Agencias, Ciudad de México.- Mucho antes de que la persecución a la camioneta Bronco conmocionara al público en la televisión y de que el “Juicio del Siglo” cautivara al país, O.J. Simpson había dejado ya una marca en el fútbol americano.

El jugador apodado “The Juice” fue el mejor corredor de su era durante una carrera de 11 años en la NFL, en su mayoría con los Bills de Buffalo. Ganó un campeonato nacional y un Trofeo Heisman en el nivel colegial, y estableció récords en la NFL.

Pero los logros deportivos de Simpson quedaron eclipsados, y su imagen se arruinó para siempre ante los cargos según los cuales mató a su exesposa y al amigo de ella en 1994. Aunque se le exoneró de asesinato, un juicio civil separado lo declaró después responsable por las muertes.

El legado de Simpson quedó tan manchado que quizás ello derivó en las pocas reacciones surgidas, cuando se dio a conocer la noticia de su muerte. No hubo reconocimientos públicos por parte de la NFL, los Bills ni los 49ers de San Francisco, donde jugó sus últimas dos campañas.

El Salón de la Fama del Fútbol Americano Profesional sí emitió un comunicado atribuido a su presidente Jim Porter.

“O.J. Simpson fue el primer jugador en llegar a una marca para corredores que pocos consideraban posible en una temporada de 14 partidos, cuando superó las 2.000 yardas”, dijo. “Sus contribuciones en el terreno se preservarán en los archivos del Salón en Canton, Ohio”.

El nombre de Simpson sigue inscrito en el Muro de la Fama de los Bills, que rodea la parte interior del Highmark Stadium, inmueble conocido como Rich Stadium durante los días en que el astro asombraba al público. Ello podría cambiar en unos años, cuando los Bills se muden a un estadio nuevo, que se inauguraría en 2026.

Previamente, muchos fanáticos han pedido que el equipo retire el nombre de Simpson del referido muro.

Por lo demás, hay pocos recuerdos de la época en que Simpson jugó en Buffalo. No hay estatuas. Muchos de sus compañeros y amigos se han alejado o han muerto.

“Él y yo tuvimos un comienzo accidentado y luego tuvimos una gran relación”, dijo a The Associated Press Booker Edgerson, ex defensive back de los Bills. “Y es que él era una celebridad y, a su modo, simplemente no entendía. Era un joven que no entendía el fútbol americano profesional y todo aquello por lo que pasaban los jugadores. Simplemente no reaccionaba ante los veteranos como yo pensaba que debía hacerlo. Había faltas de respeto y todo eso. Pero una vez que nos pudimos conocer y que eventualmente fuimos compañeros de habitación por un año, él y yo tuvimos una relación muy buena”.

Tras su éxito en la Universidad del Sur de California, Simpson no cumplió al comienzo con las grandes expectativas que había generado como primera selección del draft. Promedió 642 yardas y cuatro anotaciones en sus primeras tres campañas con los Bills. Algunos pensaron que sería un fiasco.

La llegada del entrenador Lou Saban en 1972 cambió la trayectoria. Saban construyó el ataque de Buffalo en torno de los talentos de Simpson, lo cual llevó a su despegue.

Simpson corrió para 1,251 yardas y seis touchdowns en el primer año de Saban. Tuvo luego una de las mejores temporadas en la historia de la liga, con 2,003 yardas por tierra y 12 anotaciones en 1973, cuando se le nombró el Jugador Más Valioso de la NFL.

Logró esas cifras notables en 14 partidos. Su récord de 143.1 yardas terrestres por encuentro sigue vigente. Rebasó las 1.000 yardas en cada una de sus siguientes tres temporadas. La de 1975 fue la mejor en términos generales.

Corrió para 1,817 yardas y 16 anotaciones. Aportó 426 yardas con recepciones y siete touchdowns más por esa vía durante aquel año. Una lesión de rodilla puso fin a su temporada en 1977. Simpson terminó su carrera en San Francisco, donde creció.

En una época en la que Internet tal y como la conocemos apenas estaba naciendo, cuando la palabra plataforma no implicaba redes, Simpson era una especie única de celebridad. Era verdaderamente transmedia, un precursor de la era digital, una personalidad que representaba una historia viviente para múltiples audiencias.

En el deporte, estaba en el pináculo de la excelencia en el fútbol. Alcanzó el estrellato, no sólo por su destreza atlética, sino también por sus comerciales de televisión de Hertz que lo tenían corriendo en aeropuertos y su actuación en películas como “The Naked Gun” (“Agárralo como puedas”). Encarnó cuestiones sociales sobre raza, clase y dinero mucho antes de que Nicole Brown Simpson y Ronald Goldman fueran asesinados a puñaladas el 12 de junio de 1994.

Luego vino la saga, que comenzó con los asesinatos y terminó, solo técnicamente, en un tribunal de Los Ángeles más de un año después. La más épica de las novelas estadounidenses no tenía nada que ver con este período de mediados de la década de 1990. Los estadounidenses observaron. Los estadounidenses debatieron. Los estadounidenses juzgaron. Y los estadounidenses vieron un poco más.

El abismo generacional entre los estadounidenses blancos y los estadounidenses negros no se vio favorecido por la decisión de la revista Time de oscurecer tácticamente foto de ficha policial de Simpson en su portada para lograr un efecto dramático y, según muchos, racista. Para aquellos que vivieron ese período, es difícil recordar mucho en la esfera pública que no haya sido desplazado por la historia de O.J. y sus múltiples componentes, incluido el posterior juicio civil que encontró a Simpson responsable de las muertes. Un periódico incluso publicó una serie de posibles finales para la historia, escritos por novelistas de misterio.

Claro, la gente decía cosas diferentes. Pero fue, indiscutiblemente, una conversación nacional.

El país, y sus medios de comunicación, están mucho más fragmentados ahora. Rara vez en estos días los estadounidenses se reúnen alrededor de la fogata virtual para una experiencia comunal. En cambio, los pequeños incendios forestales atraen a multitudes de nicho en rincones virtuales para experiencias comunes igualmente intensas, pero más pequeñas. El eclipse de esta semana fue una rara excepción.

En 1994, la cobertura total en tiempo real, apenas estaba emergiendo. Tuvimos a Walter Cronkite durante el asesinato de Kennedy y nuevamente durante la caótica Convención Nacional Demócrata de 1968. Y la primera Guerra del Golfo en 1991 cimentó firmemente las expectativas de la televisión en vivo. Pero la cobertura de la persecución de la camioneta Bronco en la que viajaba Simpson y el juicio alimentó el apetito de una manera que ningún otro evento lo había hecho. Incluso ahora, tal audiencia universal es rara.

“Los medios que consumimos son mucho más difusos ahora. Es tan raro que todos estemos pegados al mismo espectáculo”, dijo Danielle Lindemann, autora del libro de 2022 “True Story: What Reality TV Says About Us” (Historia real: lo que los reality shows dicen sobre nosotros).

“En 1994 estábamos viendo nuestros televisores y siguiendo la cobertura de noticias”, dijo Lindemann, profesora de sociología en la Universidad de Lehigh, en un correo electrónico. “Pero no había ese discurso paralelo a través de las redes sociales”.

Las conexiones entre la saga de Simpson y la actualidad no son difíciles de encontrar.

Los jueces y abogados en casos que llaman la atención ahora son carne de cañón para ser el centro de atención. Uno de los abogados de Simpson, Robert Kardashian, allanó el camino para que su propia familia cambiara la cara misma de cómo operan las celebridades. Un reportero de la televisión local de Los Ángeles que cubrió el caso, Harvey Levin, fundó TMZ, un pilar espeluznantemente pionero de la cobertura moderna de celebridades multiplataforma, y el medio que anunció la noticia de la muerte de Simpson.

Y, por supuesto, como ocurre con tantas historias estadounidenses, está la cuestión de la raza.

La absolución de Simpson de los cargos de asesinato reveló una falla fundamental: algunos negros acogieron con beneplácito el veredicto, mientras que muchos blancos estaban incrédulos. Simpson probablemente confundió más las cosas a lo largo de los años al decir, famosamente: “No soy negro. Soy O.J.” Pero para muchos estadounidenses negros que sentían que sus interacciones con la policía y los tribunales habían producido resultados injustos, la absolución fue una excepción notable.

“Había una sensación de que era justo que un hombre negro rico se librara cuando un hombre blanco rico lo haría”, dijo John Baick, profesor de historia en la Universidad Western New England.

Tres décadas después, esa conversación no ha terminado, Baick todavía la está discutiendo con los estudiantes. Se mencionó a Simpson para hablar sobre raza, fama y riqueza en clase. Sólo después de que terminó se enteró de que el sujeto que analizaron había muerto.

Ha pasado una generación desde que estos eventos fueron recientes. Y después de miles de horas de video, millones de palabras escritas e innumerables cabezas parlantes interviniendo, el caso de O.J. Simpson se destaca como dos cosas: un momento estadounidense como ningún otro, y un interludio que contenía mucho de lo que es y en lo que se estaba convirtiendo la cultura estadounidense.

De la vieja y extraña América, tenía la obsesión con el crimen real violento y su peculiar elenco de villanos y héroes de cine policial, sin mencionar la tragedia y el enigma de quién lo hizo. Y era un adelanto de la emergente y fragmentada cultura de Internet que, en unos pocos años, nos daría teléfonos inteligentes, redes sociales, saturación de reality shows y cobertura en vivo de casi todo.

¿Fue, como muchos dijeron en voz alta, “el juicio del siglo”? Eso es subjetivo. Pero cualquier cultura se compone de pequeños trozos, y el caso Simpson dejó muchos de ellos a su paso. Esto es indudablemente cierto: después de la persecución a baja velocidad, la cultura mediática estadounidense se volvió muy pronto mucho más rápida. Tan rápido, de hecho, que muchas de las preguntas centrales en torno al caso —sobre la raza, la justicia y cómo consumimos el asesinato y la miseria como un conjunto más de productos de consumo— permanecen sin respuesta.

”¿Dónde encaja esto? ¿Qué piensan los estadounidenses sobre esto ahora?”, se pregunta Baick. “Lo que pienses de O.J. Simpson podría ser una prueba de fuego durante mucho tiempo”.

Se le exaltó al Salón de la Fama del Fútbol Americano Profesional en 1985.

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