Texto Periódico El Mundo/Skopje.- El Real Madrid recogió en Skopje su sexto título en 20 meses, otra ciudad conquistada, otro broche que celebrar para un equipo de apetito aparentemente insaciable, de época. La Supercopa es veraniega y tiene aroma de exhibición, pero cuenta como copa oficial, de las que se colocan en la sala de trofeos del Bernabéu con la pompa merecida. Y es una estupenda forma de comenzar la temporada. Abrazaditos como canastos de playa, salieron Ramos y Valencia con su Champions y su Europa League para colocarlas al borde del césped, a modo de visado para disputar el duelo. Los dos campeones continentales, gigantes ricos del planeta fútbol, compiten ahora mismo en mayor igualdad en el parqué del marketing que en el césped, donde el Real Madrid tardó sólo unos minutos en enseñar sus galones de juego, más convencido, más efectivo y, sobre todo, más vistoso que la propuesta de este Manchester United amourinhado, cargado de músculos y centímetros pero con alergia al balón.
Ander Herrera ha evolucionado en un Gabi incansable y Pogba, talento y altura, estuvo más pendiente en la primera parte de vigilar a Modric y Carvajal que de avanzar hacia la zona del gigantón Lukaku, el delantero de 80 millones que ha comprado este verano el equipo inglés. A Ramos le ganó en un par encontronazos, sin mayores consecuencias.
Tras un arranque de un intento de presión adelantada del United, la temperatura asfixiante primero y después Casemiro aplacaron a los chicos de Mou, que pronto rompieron a sudar, sobre todo al darse cuenta de su inferioridad en la medular. El Real Madrid agarró el partido por la pechera con Isco por delante, aquí y allí, bajando ayudar a Kroos en la salida y combinando con Modric ya en territorios calientes. Zinedine Zidane no sorprendió y dejó a Cristiano Ronaldo en el banquillo, como extintor de emergencia. A cambio, volvió a levantar la sala de máquinas que trituró a la Juventus en Cardiff, un dibujo que ahora mismo cuesta imaginar desmontado por la recuperación de la BBC. El Camp Nou -ida de la Supercopa de España- llega el domingo, y veremos. Con el 7 ya en el equipo, uno sobra.
El Madrid, sin volverse loco, abandonó el tono pesadote de los amistosos de Estados Unidos, para carburar ante un rival que se imponía por el cielo pero sufría en la tierra. Los movimientos de Benzema descuadraban a los dos centrales, Smalling (otro tallo) y Lindelof. Pronto empezó De Gea a acumular faena: un tiro de Casemiro lejano, otro de Isco sin mucha fe, un larguerazo del pivote brasileño… De esa acción Pogba intentó montar un contragolpe que cerró de mala manera. Casemiro ya había sacado al estadio macedonio un suspiro de admiración con un corte y salida orientada que exhibieron el azúcar paulista que oculta debajo de ese corpachón imponente. Mourinho (él lo trajo a Valdebebas) lo miraba con envidia. Un jugador que está escribiendo su historia en el Madrid de la mano de Zidane, debiéndose mucho uno a otro. Desde que está clavado en el centro del campo, los blancos no paran de ganar cosas.
Un punto de orgullo campeón
Además se ha destapado como goleador en citas de chaqué. Tras su zambombazo a la Juve para desenredar la final de la Champions, abrió la Supercopa rematando ajustadito, rasa y a la derecha un buen pase de Carvajal, que los ingleses reclamaron fuera de juego. El 1-0 dejó con muy mal cuerpo al Manchester, cada vez más pequeñito en el césped, agotado tras el Madrid, a pesar de llevar más rodaje en la pretemporada. El calor realmente era insoportable para todos, tanto que el árbitro decidió darles aire con un parón de refresco de los que ahora permite la UEFA y la FIFA en escenarios de termómetro rebelde.
Dos minutitos, agua para todos y órdenes exprés de los entrenadores, sin que Mourinho lograra cambiar el ánimo o el plan de su equipo. Tiene el Manchester mucha chequera, un entrenador efectivo y un puñado de buenos jugadores, pero le falta alma, sin romper todavía en aquellos bloques al menos sólidos que el técnico de Setúbal solía componer. En el Madrid, al contrario, sobra la confianza, la calidad y un punto de orgullo campeón siempre inherente al escudo pero que este grupo de Zidane ha renovado con extraordinaria ambición. Miran con superioridad ganadora a los demás. Hasta los goles los festejaron con mesura.
En el descanso, Mou bajó a Matic desde el centro a la zaga y soltó a Rashford en el ataque. Al movimiento respondió su rival con una pared deliciosa en la frontal, entre Isco y Bale, que ajustó a la red el malagueño con elegancia, sin nada que hacer para De Gea. El portero, poco después, también quedó congelado por un duro disparo de Bale al larguero, el segundo madridista de la noche. El 2-0 sí pico al United, más bravo en las entradas, más intenso. Le bastó para acercarse al área blanca, primero con un cabezazo de Pogba que Keylor despejó y Lukaku remachó mal y, al momento, con otra acción similar que el 9 belga sí empujó a la red. Con el Madrid notando el sofoco ya, el Manchester apretó a la desesperada, en ensalada de balones colgados y prisas que afectaron al campeón de Europa, de repente algo tembloroso. Pero nada le hizo daño, la Supercopa estaba bien amarrada.