Juan Balboa*
Las mafias del poder (una expresión de moda en México) que controlan La Jornada desde hace 18 años –preponderantemente la que encabeza Josetxo Zaldúa, quien goza la mayor confianza de la directora Carmen Lira– tienen entre sus objetivos el dominio absoluto de la empresa Demos, Desarrollo de Medios, S. A. de C. V., editora del periódico, con el aumento de socios o la aceptación de uno mayoritario, dando el golpe final al proyecto que encabezaron Carlos Payán, Miguel Ángel Granados Chapa, Héctor Aguilar Camín, Humberto Musacchio y la misma Lira.
Ya lo intentaron en una ocasión y lo volverían a hacer en la Asamblea General Ordinaria de Accionistas que debió haberse realizado entre abril y mayo, pero, como ya es costumbre, convocarán para agosto o septiembre, cuando La Jornada cumplirá 33 años de existencia.
Hace 13 años las mafias del poder en el diario intentaron romper uno de los candados clave (considerado un ícono) de los estatutos de nuestra empresa Demos, Desarrollo de Medios, S. A. de C. V., que la hace diferente a cualquier otra sociedad anónima con capital variable en México y, diría, América Latina.
Desde su nacimiento, quienes la fundamos aprobamos por unanimidad la sexta cláusula estatutaria de la empresa: “Ningún accionista podrá tener una proporción mayor ni menor del capital social que los demás en acciones comunes.”
Su capital social está constituido, desde entonces, por dos tipos de acciones: ordinarias y preferentes.
Las primeras son propiedad de todos aquellos que participaron en su nacimiento en la elaboración editorial y administrativa del periódico (reporteros, escritores, investigadores, trabajadores de administración, etcétera) y tienen voto pleno en la Asamblea General Ordinaria anual para nombrar a los máximos directivos, vigilar las finanzas y decidir la política editorial. Todos –160 socios– son dueños del rotativo y tienen el mismo capital, con igualdad en la Asamblea de Accionistas. Ninguno ha recibido, en los 32 años de existencia de La Jornada, dividendos por los beneficios logrados por la sociedad.
Los segundos poseedores de las acciones (preferentes) son aquellos inversionistas que con ánimo solidario –artistas plásticos, cineastas, actores, escritores y miles de personas de la sociedad civil– aportaron capital para la consolidación del diario. Éstos tienen voto limitado y las prerrogativas que les concede la Ley de Sociedades Mercantiles.
Es importante insistir en que la empresa editora de La Jornada no es una cooperativa sino una sociedad anónima de capital variable, con características particulares en el mercado de medios de comunicación en todos los países de América Latina, en la cual sus verdaderos dueños son los trabajadores –columnistas, articulistas, reporteros, fotógrafos, caricaturistas, mesa y personal administrativo– o muchos que fueron sus trabajadores y actualmente laboran en otros medios de comunicación.
Insisto, en Demos, Desarrollo de Medios, S. A. de C. V. ningún accionista puede tener una proporción mayor ni menor del capital social que los demás en las acciones comunes: los portadores de éstas –desde la directora general hasta algún trabajador de producción o administración– tienen la misma cantidad. La cláusula sexta es clara al señalar que el número de acciones o capital de la directora general Carmen Lira lo tiene cualquiera de los otros socios. Eso nos da igualdad de derechos como dueños del periódico.
Como señalaba en párrafo anterior, algunas de las mafias que controlan La Jornada introdujeron, hace 13 años, en la orden del día de la Asamblea General Ordinaria de Demos, Desarrollo de Medios, S. A. de C. V. la modificación de la sexta cláusula estatutaria de la empresa.
Lo propusieron así en el octavo tema a tratar: VIII. Aumento de capital social y resoluciones complementarias.
Querían aumentar el capital con pretextos financieros. En esencia el objetivo era el control total de la empresa. Muchos de los personajes cercanos a los grupos de controlan La Jornada –Josetxo Zaldúa, como gran jefe, sí asiste pero nunca interviene en los diálogos de la Asamblea– defendieron la propuesta con argumentos sin sustento:
- Que la empresa necesitaba de urgencia 8 millones de pesos para salir de su crisis financiera.
- Que debe abrirse a otras alternativas de financiamiento.
Algunos inventos más.
Hace 13 años, la empresa necesitaba entre 70 y 100 millones de pesos para respirar tranquila los próximos dos años. ¿Por qué? En los cuatro anteriores Demos había mantenido pérdidas anuales de entre 15 a 18 millones, cuyo acumulado sería de más de 50 millones.
La crisis de 2005 superó en mucho a la de 1995. Fue un año con bajas utilidades y una pérdida enorme de 18 millones de pesos (de aquellos), de acuerdo con los datos del Consejo de Administración.
En ese año (2005) se rompió con el punto de equilibrio de las finanzas, pero los directivos (los de la mafia del poder en La Jornada) siguieron gastando como si fuéramos empresa de Carlos Slim.
El punto más alto, en términos de mayores ingresos-menores gastos y la acumulación de buenas utilidades, fue 1994. La herida de muerte fue asestada en 1995 y la etapa más mediocre comprendería 2004, 2005 y 2006, o sea la culminación de la pérdida operativa que comenzó en 2001. Durante este periodo, hablando editorialmente y administrativamente, las mafias del poder ya controlaban y saqueaban las finanzas de la empresa.
Vale la pena recordar que la pérdida operativa indica que la empresa no está funcionando con base en lo normal, en sus ingresos y gastos naturales, y se recurre a entradas complementarias, como es el caso actual de la nuestra, la cual no sólo ha tenido pérdidas históricas y preocupantes –acumuladas rebasan hasta 2016 unos 110 millones de pesos– sino además ha recurrido a préstamos bancarios y el fondo de ahorro de los trabajadores, tomado por unos meses sin su consentimiento. Desde 2014 la dirección general y el Consejo de Administración sabían que no podrían saquear más pues las finanzas estaban en rojo y se enfrentaban a una verdadera encrucijada, pero seguían gastando como jeque árabe y atracando a Demos como una verdadera mafia. Entonces pensaron buscar un culpable. Lo encontraron: el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Jornada (Sitrajor).
Trabajaba en La Habana y viajé a la Ciudad de México para asuntos familiares. Corría 2013. Me reuní con grandes amigos del periódico, algunos parte de la administración.
Conocía la grave crisis interna. Me preocupaba el diario y, desde luego, a los trabajadores de Sitrajor, sindicato del que también soy fundador. Mi pregunta fue directa:
–¿Cómo estamos en el periódico?
La respuesta fue al grano, algo contundente.
–¿Cuál, Juan?
La esperanza que tenía la empresa en 2006 de obtener utilidades de 25 millones de pesos simplemente se esfumó y nos demostró que la realidad era otra, la estamos conociendo en este momento. Nunca, según mi punto de vista, hubo condiciones para tal expectativa. Lo grave es que un periodo de elección presidencial con pérdidas no es un buen augurio, es una realidad terrible, porque se rompió con la lógica: los años de comicios sexenales (incluidos senadores y diputados) eran para recuperarse de cualquier pérdida intermedia. Ahora, pensamos, los de no sufragio serán peores.
La preocupación por el futuro de la empresa es real, tiene sustento. No se vende bien el producto, al contrario, el nicho de lectores cada vez se reduce más. El mejor año de venta de los recientes fue 2000, según datos del Consejo de Administración presentado en asamblea ordinaria, quizá unos 100 mil ejemplares diarios; hoy estamos, si los números entregados son los correctos, sobre los 25 mil.
La crisis de los 12 años recientes no es coyuntural sino estructural, requiere medidas de corrección radicales –administrativas y de producción periodística– con el objetivo de aumentar el ingreso, pero sobre todo bajar los costos.
La espiral negativa es una realidad, por eso necesitamos cambios dramáticos.
Si hace 13 años las mafias del poder que controlan La Jornada hubiesen sido congruentes con su argumento de la necesidad de ocho millones para salvarla habrían buscado otras soluciones, por ejemplo que los 160 socios invirtieran entre 8 y 10 mil pesos cada uno para lograr la cantidad que el Consejo de Administración aseguraba requería la empresa.
Las mafias del poder que dominan todas las direcciones y las coordinaciones del periódico querían quedarse con Demos y, desde luego, controlar cada rincón de La Jornada.
Quienes argumentamos en contra fuimos claros al señalar que no se debía modificar la cláusula sexta, que el capital requería crecer manteniendo el número de socios, pues si aceptábamos modificaciones en tres años estaríamos aplaudiendo la entrada del gran capital en el diario.
En esos años (2003-2004) se hablaba acerca de un político y un empresario listos para invertir en el periódico: Manlio Fabio Beltrones, amigo íntimo de Elena Gallegos, jefa de Información, y Carlos Slim.
El objetivo era claro: aumentar el número de socios (no de capital), querían tener el porcentaje necesario para cambiar estatutos, quitar candados y consolidarse como dueños.
Afortunadamente, la votación fue contraria a modificar la sexta cláusula estatutaria de la empresa que edita La Jornada, un periódico que nació el 19 de septiembre de 1984 como medio de comunicación no subordinado a intereses políticos particulares (oficiales o partidarios) ni empresariales.
Insistirán
La intención de controlar o quedarse con la empresa se mantiene. En ese contexto se entiende el embate contra el Sitrajor.
Amigos cercanos a los jefes de las mafias del poder que controlan La Jornada me han confirmado que la intención es primero “romper” al Sitrajor para después dar el asalto a la Asamblea de Socios de Demos.
El fin será el mismo: controlar o adueñarse de la empresa y el periódico.
La propuesta no cambiará: modificar la sexta cláusula estatutaria.
El argumento se repetirá: aumento del capital o quiebra financiera.
Lo dirán 13 años después de la primera intentona de quedarse con el periódico, cuando ya saquearon a la empresa –La Jornada matriz y sus similares en los estados– y el diario vive una quiebra económica, un vacío editorial y alejado de las nuevas tecnologías.
Lo que sí es reciente son los nombres de quienes aportarían el capital, no sé si personal o del erario público, y se aliarían con dos de los por lo menos cinco grupos de las mafias del poder en La Jornada. Son políticos, se dice, que invierten mirando hacia 2018: Miguel Ángel Mancera y Luis Videgaray.
*Socio fundador de La Jornada.
https://correlavozvos.blogspot.mx/