños”.

Modesto cree que el golf es una buena idea para los niños de Ciudad de Dios. Cuando tenía 20 años y acababa de dejar el ejército, los delincuentes se le acercaban, viéndolo como un potencial miembro valioso, debido a que era un joven que sabía cómo pelear y disparar. Además, tenía una conexión con la favela.

“Eso me impactó”, admitió Modesto.

Lo que cambió su vida fue una invitación para trabajar en un club de golf.

“Estoy muy agradecido con el golf. Fue como una segunda familia. Los miembros del club fueron como el padre que nunca tuve”, señaló. “Aprendí a hablar bien, era distinguido allí. Recibí ropa de los miembros del club, salí con las muchachas más lindas. Me convertí en una referencia”.

Modesto espera propagar la iniciativa a otras favelas de Río de Janeiro para que por lo menos 60 niños acudan al campo de golf olímpico para febrero para tomar clases y comer. Dos pequeños ya han sido seleccionados.

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