Cuando agarras un camino equivocado, ya no puedes ver hacia atrás. Sólo vez hacia adelante, porque lo que brilla es oro. Lo que será tu perdición.
El Silencio.
Por David Vargas Araujo/Ciudad de México.- Eran los años 70s, la aparición del movimiento guerrillero de Genaro Vázquez y Lucio cabañas en el estado de Guerrero. Ahí apareció El General como negociador después de que Lucio cabañas retuviera al exgobernador de Guerrero Rubén Figueroa (abuelo). Empezaron las negociaciones con el General Arturo Acosta Chaparro. Negociador y alumno de las escuelas de la Américas de E.U. Esa escuela de dictaduras y de golpes de estado, su formación enraizada en esa política golrilezca.
Con la aparición del EZLN, también fue llamado el General, nuevamente para negociar la retención que hicieron los zapatistas al exgobernador de Chiapas Absalón Castellanos Domínguez. Que al final fue liberado.
Así que sus buenos oficios, del General, eran sus cartas de presentación. Por eso Calderón de manera inmediata lo llamó a los pinos y platicaron en aquel desayuno donde estuvo también García Luna.
Calderón sin dejar pasar el tiempo tiró la propuesta y dijo: “mi General, le tenemos una gran misión, y es platicar y negociar con el cártel de Sinaloa. Concretamente platicar y llegar acuerdos directos con el Mayo Zambada y el Chapo Guzmán”.
El General de inmediato respondió: “Señor presidente estoy a sus órdenes, usted es el comandante de las fuerzas armadas a la que yo pertenezco y por lo tanto, asumo la orden como una responsabilidad militar pero también patriótica”.
El General se fue a Sinaloa, directamente a un rancho del Mayo, en donde ya lo esperaba el chapo y el Vicentillo, el hijo del Mayo.
Fue todo el sexenio de pláticas y acuerdos, fueron largas charlas de cómo golpear a los demás cárteles y como dejar intacto al Cártel del Pacifico, tanto en su crecimiento transnacional como su operatividad en el país. Acuerdo que el General los cumplió cabalmente. Su envestidura militar era para Calderón, la garantía del acuerdo presidencial.
El General se regresaba a los pinos, para informarles de los acuerdos: Dinero. Armamento. Trasiego permisivo y que no hubiese detención alguna.
Acosta Chaparro sabía todo. Sabía de la entrega de los millones de dólares que el cártel les entregaba mensualmente. El General sabía dónde iba a parar todo ese mar de dinero que enriquecía a Calderón y su familia.
En una comida, en el campo marte, al calor de las copas, Calderón se acercó al General y le dijo: “Mi General, usted sabe todo. Pero sé de su hombría y de no traicionar a la patria”.
El General respondió: “En la milicia aprendemos a guardar la secrecía. Y también aprendemos, que el mejor secreto es aquél que no se dice, así que no se preocupe señor presidente”:
Era ya los últimos días de su sexenio y García luna, junto a Cárdenas Palomino, seguían trabajando dejando una estructura policiaca militar para el sexenio de Peña Nieto.
El General Acosta Chaparro sabía todo. Sabía de las andanzas de Calderón y García luna. Sabía hasta el tuétano de la vinculación con los de Sinaloa. Sabía de qué ellos fueron los artífices de la creación del Narco-Estado.
El General fue Asesinado en la CDMX. La orden fue, hay que matarlo porque sabe todo. Y dijo calderón a García Luna: Yo no le creo a los militares. García Luna respondió: yo menos.
Así fue la triste historia del General, pero también de Calderón. Hoy el ex ‘presidente se está ahogándose con su propias aguas, esa que solo él bebe. Respira lo que lo su desesperación le da, jala oxigeno lo que su angustia apenas le proporciona. La relación de un expresidente y un general tiene nada más dos caminos: La muerte o la cárcel.