Agencias/Ciudad de México.- Saúl Canelo Álvarez salió de Televisa en 2014. Su combate contra Erislandy Lara, en julio de ese año, fue el último que esta empresa transmitió en exclusiva para México. De hecho, Álvarez ya había dado por terminada la relación en redes sociales en abril: “Para la fecha del 12 de julio hasta el momento he decidido que no sea televisada por Televisa por cuestiones laborares y personales. Gracias por su apoyo y buscaremos lo mejor para ustedes y para mí”, escribió en ese momento en sus redes sociales.
El mánager de Canelo, José Chepo Reynoso, dijo entonces que el peleador estaba molesto con la televisora y que no daría más detalles, pero que respaldaba a su pupilo —nunca se explicó públicamente el porqué, por más que circularon diversas versiones—. “Nosotros no tenemos contrato con Televisa, nunca lo hemos tenido. Alguna vez nos lo ofrecieron, pero no lo hemos firmado hasta la fecha. Platiqué también con la gente de Golden Boy y me dijeron que no existe el compromiso firmado de que Televisa tenga que transmitir la siguiente pelea”, detalló Reynoso a ESPN en abril de 2014.
Finalmente hubo un ‘último baile’, ese combate contra Lara. No se supo exactamente cómo se llegó al acuerdo, pero fue una especie de tratado de paz: la última pelea de Álvarez exclusiva de Televisa para, después, caminar otro sendero. Al año siguiente, Canelo empezó a ser transmitido por TV Azteca para México —además de los acuerdos internacionales que tenía Golden Boy, su empresa promotora en aquella época—. Su primera pelea lejos de Televisa fue contra James Kirkland en mayo de 2015.
“Hay mucha molestia por parte de Saúl con la empresa por algunas cosas que han pasado y es lo único que puedo decir. Él pidió eso y nosotros, el equipo, lo apoyamos, hasta ahí”, dijo Chepo Reynoso en abril de 2014.
Televisa sólo volvió a transmitir a Canelo cuando peleó contra Julio César Chávez Jr. en 2017 (las peleas de 2015 y 2016 no fueron emitidas por esa empresa). Y es claro que a Televisa le importa tener a Álvarez en su programación, aunque haya dejado de ser “exclusivo” de ellos desde hace nueve años: se trata del boxeador más mediático del país. Desde entonces, han vuelto a transmitir a Canelo pero compartiendo señal con Azteca y otras cadenas restringidas como Space y ESPN —no emitieron el combate contra Caleb Plant en 2021, victoria que lo consagró como el primer mexicano en ser campeón indiscutido de cualquier división—.
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Es verdad que al principio de su carrera Álvarez recibió un fuerte impulso mediático y que, en diversas formas, fue protegido por Televisa (sus primeras peleas televisadas fueron en TV Azteca y pasó a Televisa en 2008): rivales para lucirse, una exposición inmensa y elogios por doquier. Pero fue apenas eso, un comienzo. Canelo, mientras fue carta de Televisa, ganó dos campeonatos del mundo (2011 contra Matthew Hatton, 2013 contra Austin Traut). Y después de eso ha ganado diez, en cuatro diferentes divisiones (superwelter, mediano, supermediano y semipesado).
Ha habido boxeadores que también han recibido la bendición de las televisoras y no han tenido semejante éxito. El ejemplo más claro es Julio César Chávez Jr. También se puede hablar de Jaime Munguía, que con 26 años sigue siendo considerado una promesa, cuando a esa edad Álvarez ya era un peleador de élite. No se trata sólo de construir figuras mediáticas. Si no hay capacidades, ninguna publicidad gana peleas. ¿Acaso Emilio Azcárraga se subió a noquear a los rivales de Canelo?
Álvarez ha enfrentado a prácticamente todos los peleadores que la historia le ha reclamado —en la actualidad, la obligación le señala a David Benavidez, su único pendiente real—. Pero es mentira que sólo pelee con boxeadores acabados. Quien lo diga, seguramente se perdió los últimos años de Álvarez en el boxeo. Tan sólo entre 2020 y 2021 barrió la categoría de los supermedianos venciendo a peleadores de primer orden y en plenitud física.
Se le pueden criticar muchas cosas: las cláusulas de peso que le ha impuesto a algunos rivales (algo que han hecho muchos; Pacquiao, Mayweather, de la Hoya y, recién, Gervonta Davis); la tardía trilogía con Golovkin; ofrecerle una pelea en condiciones adversas a Sergey Kovalev y postergar injustamente al citado Benavidez. Pero eso entra en una visión seria y compacta de la carrera de Álvarez: no todo puede ser perfecto. Hay que alejarse de los extremos para tener un panorama sensato.
De hecho, en 2014, cuando dejó en Televisa, algunas voces, como una nota de Proceso, hablaban de que era el fin de Álvarez: “Televisa lo inventó, Televisa lo apagó”. Y no. Lo mejor de la carrera de Álvarez vino después de esa época, porque demostró que era más que un ‘apadrinado’ y que tenía una capacidad de mejora y una disciplina que bien pueden ponerle entre los mejores peleadores mexicanos de todos los tiempos, aunque a muchos les disguste la idea.
Que no es tan emocionante como otros, puede ser (como también es verdad que esos otros no tuvieron ni sus logros ni su constancia). Que no tiene pasta de ídolo, es subjetivo, porque así como muchas personas lo rechazan, tantas más lo adoran. Y esa es su mayor virtud: dividir opiniones para atraer atención. Lo absurdo, a estas alturas, es seguir pensando que Canelo Álvarez fue “inventado” por Televisa. Leyendas del boxeo —nacionales y extranjeras— lo admiran, los escritores más prestigiosos de boxeo lo han condecorado en diversos momentos como el mejor libra por libra. Es la cara del boxeo deportiva y comercialmente: quinto mejor atleta pagado del orbe. No puede ser obra de un guion de televisión. No puede ser ficción. No es una telenovela, es una realidad. Y la realidad casi nunca gusta.
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